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Ugur Sahin es el cofundador de la empresa BioNTech junto a su esposa Özlem Türezi. Foto: FABIAN BIMMER

Los fundadores de BioNTech, la firma biotecnológica alemana que desarrolló el fármaco contra el virus, son un matrimonio sencillo, hijos de emigrantes turcos, que incluso el día de su boda estuvieron trabajando en el laboratorio, escribe MARÍA HERMIDA de LA VOZ DE GALICIA, en un emotivo texto que compartimos en La Web de la Salud por cortesía del periódico gallego. Es una historia que muestra la dimensión humana que existe detrás de muchas compañías y en ocasiones ignoramos

MARÍA HERMIDA/Redacción La Voz de Galicia

El presidente y consejero delegado de Pfizer, Albert Bourla, dijo el lunes: «Hoy es un gran día para la ciencia y la humanidad».

Tenía motivos para hablar con semejante solemnidad. La farmacéutica estadounidense que preside y la firma alemana BioNTech por fin pudieron anunciar que los estudios de su vacuna contra la covid-19 muestran una eficacia superior al 90 % en los participantes sin evidencias previas de infección.

De este modo, Pfizer y BioNTech explicaban también que continúan acumulando datos sobre la seguridad y eficacia de la vacuna y que esperan producir 50 millones de dosis este año y 1.300 millones de dosis en 2021.

Por tanto, es comprensible que hablase de algo tan grande como «un gran día para la humanidad».

Lo cierto es que lo era por más razones que el propio anuncio de la vacuna. Si se ahonda en la historia de BioNTech, la firma de biotecnología alemana que se asoció a Pfizer para desarrollar su vacuna, se descubre que detrás de esta candidata eficaz a combatir el virus hay también una bonita historia de amor, humildad y sacrificio que ahora se ve recompensada con el éxito que parece tener el fármaco. 

Los fundadores de BioNTech, tal y como recoge Nius Diario, son Ugur Sahin y Özlem Türezi, un matrimonio alemán cuya trayectoria merece ser contada.

Ambos son hijos de la emigración de Turquía a Alemania, por lo que, para empezar, con su éxito como investigadores y empresarios, le dan una patada a esos prejuicios absurdos que achacan a los turcos llegados al país germano un bajo nivel educativo.

Ugur Sahin llegó a Alemania de pequeño, cuando la familia se mudó al país germano para que su padre trabajase en la Ford, en Colonia. Özlem Türezi, por su parte, también viajó desde Turquía a Alemania, donde su padre iba a ejercer como médico. 

Él perseguía desde niño el sueño de ser médico. Y estudió la carrera de Medicina en la Universidad de Colonia, ejerció como médico oncólogo y luego se convirtió en profesor de la Universidad de Mainz, una labor que nunca abandonó.

Su vida se cruzó con la de Türezim, que también estudió Medicina, en la etapa universitaria. Y surgió tanto su historia de amor como una pasión compartida: la investigación, centrada sobre todo en la oncología, el gran desvelo de ambos hasta que irrumpió en escena la pandemia del coronavirus

Fue la propia Türezi la que contó a distintos medios de comunicación que incluso el día de su boda, que tuvo lugar en el 2002, ambos lo pasaron trabajando en el laboratorio. Y que solo hicieron una pausa para ir a firmar los papeles al registro civil. 

Siempre juntos, se centraron en el sistema inmunológico como un aliado potencial en la lucha contra el cáncer. Sin abandonar la investigación y la docencia, se lanzaron a emprender en el año 2001, cuando crearon Ganymed Pharmaceuticals para desarrollar anticuerpos que combaten el cáncer.

Acabaron vendiendo esa compañía a la japonesa Astellas en 2016 por 1.400 millones de dólares. Para entonces, ya estaba formada su otra gran apuesta empresarial, BioNTech

Fue en el año 2008 cuando ambos fundaron BioNTech junto con el oncólogo austríaco Chrisoph Huber.

La compañía empezó a desarrollar nuevas inmunoterapias para pacientes con cáncer, algunas de ellas basadas en la novedosa técnica del ARN mensajero. 

Fruto de esa labor como investigadores y a la vez empresarios, que alcanzó cotas de éxito en distintas ocasiones, Ugur Sahin y Özlem Türezi, que tienen una hija adolescente, pasaron a figurar entre las cien personas más ricas de su país.

Aún así, ellos seguían y siguen con su vida de siempre, sin dejar de lado ni la bata de investigadores ni los pantalones vaqueros como vestimenta habitual o la bicicleta como medio de transporte.

Quienes les conocen les definen como un matrimonio sencillo y apasionado de la investigación. El adjetivo de humildes se lo cuelgan desde sus colegas de laboratorio a grandes empresarios. 

Fue quizás ese rasgo tan suyo, la pasión por investigar, el que hizo que la labor de su empresa, de BioNTech, diese un giro de 180 grados cuando su fundador Ugur Sahin se empezó tropezar con artículos sobre un nuevo virus, el covid-19, que entonces se localizaba en la ciudad china de Wuhan.

No tardó en tomar decisiones. Él y su mujer decidieron aplicar la técnica del ARN mensajero en la que tanto habían trabajado al desarrollo de una vacuna y destinaron al proyecto a 500 de sus 1.300 trabajadores.

Luego, llegó la alianza con Pfizer, para poder comercializarla. Y también llegaron a un acuerdo con la compañía Fosum, que será la que comercialice la vacuna en China. 

El valor de mercado de la empresa cofundada por la pareja, BioNTech, que cotiza en Nasda, se disparó a 21.000 millones de dólares al cierre del viernes. Y posiblemente esas cifras sean todavía más elocuentes si, como todo parece indicar, la vacuna acaba comercializándose a corto plazo y resulta eficaz contra el coronavirus.

Pero, más allá de los números, lo que hay detrás de BioNTech es una historia que da una bofetada a muchos estereotipos. Así que quizás, realmente, el lunes no fuese un mal día para la humanidad.