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Por Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
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@psicohisvetfernandez

En la historia humana desde el pasado clásico hasta hoy tanto la religión como la ley y la ciencia en sus discursos, han afirmado la inferioridad de las mujeres respecto al varón. Siempre dividiendo en dos a la especie humana: dos mundos, dos cuerpos, dos razones, dos morales, dos leyes y hasta dos éticas.

El Patriarcado, como sistema siempre ha sostenido e impuesto, la autoridad masculina desde todas sus instituciones: el matrimonio, la familia, la escuela, las leyes, la cultura, sobre las mujeres y sus hijos e hijas.

El argumento ha sido la división natural sexual del trabajo presente desde la comunidad primitiva humana. Sin tomar en cuenta que aquella división no implicaba privilegios para los hombres ni discriminación contra las mujeres. Era tan solo una división basada en las diferencias entre funciones y procesos de los cuerpos, sin que esto significara ni privilegios para unos ni discriminación alguna para otras.

La norma heterosexual, como norma sexual ha especializado a los hombres para la producción, asociándolos con el trabajo y la cultura y a las mujeres para la reproducción, asociándolas con la naturaleza, con su biología corporal, con sus “instintos”.

La Familia Patriarcal considerada la célula de la sociedad, especializa a hombres y mujeres para estas funciones con las especificaciones de esta norma heterosexual.

Las mujeres y los hombres son definidos a partir de su sexo biológico al nacer y así se construye el ser, el sentir, el pensar, el qué hacer y el dónde estar de cada sexo. Es decir, se edifica el género de hombres y mujeres, desde que nacen, marcando las personalidades humanas, por la oposición, la dominación y la violencia de los hombres sobre las mujeres.

Al definir a las mujeres por su función reproductiva se generaliza a todos los aspectos de ellas, las características apropiadas para esa función biológica de concebir y parir, como son la domesticidad, sumisión, dulzura, pasividad, ser para otros, abnegación, sacrificio, empatía y otras.

Quedan las mujeres reducidas al espacio privado y con los trabajos del Cuidado como su única y exclusiva responsabilidad.

De allí que las mujeres asumimos una Ética, desde esa práctica de vida, que nos permite hacer juicios concretos, particulares y relacionales, juicios concretos y particulares, construyendo la Ética del Cuidado y esta es la ética que sostiene el Feminismo. Una Ética diferente a la Ética de la Justicia, que está basada en la razón abstracta y el juicio abstracto que pretende ser ciega ante la particularidad de cada quien y es la ética del espacio público y por lo tanto en la que son formados los hombres.

Se trata de entender la reproducción como la REPRODUCCIÓN SOCIAL AMPLIADA DE LA VIDA y los trabajos de cuidados correspondientes a esta (cuidar a otros, atender sus necesidades personales materiales e inmateriales, ayudar y educar a niñas/os, asear los hogares, alimentar a las familias, gerenciar y atender la salud, hacer las actividades comunales, atender la recreación de las familias y más) como actividades humanas necesarias para el mantenimiento de la vida y la existencia de la vida social.  

Asumir y reivindicar la importancia de estas acciones y sentimientos, que las acompañan, para las relaciones humanas como elementos éticos y morales necesarios para la vida humana en sociedad.  

Los trabajos del cuidado al ser considerados como componentes éticos de la vida humana en sociedad, tanto de mujeres como de los hombres nos están hablando de una nueva Ética para todas y todos. Convertir el CUIDADO en una política social para construir ciudadanía y no en una obligación o elección individual-privada de las mujeres es parte de los objetivos éticos del Feminismo.

Pasa, por entender que la Ética del Cuidado es una Responsabilidad Social, es un asunto Público y que la Ética de la Justicia, esa del juicio abstracto de la razón, debe llegar al ámbito de lo privado. Justicia en la casa y en la calle para todas las personas. Es avanzar hacia una sociedad diferente de las que hasta ahora, hemos conocido. Una sociedad donde las diferencias no se convierten en discriminaciones y donde el Cuidado nos competa a todos y todas como responsabilidad ciudadana.