Según el World Obesity Observatory, Panamá está en el número 30 de 200 países, con un porcentaje de 37.1% de la población adulta mayor de 18 años. Estados Unidos ocupa la posición número 10
Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI

La Dra. Karen Courville es egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá. Realizó estudios en Medicina Interna y Nefrología en el Complejo Hospitalario Dr. Arnulfo A. Madrid. Tiene un Fellow en Investigación Renal del Instituto Mario Negri en Bérgamo, Italia. Investigadora del Instituto de Ciencias Médicas de Las Tablas. Miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI)
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde 1975, la obesidad casi se ha triplicado en todo el mundo. Este aumento se observa tanto en países desarrollados como en aquellos en desarrollo, lo que refleja cambios en los estilos de vida, la alimentación y la actividad física a nivel mundial. La obesidad es un factor de riesgo importante para enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión arterial, enfermedad coronaria, accidente cerebrovascular, dislipidemia y diabetes.
La obesidad es una enfermedad compleja que involucra múltiples factores, incluidos la genética, el entorno y el comportamiento.
A nivel celular, la obesidad se caracteriza por hipertrofia e hiperplasia de los adipocitos (células grasas); inflamación crónica de bajo grado del tejido adiposo, que contribuye a la resistencia a la insulina y otras complicaciones metabólicas; alteraciones en el metabolismo de lípidos y glucosa, con un aumento de la lipólisis, lo que conlleva a un aumento de ácidos grasos libres que se acumulan en tejidos no adiposos, como el hígado y el músculo, generando un estado de lipotoxicidad.
La resistencia a la insulina, producto de esta lipotoxicidad, induce la hiperinsulinemia compensatoria o aumento en la producción de insulina. Con el tiempo, las células beta del páncreas, encargadas de la producción de insulina, se agotan, y se produce diabetes tipo 2.
La obesidad se considera un estado inflamatorio debido a que el tejido adiposo visceral es metabólicamente activo y libera adipoquinas (citoquinas inflamatorias del tejido adiposo) que contribuyen a la inflamación y la resistencia a la insulina.
Obesidad y enfermedad renal

La obesidad aumenta el riesgo de enfermedad renal crónica (ERC) y puede acelerar su progresión. En pacientes con ERC, la obesidad puede complicar el tratamiento con diálisis peritoneal, hemodiálisis y trasplante renal. En diálisis peritoneal la obesidad abdominal puede dificultar la infusión y el drenaje del líquido de diálisis; en hemodiálisis el acceso vascular puede ser más difícil en pacientes con obesidad; y en trasplante renal la obesidad aumenta el riesgo de complicaciones quirúrgicas y postoperatorias.
Manejo multidisciplinario

El manejo de la obesidad requiere un enfoque integral que incluya cambios en el estilo de vida (dieta saludable y actividad física regular); terapia conductual para abordar los factores psicológicos y emocionales que contribuyen a la obesidad; tratamiento farmacológico en algunos casos, con medicamentos para ayudar a controlar el apetito y promover la pérdida de peso y tratamiento quirúrgico para casos de obesidad severa o cuando otros tratamientos no han sido efectivos.
El paciente debe tener un médico de cabecera que se encargue de identificar y tratar las comorbilidades asociadas a la obesidad, como hipertensión, diabetes, dislipidemia y enfermedades cardiovasculares.
El especialista en endocrinología es el médico que evalúa el estado general del funcionamiento hormonal del cuerpo, que forma parte importante del metabolismo de las grasas. Mediante una evaluación del panel hormonal, el estado de glucosa, la ganancia o pérdida de peso, este médico podrá iniciar manejo médico para abordar esta enfermedad.
Los nutricionistas son los encargados de la evaluación nutricional. En este punto se realiza un análisis de los hábitos alimentarios y el estado nutricional del paciente y se diseñan planes de alimentación personalizados y equilibrados, adaptados a las necesidades y preferencias del paciente. Además, brindan educación sobre alimentación saludable, control de porciones y manejo de antojos; ayudan a los pacientes a desarrollar habilidades para tomar decisiones alimentarias saludables a largo plazo; brindan apoyo y motivación a los pacientes para mantener hábitos alimenticios saludables; y realizan un seguimiento regular para evaluar el progreso y ajustar el plan de alimentación según sea necesario.
Existe una conexión entre obesidad y salud mental. Algunos pacientes tienen problemas psicológicos comunes no graves, pero que muchas veces ameritan tratamiento o seguimiento.
El apoyo psicológico o psiquiátrico puede ser fundamental para abordar los problemas emocionales subyacentes que contribuyen a la obesidad; desarrollar estrategias de afrontamiento saludables para manejar el estrés y las emociones; mejorar la autoestima y la imagen corporal; tratar trastornos de la conducta alimentaria; aumentar la motivación y la adherencia al tratamiento; y a ayudar a generar estrategias para romper círculos viciosos de alimentación.
Estos pacientes pueden sufrir de depresión, debido a factores como la imagen corporal negativa, la discriminación y los cambios hormonales; ansiedad, debido a la preocupación por el peso, la salud y el juicio de los demás; baja autoestima, debido a la estigmatización social; trastornos de la conducta alimentaria que pueden estar asociados con trastornos el atracón o la alimentación emocional; y aislamiento social, con sentimientos de vergüenza y discriminación.
El apoyo psicológico ofrece técnicas de terapia conductual para ayudar a los pacientes a cambiar hábitos alimentarios y de estilo de vida poco saludables; y estrategias de afrontamiento para manejar el estrés y las emociones sin recurrir a la comida; en un espacio seguro y de apoyo para que los pacientes expresen sus emociones y preocupaciones, mejoren su auto estima y la imagen corporal.
El apoyo psiquiátrico consiste en evaluación y diagnóstico de trastornos psiquiátricos que pudieran estar asociados con la obesidad, como la depresión mayor, el trastorno de ansiedad generalizada y el trastorno bipolar. Dependiendo de la necesidad, prescriben medicamentos para tratar los trastornos subyacentes, cuando sea necesario; monitorean la eficacia y los efectos secundarios de los medicamentos; y proporcionan terapia, cuando es necesario, para los trastornos psiquiátricos.
El equipo quirúrgico se encarga de realizar procedimientos como cirugía bariátrica o bypass gástrico, gastrectomía en manga o banda gástrica ajustable. Usualmente el equipo escoge el procedimiento que mejor se ajustará al paciente, según su biotipo, enfermedades crónicas y otras necesidades.
Cómo podemos ayudar a los pacientes: el papel del Estado

Según el World Obesity Observatory, Panamá se sitúa en el número 30 de 200 países, con un porcentaje de 37.1% de la población adulta mayor de 18 años. Estados Unidos ocupa la posición número 10.
En estudios que se han realizado en donde se evalúan las causas más importantes para no obtener o mantener el tratamiento, la financiación del tratamiento fue una barrera declarada. En una encuesta realizada a participantes de 37 países, el 54% afirmaron que la financiación principal para el tratamiento sería proporcionada por el paciente (pagos de bolsillo). Sólo en cuatro países (6%) los encuestados afirmaron que la financiación gubernamental o de los seguros era el principal medio para pagar el tratamiento. Varios encuestados añadieron que los tiempos de espera tardaron mucho en recibir tratamiento financiado. Es probable que la falta de formación y de directrices profesionales estén relacionadas con la falta de reconocimiento de la obesidad como enfermedad, ya sea por las autoridades gubernamentales o por los proveedores y financiadores de servicios de salud.
Es importante recordar que la obesidad es una enfermedad crónica que requiere un manejo a largo plazo. Se debe brindar acceso a programas de pérdida de peso y tratamiento especializado: eso solo se logrará con apoyo del Estado, en donde se promueva la educación sobre la obesidad y sus riesgos para la salud, y en donde se fomenten estilos de vida saludables en la comunidad, iniciando en la escuela, para que estos hábitos sean permanentes y contribuyan a disminuir la prevalencia de esta enfermedad en el futuro, y por ende los riesgos de otras enfermedades asociadas.
Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI