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Arístides Royo, director de la Academia Panameña de la Lengua, quien hace entrega de su nombramiento al poeta Manuel Orestes Nieto. En la imagen, cortesía de Javier Alvarado, Margarita Vásquez Quirós

Por: Margarita Vásquez Quirós

Manuel Orestes Nieto, uno de los grandes poetas de Panamá, ingresó como miembro de número a la Academia Panameña de la Lengua. Por valiosa gestión del poeta Javier Alvarado, publicamos el discurso de recibimiento que pronunció Margarita Vásquez Quirós, directora sustituta de la junta directiva, órgano rector de la Academia. Es magíster en Literatura Hispanoamericana y en Lexicografía Hispánica, y especialista en Literatura Panameña.

Manuel Orestes Nieto, panameño nacido el 7 de junio de 1951 en esta ciudad de Panamá, fue elegido miembro numerario de la Academia Panameña de la Lengua el 19 de diciembre de 2018 y hoy, 25 de enero de 2023 ha sido invitado a ocupar la silla L,   antes asignada a D. Melchor Lasso de la Vega, a D. Catalino Arrocha Graell y  a D. Dimas Lidio Pitty, tres panameños ilustres.

Poeta, periodista y diplomático, Manuel Orestes Nieto es licenciado en Filología e Historia por la Universidad Santa María La Antigua de Panamá, y a lo largo de su trayectoria profesional ha desempeñado diversos cargos públicos:  fue agregado político en Nicaragua (1979-1980) y embajador de Panamá en Cuba (1985-1989), en la República de Argentina y últimamente en España, durante el primer año de la pandemia. También fue director de la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R. , subdirector del Instituto Nacional de Cultura de Panamá (1995-1996) y director de la Editorial de la Universidad Especializada de las Américas (2009-2019).

Entre sus publicaciones destacan Poemas al hombre de la calle (1968-1970); Enemigo común (1974); Diminuto país de gigantes crímenes (1975); Oratorio para Victoriano Lorenzo (1976); Poeta de utilidad pública (1990); Rendición de cuentas (1991); El imperecedero fulgor (1996); El legado de Omar Torrijos (1997, 1999); El país iluminado (2001, 2003); Ala grabada en blanco (2001); Ardor en la memoria (2008); Altamar (2013, 2016, 2019); La titánica proeza: hitos del canal de Panamá (2014), y Aquí nací y moriré (2015), texto poético traducido a diecisiete lenguas. Asimismo, participó como redactor en la enciclopedia Forjadores del siglo XX panameño (2015) con sus textos sobre Humberto Ivaldi, Fernando Zárate y Dora Pérez de Zárate, y ha publicado múltiples trabajos de crítica literaria y artes plásticas.

Leo ahora su poema 211 del libro Reconstrucción de los hechos, de 1968, que, escrito en mayúscula cerrada, dice:

SIEMPRE LO SUPE

      PERO SOLO HASTA

                                  AHORA

LO COMPRENDÍ PERFECTAMENTE:

      ALGUIEN ME LLAMÓ

      POR MI NOMBRE

                 ME GRITÓ

      ME IDENTIFICÓ CONMIGO

      ME DESCUBRIÓ.

Este poema destaca el desdoblamiento al que obliga el acto de leer.  Para que se puedan decir en voz alta los versos anteriormente leídos, el escritor-poeta tuvo que haberlos creado y puesto a la vista de quienes quieran entrar en el juego siguiente:  yo propongo un texto y tú lo comentas, lo explicas, declaras su contenido: me descubres. 

Con el motivo académico de hoy, convoco el eco de múltiples voces que dieron respuesta a los versos del poeta Nieto.  Dejaron una marca, una firma para aclamar y proclamar el valor de su obra escrita, y, lo mejor de todo, dieron fe de su lectura escribiéndola. Entre ellas destacan la voz de Rogelio Sinán, de Agustín del Saz, de Dimas Lidio Pitty, de Rodrigo Miró, de Damaris Serrano, de Enrique Jaramillo Levi,  de Isabel Barragán de Turner, de  José Carr ─quien le dedicó un número de la revista Tragaluz─, de Luis Pulido Ritter, ─quien lo hizo blanco de una magnífica entrevista─, de Porfirio Salazar,  de Gerardo Maloney, de Moisés Torrijos, de Carlos Fong, de Salvador Medina Barahona, entre otros, desde esta ciudad y desde otras ciudades hermanas de América y del mundo, incluso desde otras lenguas.

Para hablar de ese examen localizamos muestras, respuestas de los jurados-lectores de algunas de las obras ganadoras de los premios asignados a Manuel Orestes Nieto:

  1. En 1972-73, tras la lectura del libro ganador del Premio Ricardo Miró, Reconstrucción de los hechos, el jurado _compuesto por el Dr. José Guillermo Ros Zanet, Da. Gloria Guardia de Alfaro y el poeta Pablo Antonio Cuadra_ advirtió que ese libro posee «una visión dramática del hombre de nuestra tierra», y que esa visión del poeta es  “inquietante, que perturba, que conmueve.” 

Leo algunos versos con el título de RECONSTRUCCIÓN PARA EL NOMBRE CON EL CUAL NOMBRAR LAS COSAS:

También he dejado tu nombre a la reconstrucción

por eso no lo pronunciamos por ahora

antes tendrá que ser sometido a unas manos carpinteras

a unos ojos de artesanos     de albañil

antes tendrá que hacerse pan

que oler a harina

que desparramarse sobre la ciudad como agua lluvia

tu nombre

habrá que golpearlo contra la madera

llevarlo hasta la tristeza de mi país     hacerle padecer

sacarle el aire

darle un robusto baño de sol

mostrarle la esperanza

la alegría

eso que de un tiempo a esta parte llamamos amor.

tu nombre

pasará por los hospitales

se le darán transfusiones nuevas para su rebeldía

conocerá de cerca la ternura

la hierba

la nostalgia

tu nombre

reconstruido servirá para nombrar las cosas primarias

el gigante crecimiento de este siglo

y el corazón abierto del hombre.

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  • Jurado del Concurso Miró en 1983-84,  la poeta Esther María Osses dijo sobre la obra ganadora en Poesía, firmada por Manuel Orestes: Panamá en la memoria de los mares: “Constituye un fresco poético de la formación histórica panameña. Es la sosegada recuperación de una nacionalidad lograda por medio de un vasto seguimiento de hitos precisos, de poderosa imagen, que permiten una eficaz síntesis de la construcción de la Patria. Su tono es épico, alejado de cualquier estridencia o demagogia. “

Leo el poema número 5 de Panamá en la memoria de los mares:

 5.

Tirada de bruces

con tu blusa azul abierta.

Niña prematura de graves pasiones

sonrisa de yerba a mitad del atardecer

y monumental silencio del llanto a escondidas

en tus años de sirvienta dócil.

Empapada por la desesperación

tenía como cuerda atonal

charca revuelta por la premura

de las descomunales riquezas

que hicieron tu abdomen de mujer en flor

y perforaron la serena transparencia

de tus bahías

y rasgaron tu cielo abovedado

con las puntas de lanza

de los que contrabandearon tu inocencia.

  • En 1996-97, El mar de los sargazos fue premiado por Álvaro Menéndez Franco, Irina de Ardila y Eduardo Hurtado. El jurado  sustentó así:  “Algo novedoso ha ocurrido con la aparición de El Mar de los Sargazos en la poesía panameña.”

En el poema XV llamado AGUAS DEL PORVENIR, se lee:

         

       El Mar de los Sargazos

       rompió sus diques

       y se vació el mar sobre los otros mares,

       sobre todas las costas y confines.

             Los sargazos

       se desplazaron hacia playas intocadas.

             Las olas

       con su vaporosidad y espuma,

       se hicieron también habitantes,

       y todos los ciudadanos del mar

       se concertaron para alcanzar el aire,

             comenzando

       la más lúcida caminata

       hacia los espacios

de la tierra.

4. En el año 2012-13 fue premiado El deslumbrante mar que nos hizo por Erasto Espino y Pável Grushkó, quienes dijeron:

«El deslumbrante mar que nos hizo recibe el Premio Ricardo Miró 2012, sección poesía, a juicio del jurado calificador, en virtud de sus méritos literarios, entre ellos: «la conjugación de una poética que integra temáticas esenciales del Istmo, esbozadas con maestría lírica; temáticas significativas para la formación literaria de la nación panameña». Asimismo, por «una lograda y sostenida metaforización de los referentes evocados en el texto y del propio hablante poético». Por «la presencia de una lectura literaria de la historia que inscribe vectores éticos necesarios, tales como la esperanza transpersonal y de la memoria histórica nacional». Y por «la textualización estética del motivo lírico del mar, como uno de los ejes que expresan la tópica poética panameña».

5. Al recibir en 1975 el Premio Continental Casa de las Américas por su libro Dar la Cara, el jurado exclamó:

Manuel Orestes ha logrado un libro en el cual la eficacia política no le ha restado eficacia poética a ningún poema. Dar la cara, sin embargo, no es un libro compuesto de poemas políticos, sino que cada uno de ellos adquiere esta condición, trátese de recuerdos de la adolescencia, de experiencias amorosas o de cualquier otro tema; la penetradora mirada del poeta ha visto cómo en su país todo está permeado por la influencia deformante de los zonians. Así cada poema queda como un doloroso testimonio, un airado alegato o una viril denuncia de un hombre decidido a dar la cara.”

Quiero hacer mención, asimismo, de la palabra de los estudiantes universitarios que han defendido con fervor sus trabajos de graduación sobre el trabajo del poeta Manuel Orestes Nieto.

En fin:  lo que destaco desde el inicio es que no ha habido silencio alrededor de la obra de Manuel Orestes.  Es imposible. Hay en esta elementos artísticos y humanos que inquietan al lector desde diversos puntos de vista, tanto formales como ideológicos y afectivos─, y lo invitan a confesar qué estremecimientos movieron su agudeza al escribir y releer, y de qué modo distinto percibió sus propios mundos que hago míos cuando leo;  cómo dio respuesta a mis demandas desiguales de la vida.

Y digo que al conseguir un diálogo razonado (aunque disperso), un diálogo nacido en un medio renuente a mantenerse (tras la lectura), la poesía de Manuel Orestes Nieto ha dado un salto hacia la construcción sólida de la literatura panameña y de una sociedad que cultive  y que quiera una buena vida en el mejor sentido: reflexionando sobre su situación, sintiendo a la gente de su época y la historia del ser humano, surcando la mar profunda desde el tiempo, desde la antigua advertencia de la existencia de altamar, en cuyas profundidades pueden haber ido a para las aguas de los ríos. 

Ello significa que si por un lado los artistas y escritores panameños como Manuel Orestes han  armado con sonidos, luces y sombras, con movimientos  y con palabras  una poesía; si el escritor ha ido construyendo con fervor una obra significativa y bella; no ha faltado un lector que nos diga cómo tocaron las palabras su intimidad, y otro que se preguntara de qué manera, con qué materiales, con qué herramientas, guiado por qué pensamiento y desde dónde pudo realizar Manuel Orestes su bello trabajo poético.

Escuchen lo que dice Manuel Orestes Nieto mientras se asimila a sí mismo leyéndose: que su trabajo ha sido por cuarenta y cinco años estimulación y nervio herido dentro y fuera de este pequeño mundo nuestro, cruzado desde millones de años atrás por rutas vegetales y minerales, seres que viajan por aire, tierra y agua, por caminos de oro y de cruces y de veneno.

Todas las rutas, todos los itinerarios, buenos o malos, guardan algo de lo que somos y de lo que hemos sido, se quiera o no se quiera, nos dice, y todos los que  surcaron las rutas marcaron el carácter cargado de humanidad, fuerza y enorme belleza  que puede transmitir la poesía.

También dice textualmente:
Esta poesía “es la rendición de cuentas de una larga jornada que se inició en 1968, y que se asoma ya a su medio siglo.  Aquí están los cuadernos poéticos de ese camino; historias, días acuosos, hierros candentes y amorosos abrazos; la navegación constante en esta placenta acuática donde está enclavada esta tierra delgada; los apuntes de una obsesiva y atenta observación de su luz ambarina: el arribo de la noche y sus misterios; las voces que vienen desde sus espesuras, los dolores, miedos y lutos que aún nos reclaman; las notas perdidas y la memoria ardiente; los inviernos de lluvias inacabables; el eco de antiguas canciones; las olas y las arenas de este filamento de tierra, tropical y Caribe, donde sucedió todo lo que he escrito.  Ha sido un privilegio oficiar la palabra y haber estado en el instante del nacimiento de la poesía.” Manuel Oreste Nieto, Panamá, 2019.

Para terminar leo el poema “Aroma de Eucaliptos”, del libro El mar de los zargazos, y me pregunto:  ¿será que el poeta me descubrió cuando escribía sus palabras nacientes? O ¿soy yo la que, al leer, lo descubro y hago mías aquellas palabras que nacían en un poema?

Aquí estará por siempre

El lugar donde nací,

Este delicado hilo de luminiscencia

Que entró a mis pupilas al nacer

Y salió al morir,

En este privilegiado y amoroso

Filamento de tierra

         Entre dos prodigiosos océanos.

Por: Margarita Vásquez Quirós