¿Por qué contar desde allí y no desde aquí? Alejandra Pizarnik, en su poema 23 de Árbol de Diana, decide situarse en el subsuelo y nos sugiere que «puede ser una visión del mundo«
Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]

Reseña por: Pedro Crenes Castro

Si el escritor se situara más allá o más acá del punto de vista que ofrece en su obra le pasaría como a la Tierra respecto del Sol: sería inviable, no existiría
Los motivos de la mirada: apuntes desde el subsuelo narrativo
23
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos
Alejandra Pizarnik
1
El punto de vista revela más de lo que queremos reconocer. Los escritores nos retratamos cada vez que elegimos: en literatura nadie debe creerse exorcizado de todos sus demonios o libre de sus fantasmas. Sábato habla de «oscuras motivaciones que llevan a un hombre a escribir seria y hasta angustiosamente sobre seres y episodios que no pertenecen al mundo de la realidad…»
¿Por qué contar desde allí y no desde aquí? Alejandra Pizarnik, en su poema 23 de Árbol de Diana, decide situarse en el subsuelo y nos sugiere que «puede ser una visión del mundo», ofreciendo un lugar desde donde mirar lo que nos rodea, la “realidad”, que entrecomillaba Nabokov. Es «la belleza de los abismos» que señala Sábato, una posición, por qué no, para ver mejor.
Un motivo quizás sea «hacer ver al lector», lo que no deja de ser una soberbia no reconocida. No escribimos solo por placer, por onanismo estético, necesitamos del «otro», del que se asoma. Miramos desde aquí para que los demás pasen y vean, para que se asombren o se rían, para que se vean desde la alcantarilla. Escribir es una manera de mirar, es un modo de «hacer ver» aunque nos hagamos los inocentes.
En la mente del escritor cae una lluvia recia y pareja: sus truenos, relámpagos y frío copan la atmósfera, es de una perfección destructiva. Y entonces, desde allí, elegimos contar, queriendo que el lector se arrime y nos corrobore que sí, que es la tormenta perfecta. Queremos no estar solos en ese punto de vista, queremos no ser los únicos en mirar ese ángulo de nuestra angustia vital. Y ya no nos sentimos solos: podemos seguir angustiados, pero no solos.
2
¿Y Dostoyevski? Escribe Apuntes del subsuelo en 1864 y se apresura a advertirnos (o a inquietarnos) antes de empezar a leer, que aunque autor y apuntes son ficticios, ello no quita que «puedan existir y aun deban existir personas como el autor de estos apuntes». Es una invitación a situarnos en esa mirada para encontrarnos con una conexión directa con el subsuelo de nuestra personalidad.
Si el escritor se situara más allá o más acá del punto de vista que ofrece en su obra le pasaría como a la Tierra respecto del Sol: sería inviable, no existiría. Es lo que le pasa a nuestra obra: sin la exacta mirada no sería, o sería otra necesariamente (yo me inclino por la no existencia, como la Tierra), lo que revela una motivación voluntaria de situarnos a esta exacta distancia para producir en el lector este precio terror, esta exacta alegría, esta terrible nausea y no otra.
Este «ser subterráneo» que quiere Dostoyevski que miremos en su «madriguera», ya no distingue lo «real» de lo que es ficción. Su enfermedad es ahora la nuestra, alcanzamos a verla y a diagnosticarla desde el punto de vista del narrador, que no es más que el sicario de tinta del autor, que nos sitúa donde quiere.
3
«Cada uno tiene un mineral en su interior, nace de las obsesiones y de los sueños y se consolida en la mirada, casi en el color del iris: no es la realidad pero ha pasado a formar parte de la realidad de todos».
Esto lo escribe Ernesto Pérez Zúñiga. Bueno, lo dice Montenegro, un profesor de literatura, ¿o lo leyó en el manuscrito del escritor secuestrado en aquel sótano? Ese es El juego del mono, que también es una novela de Ernesto, que es una mirada motivada por las lecturas, que es la mirada que yo tengo, que es el punto exacto desde el que quiero que miren, a ver si soy solo yo o son ustedes, o todo es mentira o todo es verdad o son todo grises coloridos.
El mineral que tenemos dentro nace de las obsesiones y los sueños y, lo que es fundamental, «se consolida en la mirada», en el punto de vista, en la motivación: ya no se puede esconder el escritor, lo delata el color de su iris, el color de sus motivaciones para narrar desde aquí y no desde allí. Una mirada narrativa eficiente produce «realidad», que pasa a ser parte de la vida de todos aunque todo sea mentira, aunque todo sea cuento.
Y la mirada se pulveriza desde aquel cierto punto de vista, el de la alcantarilla. Persiste la rosa, la belleza, y nacen las historias.
Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña | [email protected]

Pedro Crenes Castro (Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.