Nos unimos a la celebración de un nuevo aniversario del diario El Nacional con la publicación del especial del Papel Literario. Las siguiente son palabras de Nelson Rivera que ofrecen un resumen del viaje literario por sus páginas:
Amigos lectores:
El Nacional acaba de cumplir 79 años. Hay en la frase algo difícil de creer: cómo es que después del brutal acoso de los últimos años, la persecución tribunalicia que mandó a Miguel Henrique Otero y a otros directivos al exilio, el bloqueo de la página web por parte de Conatel, el asalto militar y expropiación de la sede en Los Cortijos de Lourdes, cómo es que el diario -desde finales del 2018 solo en formato web-, continúa adelante.
Pero este “continúa adelante” no es vegetativo ni inercial: está inscrito en varios hechos excepcionales, de los que mencionaré solo dos.
De una parte, la consolidación de una lectoría de volumen extraordinario: más de medio millón de lectores únicos. Internautas que encienden su computadora o su dispositivo y se conectan con la web de El Nacional.
El otro elemento, que inevitablemente tendrá repercusiones editoriales en los próximos años, es que El Nacional ya no es un diario leído primordialmente en Venezuela. Ahora la demografía de sus lectores es otra: está distribuida, de forma concentrada en América Latina y Estados Unidos, y también, en menor medida, en Canadá, Europa, Australia y países del Medio Oriente: a donde quiera que han ido a parar los exiliados y quien han sido forzados a emigrar.
El Papel Literario, que tiene en El Nacional un poderoso paraguas, también ha crecido en la web y en la distribución geográfica de sus lectores. Todo lo anterior sin sumar lo que aporta la circulación del PDF, impulsado hasta un punto que no conocemos, gracias a la generosidad de ustedes los lectores, que lo reenvían a sus respectivas bases de datos. Lejos de ser una estructura en declive, a El Nacional le toca ahora responder a la pregunta de cómo afrontar la cuestión del crecimiento del campo de oportunidades editoriales, en el camino hacia sus 80 años, que celebrará en el 2023.
En las tres primeras páginas de este PDF reproducimos dos capítulos consecutivos de la biografía que Argenis Martínez (1943-2022), discreto y fundamental actor de El Nacional en las últimas décadas, dedicó a Miguel Otero Silva, y que se publicó en el 2006, como parte de la Biblioteca Biográfica Venezolana, creada por otro venezolano que debemos recordar por sus estrechos vínculos con la historia de El Nacional: Simón Alberto Consalvi.
Los capítulos en cuestión son los dedicados a Otero Silva y la fundación del diario.
El historiador Tomás Straka -que ha presentado en días recientes un magnífico ensayo biográfico dedicado a Raúl Leoni (1905-1972), acompañado de un segundo volumen, en el que diez especialistas analizan su período gubernamental-, escribe Elogio de Guillermo Morón (1926-2021), historiador, investigador, escritor, editor, empresario, profesor universitario y Premio Nacional de Literatura 1990.
Dice Straka de Guillermo Morón: “Si una vida fue amplia y generosa, fue la suya. Sus vocaciones, intereses e increíble capacidad de trabajo (a veces 20 horas al día) parecen ser los de varios hombres sumados en uno solo. Todo indica que fue capaz de alcanzar sus sueños, o al menos una parte fundamental de los que empezó a pergeñar desde su pupitre de escolar en Carora. Escribió mucho, lo que es la felicidad para quien ama escribir, y fue leído y en general celebrado. Creó y fomentó instituciones. Tuvo éxito como editor, como gerente y como empresario”. Está en la página 4.
Los Cuentos grotescos de José Rafael Pocaterra (1889-1995) se publicaron en 1922. El centenario le sirvió a un grupo de autores, coordinados por Jesús Piñera, para recordar al hombre múltiple que fue periodista, diplomático, funcionario público, parlamentario, preso político (experiencia que será determinante para concebir sus Memorias de un venezolano de la decadencia), exiliado y mucho más.
Además de un texto suyo, José Rafael Pocaterra ante la historiografía, el dossier incluye Memorias de un venezolano de la decadencia. Dos pilares: testimonio y léxico, de Fanny Ramírez; Sobre el costado historiográfico de Memorias de un venezolano de la decadencia, de Omar Osorio Amoretti; y Pocaterra, memoria y cuenta de una gestión, de Argenis Zuloaga. A lo anterior sumé el ensayo de María Josefina Tejera, Las Memorias de José Rafael Pocaterra: una radiografía de la sociedad venezolana, publicado en el Papel Literario, el 30 de agosto de 1998. Dice allí Tejera:
“Durante su vida Pocaterra desarrolló dos aspectos que se enlazan y se tocan mil veces. Fue un político y fue un escritor. Aunque ejerció el poder como ministro, como gobernador y embajador, su figura resalta como la del luchador que de mil formas se opuso al dictador Juan Vicente Gómez. Escribió artículos en los que invitaba a los lectores a meditar sobre las realidades de nuestro país y de nuestro continente, tanto en la prensa local como después en los periódicos internacionales.
Concibió novelas y cuentos en los que los personajes son lo más parecido a los diferentes tipos que poblaban nuestras ciudades para así, en el curso de estas obras de ficción, ofrecer posibles explicaciones a nuestra manera de ser y desde luego, proponer posibles causas a nuestras realidades. Y escribió un libro singular, que no es ni ensayo ni ficción: Memorias de un venezolano de la decadencia que le deparó un lugar destacado entre los hombres más importantes del siglo XX. Pero también tomó parte en conspiraciones contra la dictadura que le costaron la cárcel y luego el exilio”.
Hace tres semanas, la revista digital Encuentro Humanista -dirigida por Julio César Moreno León, y cuyo Consejo Editor está conformado por Macky Arenas y Marcos Villasmil– publicó en su cuarta entrega (julio) un dossier dedicado al primer año del 11J, día del 2021 en que se iniciaron las jornadas de protestas en contra del castrismo y la dictadura de Díaz-Canel. De los varios que lo componen, escogí tres que están reproducidos en las páginas 9 y 10: 11 de julio, un año después, de Armando Durán:
La protesta, que en ningún momento dejó de ser pacífica, se había iniciado a primeras horas de esa mañana en la plaza de la Iglesia y calles adyacentes de San Antonio de los Baños, pequeña ciudad de alrededor de 35 mil habitantes, 26 kilómetros al suroeste de La Habana. Las imágenes de una multitud de jóvenes que tomaron por sorpresa a gobernantes y gobernados con su airada manifestación de protesta fueron transmitidas en vivo y en directo por los propios protagonistas del drama y constituyeron una cabal expresión del colectivo malestar ciudadano.
Por esa simple y amenazante causa, aquel arrebato callejero se extendió de inmediato a La Habana y a varias decenas de ciudades y pueblos de la isla como un reguero de pólvora. Contundente razón, señaló Yoanis Sánchez en nota publicada el lunes pasado en el periódico digital 14 y medio, para recordar que aquel 11 de julio los cubanos “nos comimos el miedo”.
También, 11-J: venezolanos y cubanos contra el totalitarismo, de Marcos Villasmil (“Lo que está en juego en ambos países es la democracia no solo como concepto, sino como expresión vivida de los valores esenciales de la persona humana.
Por ejemplo, no puede analizarse el futuro de Cuba, hoy ausente del grupo de naciones libres, sin entrar a discutir de qué hablamos cuando hablamos de democracia”), y Por qué se rebelan los cubanos, de Lilian Guerra (“Cuando investigué en los archivos nacionales y provinciales de Cuba por primera vez, hace 27 años, me planteaba a diario la pregunta de por qué los cubanos se rebelan. Era el tema principal del periodo que estudiaba: desde finales del siglo XIX hasta principios de la década de 1930. Tras 30 años de lucha por la libertad y la soberanía frente a España y luego bajo condiciones neocoloniales gracias a las múltiples intervenciones militares y diplomáticas de Estados Unidos, los cubanos lanzaron cinco movimientos revolucionarios contra el Estado, innumerables huelgas y protestas desarmadas para reformar o derrocar a un gobierno nominalmente democrático y popular que respondía más a los inversores extranjeros y a su propio poder que al pueblo”).
Van mis buenos deseos para todos.
Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional