Marilynne Robinson (1943) es una de las voces literarias más peculiares e influyentes de Estados Unidos. La publicación de Gilead (reconocida con el National Book Critic Circle Award 2004 y el Premio Pulitzer
2005), constituyó su primera indagación en la existencia de unos pastores protestantes, habitantes de una zona rural. Las siguientes tres novelas suyas, En casa, Lila y Jack narran las vidas de personajes y familias que aparecen en Gilead, aunque cada una es una narración autónoma, de cultivada y honda belleza
Presentación: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional
Amigos lectores:
I.
En septiembre de 2015, el presidente Barak Obama entrevistó a Marilynne Robinson en la sede de la Biblioteca Estatal de Iowa. Se dijo que Obama había “sacado” a Robinson del anonimato. Al mes siguiente, el intercambio apareció en dos ediciones consecutivas de The New York Review of Books.
II.
Sin embargo, desde años antes, Marilynne Robinson (1943) ha sido una premiada ensayista y narradora que, con la publicación de su primera novela en 1980, Housekeeping, recibió el premio PEN/Hemingway. Durante más de dos décadas, Robinson, Doctora en Literatura Inglesa, se hizo de un extendido prestigio como autora y conductora de un famoso taller de escritores en Iowa. Lo ha repetido: es esencialmente cristiana, afiliada a la iglesia congregacionalista y, desde ese lugar de la fe, escribe ensayos y novelas y, eventualmente, predica.
III.
Cuando reapareció en 2004 con la novela Gilead recibió el National Book Critic Circles Award 2004 y el Premio Pulitzer 2005. En 2008 apareció Home, que le valió el Orange Prize como mejor novela de ficción. En 2010 fue elegida miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias. En el 2014 apareció Lila, que se constituyó en una suerte de acta de consagración. A continuación, en 2020, apareció la que debe ser su obra maestra: Jack.
III.
Robinson inventa una localidad rural, Gilead, y dos familias protestantes, los Boughton y los Ames, una presbiteriana y la otra metodista, vecinas, que conocen la Biblia y la llevan en la memoria, los pensamientos y en la conversación. Las cuatro novelas son como partes de un mosaico: el pequeño, intenso y peculiar mundo de Gilead. No son ficciones “para leer como quien mastica un chicle” (frase de Cynthia Ozick). No hay recetas, ni prisas, ni habilidosas eficacias. Los asuntos en tensión, por ejemplo, son la redención, la imposibilidad de juzgar, la interpretación de algunas partes de los Evangelios, el disturbio interior que provoca en estos creyentes de vidas apacibles, el regreso, tras veinte años desaparecido, de Jack Boughton, un hijo pródigo.
IV.
En la literatura estadounidense, que ha producido una habitada galería de personajes masculinos inolvidables, Jack Boughton tiene una categoría excepcional. En las últimas líneas de mi comentario, me he atrevido a comparar su complejidad -su constante ir y venir entre la luz y la sombra, su inagotable capacidad de desconcertar a los demás y guardar coherencia consigo mismo-, con la complejidad del Humbert Humbert creado por Vladimir Nabokov o la del Nathan Zuckerman creado por Philip Roth. Sospecho que Boughton podría tomarse un café con Humbert y Zuckerman y los cargaría de inquietud.
V.
Adolfo Castañón, David Noria y Guillaume Pierre han editado Alfonso Reyes en Paris, 1925-1927, generosa publicación que trae ensayos de los tres mencionados, de cuatro invitados –Víctor Barrera Enderle, Fabienne Bradu, Javier Garciadiego y José Luis Martínez y Hernández-, textos del propio Reyes, más de retratos e imágenes que enriquecen el libro. La página 4 reproduce un ensayo de Castañón (“Alfonso Reyes llegó al ‘incomparable París’ el martes 14 de octubre de 1924, procedente de México, donde había estado varias semanas. Iba acompañado de Manuela Mota y de su hijo, tenía 35 años y desde octubre de 1920 se había reintegrado al servicio diplomático en Madrid, luego de una década de actividad independiente y de su desprendimiento del Servicio Exterior Mexicano en septiembre de 1914”).
VI.
En la página 5 se ofrece uno del regiomontano, titulado La liberación de París (“Tras las catástrofes que hemos padecido, y si es verdad que queremos reorganizar el mundo, hará falta el toque del genio francés para dar a las instituciones esa coherencia que nunca pierde de vista el anhelo teórico, antes lo enlaza graciosamente con las posibilidades prácticas. Sin la presencia catalítica del espíritu francés, testigo de mayor excepción, tememos que el mundo pierda algo. Porque Francia ha sido «la maestra de dibujo entre las naciones». Hay exacerbación de planes y proyectos para el día de mañana. El dibujo francés, transflorado a modo de calco, puede todavía dar normas de viabilidad o de convivencia”.
VII.
Edgar Cherubini Lecuna comenta la celebrada novela de Eric Vuillard (Francia, 1968), El orden del día, ganadora en 2017 del Premio Goncourt. La historia -suerte de novela corta o largo relato- se interna en temas peliagudos, por ejemplo, el vínculo de las grandes empresas alemanas con Hitler: “En la reunión con los 24 grandes capitanes de la industria y la banca alemana, apenas a un mes de que Hitler fuera elegido canciller, el rudo Hermann Goering les dirige un exhorto sin sutilezas: “Caballeros, acaban de escuchar al canciller Hitler, queremos una victoria en las elecciones del 5 de marzo para estabilizar la economía de Alemania, erradicar a los comunistas y opositores y eliminar a los sindicatos para restaurar el poder del empresariado. Les pido que aporten lo suyo sin chistar”. Siete días después, del Parlamento (Reischstag) solo quedaban cenizas y Hitler, que comenzó a gobernar gracias a un decreto de emergencia, se erigía como dictador”. Página 6.
VIII.
“Como toda novela que se respete, la de Bello es varias cosas: Bildungsroman, novela bélica, libro de aventuras como los de Lawrence de Arabia o Nogales Méndez, de denuncia política, de búsqueda interior y, sobre todo, la crónica de una larga huida. Porque, en efecto, aparte de la búsqueda de una identidad, extraviada en una fecha tan lejana como la que marca la expulsión de los sefardíes de España, la novela es, en verdad, el recuento de un gran escape”. Escribe Alejandro Oliveros sobre Sacramento de la guerra, de Ricardo Bello Toledo, publicada por la Editorial Kálathos. Página 7.
IX.
María Cristina Capriles nos cuenta de El escritorio de Bengala, sexta novela de Elisa Arráiz Lucca: “Está basada en hechos reales, con algo de ficción. Trata de los antepasados y contemporáneos de dos largas familias sobre las que Elisa Arráiz Lucca investiga y delinea los personajes de cada linaje. Temporalmente se conocen ocho generaciones, tratadas en la novela: los personajes más importantes vivieron su vida real y los hechos históricos de su momento, los padecieron o los disfrutaron según el bando en el que se encontraban. La vida de los personajes principales, hacendados, y la de los secundarios, aquellos que se mueven a su alrededor, son o no ficción”. Página 8.
X.
Llegados a este punto, salimos de la narrativa y nos desplazamos a las artes visuales, en concreto, a las exposiciones de Paolo Gasparini, Fuera de moda y Caracas a vuelo de pájaro. Fotografías de mediados del siglo XX, organizada por la Universidad Católica Andrés Bello y El Archivo. Ambas permanecen abiertas desde finales de noviembre. Reproducimos textos de Johanna Pérez Daza (un fragmento) y de Rafael Castillo Zapata: “oportunamente Victoria de Stefano, cuando eran “completamente contemporáneas, estas fotos venían cargadas de una gran fuerza agresiva. Ahora que ya no son contemporáneas, su impacto ha cambiado de signo, un signo menos épico, más fantasmal y desolador. Los lazos entre la imagen y lo que documenta se han hecho más blandos, menos obvios, menos compacta, más sosegada la aleación entre lo real y lo representado. Desde el momento en que cubren tres generaciones, para la primera y quizás parte de la segunda generación estas fotos se han vuelto históricas, incluso arqueológicas en relación con el ejercicio afectivo de intentar poner pie en los recuerdos. Para la segunda y tercera generación, y no se diga la siguiente, son y serán simple e incuestionablemente prehistóricas”. En las páginas 9 y 10.
XI.
Todo lo bueno, amigos lectores.
Nelson Rivera
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