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Por: Hisvet Fernández, psicóloga

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
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Los trabajos de cuidado pueden ser variados, y han sido atribuidos históricamente a las mujeres, con base a estereotipos sexuales de género. Implican la participación en actividades de cuidado de niños, niñas, adolescentes, de la 3ra edad, discapacitadas y enfermas y otros seres vivos como animales y plantas.

Implican las actividades de mantenimiento de la vida: dar de comer, hacer dormir, llevar al médico, dar medicación, acompañar, asear, transportar o atender en general las necesidades de quienes están bajo esos cuidados o los necesitan.

Estas tareas de cuidado varían según las personas que están siendo atendidas, ya que las necesidades, son diferentes. Y también si el cuidado se hace con carácter personal o desde una organización o el Estado. Cuando nos referimos a cuidar personas con enfermedades discapacitantes en contextos de sufrimiento y estrés prolongado, necesitamos enfoques mucho más integrales.

El acompañamiento en estos casos implica necesariamente un acercamiento genuino e integral a la persona, su historia en particular, la red de apoyo con la que ha contado y cuenta.  Además, quien cuida, a personas con estas condiciones, debe manifestar capacidad de amor compasivo y empático para comprender la situación particular. Esto se expresa en practicar una escucha activa, de sus necesidades, sus requerimientos y sus demandas concretas, en el contexto en el cual se ha desarrollado su enfermedad y cómo le ha afectado de manera integral.

Las personas atendidas bajo cuidados con enfermedades, en general, necesitan ser vistas como seres capaces de tomar decisiones y de orientar el camino de sus cuidados.

Entender que las enfermedades todas, pero en particular las discapacitantes, tienen efectos en todas las dimensiones humanas: física, emocional, social, económica y que afecta también los espacios de relacionamiento: individual, de pareja, familiar y comunitario.

En los casos de las personas que por carencias económicas y sociales no han recibido la atención adecuada ni oportuna a sus enfermedades y les ha costado mucho esfuerzo el diagnóstico, atención y tratamientos, hay que reconocer las razones sociales que complican sus padecimientos. En estos casos las enfermedades raras y todas las limitaciones asociadas a estas, forman una población de personas que necesitan contextualizar muy bien sus particulares situaciones.

El enfoque psicosocial sirve para explicar y abordar la situación de las personas enfrentadas a contextos de trauma psicosocial y promueve el replanteamiento de teorías y creencias generalizadas, desde las cuales se interpretan, explican o manejan los padecimientos emocionales y las heridas que se generan en las personas. No restringiéndolas a una mirada reduccionista o de clasificación como trastornos mentales, de acuerdo a determinados signos y síntomas que se pueden identificar como tales. Esto es una manera de revictimizar y por esto el enfoque psicosocial es el enfoque adecuado para atender las tareas de cuidados para personas con enfermedades crónicas, degenerativas y discapacitantes.

La categoría de “trauma psicosocial” de este enfoque, explica que la herida emocional que afecta a las personas, en estas situaciones de precariedad de salud, ha sido producida socialmente; es decir, sus raíces no se encuentran en la persona, sino en la sociedad.

Y por ende el trauma psicosocial que se genera en estas personas tiene la particularidad de que se mantiene, o por el contrario se atenúa, en la relación que se construye entre la persona y la sociedad y una red de apoyo confiable. Este enfoque nos permite centrarnos en la persona enferma y que los cuidados de personas con enfermedades raras, crónicas y discapacitantes, tengan como objetivo atenuar las carencias de manera integral que han producido sus heridas, como consecuencia de sus enfermedades y de las limitaciones que han sufrido para su atención. Para ello se necesitan organizaciones y personas, que no solo tengan el impulso emocional y motivacional de sus creadoras o fundadoras, sino que estas personas deben saber el compromiso que asumen para cuidar integralmente a personas con heridas en todas sus dimensiones.

Es muy importante la formación y la sensibilidad humana para asumir estas tareas de cuidados, de manera integral, centradas en las personas que están siendo cuidadas y no en los beneficios que estas tareas puedan derivar, a sus cuidadoras.

Porque la herida causada por la vivencia prolongada del estrés por la falta de atención y el miedo a morir genera una afectación que dependerá de la peculiar vivencia de cada quien. Y que los cuidados manejados de manera frívola pueden ser contraproducentes y afectar, más que beneficiar, a las víctimas.

Por: Hisvet Fernández, psicóloga