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Dra. Hisvet Fernández

Simone de Beauvoir es conocida fundamentalmente por su histórica frase, convertida en hito sobre la identidad femenina, No se nace mujer, se llega a serlo, expresada en su libro El segundo sexo (1949).

Sin embargo, es importante también recordar que planteó que la sexualidad de la mujer no tendría por qué depender de la del hombre.

Esto nos interesa mucho para conversar sobre el placer femenino y cómo este ha sido absolutamente invisibilizado, negado, reprimido, ocultado y convertido en pecado o enfermedad como estrategia de degradación de la sexualidad.

Como herramienta cultural para restarle poder a las mujeres, el placer femenino se ha interpretado, desde la educación sexual hegemónica, como tarea de los hombres con las mujeres, afectando así la salud integral de las mujeres al quedar comprometidas y vulnerables en el goce de su salud sexual, como derecho humano.


La identidad femenina se construye sobre una sexualidad escindida, dividida y excluyente en sus dos dimensiones.

“La sexualidad femenina tiene dos espacios vitales: uno es el de la procreación y otro es el erotismo. Estos ámbitos de la sexualidad son la base de la especialización sociocultural de las mujeres.

En torno a la procreación se construye la maternidad como experiencia vital básica, «natural», como contenido de vida de todas las mujeres, como centro positivo de su feminidad, de su «naturaleza» ” (Marcela, Lagarde 1997)


Por una parte, el lado procreativo es considerado una obligación, un destino para todas las mujeres sin excepción. Todas las mujeres somos madres en potencia y eso nos hace dignas de admiración y así consideradas decentes, cuando es nuestra meta más importante.

Pero el erotismo junto al placer, solo es para algunas mujeres, que se ubican en el lado del mal, consideradas como “mujeres de la mala vida”. Mujeres que están en el lado oscuro de la sexualidad femenina, donde pocas, muy pocas quieren estar.

El erotismo está culturalmente subordinado a la procreación, solo así es perdonado y aceptado en la vida de las mujeres decentes.

Esta es la razón de fondo del por qué a las mujeres no nos educan sobre nuestro cuerpo y sobre nuestro placer.

Nos son negadas las estructuras fisiológicas del placer femenino y así eliminadas de nuestra consciencia y además nos es construida una estructura subjetiva, psicológica, sobre el placer como algo negativo, pecaminoso e indecente que solo está presente en el lado oscuro de la feminidad.

No encontramos en los libros de texto de ningún nivel educativo, ni en los programas específicos de la Educación Sexual Integral, estos temas, profundamente abordados, el piso pélvico, el clítoris, la vulva y el circuito cerebral del placer: nervios que intervienen en el placer sexual, que son espacios importantes del cuerpo femenino y mucho menos reivindicando su función placentera.

Esta información nos daría una autonomía sobre nuestro cuerpo y nuestras necesidades no solo corporales, sino como seres sociales, como ciudadanas de derecho que a la cultura patriarcal no le conviene.

Las mujeres cuando hacen consciencia plena de su cuerpo y de la piel donde habitan adquieren un nivel de autonomía y consciencia que contrasta con la sumisión y con el control de sus vidas, necesarias para el patriarcado.

La educación sobre el placer femenino es un camino expedito para el llamado hoy empoderamiento real de las mujeres, es decir, la toma de consciencia de sí mismas y para sí mismas.

Hablaremos en otras entregas, de cada una de estas estructuras del placer femenino para contribuir con la salud sexual de las mujeres.

Dra. Hisvet Fernández

Psicóloga Social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 

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