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Cortesía: Blog Banesco

Por: Faitha Nahmens

1931, 29 de noviembre. Nace Jacobo Borges, un niño con estatura enorme que no aparenta por ninguna parte sus 90.

De condición eterna joven, por donde quiera que se le mire, al hablar, al pensar, al reírse a carcajadas, al caminar, en la manera de llevar su cachucha, si urgiera resumir su trayectoria de creador, soñador y amador de la ciudad bastaría con decir que este pintor, dibujante, cineasta y escenógrafo caraqueño de Catia, de cuando estaba la laguna —con Cabrujas, más chiquito, deambulaba aquella extinguida puesta en escena—, es un ser humano de belleza absoluta.

Pícaro y tierno, sabio y sencillo, irónico y risueño se lleva estupendamente con sus propias paradojas; es también un gratísimo conversador, lleno de referencias y listo para asociar circunstancias de las que ha sido testigo o es protagonista principal, y a la vez alguien que ama el silencio, y aquello que lo transporta a espacios más sublimes: la música.

Sin horario para tentar al lienzo a que se desfogue, oirá los clásicos, y sus preludios y sinfonías serán acicate a su trazo libre, peculiar, genial; Ximena Borges, cantante lírica, seguro se habrá enamorado desde entonces de las notas, aprendiendo de su padre a verlas volar a todo color.

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Autor de afiches clave en la historia del MAS así como de una obra prodigiosa, enmarcada en marquesinas, el alumno de la Cristóbal Rojas y de Alejandro Otero que ha sido celebrado tanto aquí como afuera por una crítica que ama su trabajo vivaz y emocionante, de contenidos neofigurativos y con cierto espíritu satírico, que ha expuesto en el Museo de Bellas Artes y representó al país en la Bienal de Sao Paulo sería, como contó una vez, una suerte de ahijado de María Teresa Castillo.

De visita en la escuela pública donde él estaba de pequeño —“pero faltaba con frecuencia, porque no tenía zapatos y tenían que prestármelos”— la periodista y promotora de la cultura y la democracia vería sus dibujos y quedaría maravillada: “Tú eres artista”, sentenciaría con tino, “te voy a ayudar”.

Le daría sin demora materiales para dibujar y poder estudiar: creyones, libros y cuadernos.

“Desde entonces yo llevaría colgadas al cuello dos medallitas: una de la Virgen y otra con la imagen de María Teresa Castillo, mi hada madrina”.

Rebelde de talante justiciero, Jacobo Borges se deshará del corsé con que asfixia el dogma —qué artista podría con ellos—, al punto tal que acordaría consigo mismo que su compromiso es con su arte, que es como decir, con la libertad.

Feliz cumpleaños, Jacobo Borges.

Léalo en su versión original:

https://www.facebook.com/faitha.nahmens

Faitha Nahmens

La autora de este texto es comunicadora social, escritora e investigadora