De acuerdo con el Registro Latinoamericano de Diálisis y Trasplante Renal, la incidencia y prevalencia de la enfermedad renal en Latinoamérica pasó de 119 casos por millón de habitantes, en 1991, a 866 por millón de habitantes en 2020. En Panamá la prevalencia es de 701 por millón de habitantes, pero existe un subregistro
Por: Cecilia Fonseca
Cecilia Fonseca es periodista con 30 años de ejercicio. Tiene Maestría en Dirección de Comunicación Corporativa y Marketing Digital. Programa de Desarrollo Directivo de Aden Business School, Diplomado en Gerencia Social y Políticas de Discapacidad” (OEA)
La necesidad de adoptar políticas públicas en materia de prevención, detección temprana y acceso igualitario a tratamiento para todas las personas diagnosticadas con la enfermedad renal crónica (ERC) en Latinoamérica –incluido Panamá— fue uno de los aspectos que quedó en evidencia durante el XIV Congreso Nacional de Nefrología e Hipertensión de la Sociedad Panameña de Nefrología e Hipertensión (SPNH), que tuvo lugar en la ciudad de Panamá del 1 al 6 de julio.
Y es que, de acuerdo con las estadísticas regionales más recientes (2019), presentadas por el especialista guatemalteco Vicente Sánchez Polo, en Latinoamérica la prevalencia de tratamiento renal sustitutivo (TRS) muestra una tendencia ascendente desde el año 1991 y hasta 2019, con al menos 270 millones de personas con algún grado de ERC.
“Nadie se acuesta hoy sano y mañana amanece en una máquina de diálisis. Para que esto suceda tienen que haber una serie de eventos, situaciones en el tiempo”, dijo el también jefe del servicio de Nefrología y Trasplante Renal del Hospital General de Enfermedades, Instituto Guatemalteco de Seguridad Social.
Destacó que los factores de riesgo determinarán si la persona desarrollará esta enfermedad, que si no es detectada a tiempo puede conducir a la muerte.
La importancia de atender este tema en función de políticas nacionales de salud estuvo plasmado en el Plan estratégico nacional para la prevención y el control integral de las enfermedades no transmisibles y sus factores de riesgo 2014-2025 y que deja en claro el riesgo en que se encuentra una persona que padece la ERC y no lo sabe o el que no se controla adecuadamente a pesar de tener diagnóstico predisponentes:
“La enfermedad renal crónica, anteriormente conocida como insuficiencia renal crónica (IRC), es una pérdida progresiva e irreversible de las funciones renales por 3 meses o más; empeora lentamente con el tiempo. En las etapas iniciales, es posible que no haya ningún síntoma. La pérdida de la función por lo regular tarda meses o años en suceder y puede ser tan lenta que los síntomas no aparecen hasta que el funcionamiento del riñón es menor a una décima parte de lo normal. La diabetes y la hipertensión arterial, sumadas al envejecimiento, son las dos causas más comunes y son responsables de la mayoría de los casos”.
Aunque Panamá está incluida en las estadísticas presentadas por el doctor Sánchez Polo, provenientes de The Latin American Dialysis and Renal Transplantation Registry, advierte que las cifras no corresponden a registros públicos o de gobierno sino a la recopilación que efectúan las Sociedades nacionales de Nefrología e Hipertensión, por lo cual esta solo da una idea de la situación.
De hecho, la presidenta de la Sociedad Panameña de Nefrología e Hipertensión (SPNH), Dra. Rocío Arroyo, advierte que en Panamá existe un subregistro de la enfermedad, porque a pesar de que el reporte de la ERC es obligatorio en el país desde 2018, la realidad es que no todos los médicos lo hacen –algunos por desconocimiento de la normativa— y, en caso de que se haga, quedan por fuera de ese registro todas las personas que no se atienden en el sistema público.
Arroyo señala que es importante trabajar desde todos los ángulos de responsabilidad para detectar a los pacientes que están en los primeros estadios de la enfermedad –que van de 1 a 5–, ya que es entre los estadios uno y tres cuando se puede trabajar en la ralentización de la progresión de la enfermedad.
Y al hablar de “todos los ángulos” se refiere a que toda persona, se considere sana o no, debe hacerse un chequeo anual para asegurarse de cómo se encuentra, y aquellos que han recibido un diagnóstico por hipertensión, diabetes o ERC, deben hacerse sus controles y seguir al pie de la letra las indicaciones, lo que incluye alimentarse adecuadamente. Del otro lado, estaría la responsabilidad institucional del Ministerio de Salud y la Caja de Seguro Social, que deben procurar que el sistema trabaje en la detección temprana y le ofrezca a los pacientes sus tratamientos a tiempo.
“Siento que a veces la gente le tiene pánico al riñón pero debes temerle a la diabetes y a la hipertensión que dañan el riñón; puedo alimentarme bien y hacer ejercicios pero no voy al médico a ver cómo está mi presión y mi azúcar y tal vez requiera medicamento, y se van dañando los riñones”, explicó.
La ERC y su incidencia
El Dr.Sánchez Polo destacó que en la región latinoamericana la ERC ha tenido una incidencia y prevalencia de hasta un 41% en los últimos años, pasando de ser la 17 causa de mortalidad a la 12, y para el año 2040 se prevé que sea la quinta.
Además, precisó que de los 270 millones de personas que padecían la enfermedad para 2019, casi el 10% tenía enfermedad renal crónica avanzada, y en ese momento entra en el círculo de tratamiento de reemplazo renal que pasa por la hemodiálisis, la diálisis peritoneal y, para aquellos que tienen suerte, el trasplante.
No obstante, remarcó que de ese grupo que está en las etapas finales de la ERC solo un 2.6% tiene acceso a un tratamiento.
“La ERC tiene alta prevalencia en América Latina y subdiagnóstico; es de carácter progresivo pero modificable; es subtratada, tiene complicaciones cardiovasculares graves y se da una referencia tardía a nefrología, por lo que es necesaria la detección precoz y referencia a un sistema que pueda tratar” a los pacientes, dijo Sánchez Polo durante la conferencia que dictó en el quinto día del congreso “Situación de la enfermedad renal crónica ERC en América Latina”.
De acuerdo con el Registro Latinoamericano de Diálisis y Trasplante Renal, la incidencia y prevalencia de la enfermedad renal en Latinoamérica pasó de 119 casos por millón de habitantes, en 1991, a 866 por millón de habitantes en 2020. En Panamá la prevalencia es de 701 por millón de habitantes, y estas son personas que ya requieren diálisis. En vista del subregistro esa cifra podría ser mayor.
Según el reporte, en 2019, la mayoría de los pacientes inició TRS con hemodiálisis, mientras que solo el 12% utilizó diálisis peritoneal. La diálisis peritoneal, de menor costo que la hemodiálisis y con mejor calidad de vida para el paciente en los primeros dos años, de acuerdo con Sánchez Polo, representó un aumento de 10% de la modalidad incidente en solo cuatro países (Guatemala 19.9%, Panamá 21.1%, Colombia 40.6% y Nicaragua 73.7%).
En Latinoamérica, “la hemodiálisis ocupa el primer puesto con 568 personas por millón de habitantes, seguido del trasplante renal (213); la diálisis peritoneal ha ido decayendo y eso es algo que tenemos que reflexionar porque ambas terapias tienen muy buena supervivencia y hay una serie de aspectos que van desde la falta de educación del médico residente en cuanto a la diálisis peritoneal, la falta de entrenamiento, el saneamiento ambiental de las poblaciones, el acceso y costo de los insumos que hablan en su contra, pero como Sociedad Latinoamericana de Nefrología e Hipertensión (SLANH) consideramos que es un tema que se tiene que tratar en cada uno de los países”, argumentó el presidente electo de SLANH para el período que inicia en 2025, quien es también miembro del Board del Consorcio para el Estudio de la Nefropatía Mesoamericana en Centroamérica y México.
Puso como ejemplo en la región a Costa Rica, cuya política consiste en que todo paciente que no será trasplantado en los próximos seis meses es ingresado a diálisis peritoneal, es decir, todos los enfermos crónicos están en un programa automatizado.
El galeno manifestó que es de máxima prioridad fortalecer las políticas públicas individuales, en referencia a los médicos. «Lo que haces en tu consultorio con tu paciente es tu responsabilidad». dijo a los especialistas y médicos generales presentes en la sala. Y luego aludió al fortalecimiento de las políticas públicas colectivas: el médico tiene que estar protegido, apoyado y estimulado por un sistema público que pueda desarrollar políticas de prevención para la población sana y en riesgo, y debe haber acceso equitativo y oportuno a los cuidados de salud para los pacientes con ERC.
Eso se hace, agregó el experto guatemalteco, a través de un programa de salud renal que nos ayude a promover la salud renal, prevenir la enfermedad, diganosticarla precozmente y fortalecer la atención de pacientes ya diagnosticados.
“¿De qué se están muriendo nuestros pacientes? Preguntó de forma retórica Sánchez Polo. “De enfermedad cardiovascular, de enfermedad infecciosa, una de las primeras causas de ingreso a los hospitales es la infección del punto de acceso vascular y eso tiene mucho que ver con que en Centroamérica aproximadamente el 42% de nuestros pacientes en hemodiálisis no tiene un acceso vascular permanente ni una fístula arteriovenosa ni tampoco un injerto sino que están en catéter temporal o permanente”.
Otra métrica en la que Latinoamérica es deficiente es en cantidad de nefrólogos por millón de habitantes. La meta actual es tener 20, aunque el especialista reconoce que deberían ser “arriba de 50” porque la epidemiología de la enfermedad está siendo abrumadora no solo a nivel regional sino mundial. De acuerdo con el reporte de 2019, únicamente Uruguay, Argentina, Puerto Rico y Brasil están en la meta, de ahí todos los demás países están por debajo, incluso hay algunos que solo tienen seis nefrólogos. En niveles ideales solo se sitúa Uruguay (51), seguido de Cuba (44). Panamá está junto a El Salvador y Colombia, con 9.
Y en cuanto a trasplantes, entre 1987 y 2020 la tasa cayó, y aún más después de la pandemia de COVID-19. Para América Latina se sitúa en 15 por millón de habitantes, baja comparada, por ejemplo, con Europa, donde está por encima de 35. Otra vez, solo Uruguay marcaba más alto, con 34; luego todos los países tienen tasas bajas. Panamá es un claro ejemplo de reflexión, dijo Sánchez Polo, ya que cuando empezó el programa a inicios del siglo, era un ejemplo para la región. Y en cuanto a países con lista de espera para una eventual donación de riñón, los únicos que están arriba de 15 son Costa Rica (25) y Brasil, del resto, algunos no tienen ningún paciente.
Información disponible en el sitio web del Registro Latinoamericano de Diálisis y Trasplante Renal (LADRTR) indica que fue fundado en 1991 y viene recopilando datos e informes sobre pacientes que reciben terapia de reemplazo renal (TRR) desde 1993.
Actualmente, el LADRTR está compuesto por una junta ejecutiva y delegados de cada una de las sociedades de nefrología de los 20 países miembros de la Sociedad Latinoamericana de Nefrología e Hipertensión (SLANH). Según el sitio, en 2019, ocho países fueron clasificados como categoría de registro 1, lo que significa que aún no existe un registro sistemático de tipo básico de diálisis y/o trasplante renal; dos países eran de categoría 5, lo que significa que el registro de diálisis y trasplante es de ámbito nacional, con >90% de los pacientes registrados. Estos registros están regulados por la legislación y son multiinstitucionales.
La SLANH está promoviendo la creación de un Programa de Salud Renal que contemple prevención y detección oportuna, acceso a medicamentos para retardar la progresión del daño y programas costo-efectivos de reemplazo renal, sobre todo acceso al trasplante. “A medida que detectamos tardíamente nuestra respuesta será muy dilatada, pero si lo detecto temprano y lo atiendo, se traduce en menor morbimortalidad”, afirmó Sánchez Polo.
La presidenta de la Sociedad Panameña de Nefrología e Hipertensión reconoce que Panamá necesita organizarse para tener data porque hoy no se sabe cuántas personas están en cada etapa de la ERC.
Dijo que el Ministerio de Salud y la Caja de Seguro Social tratan de apostarle a la atención primaria y en la CSS se está promoviendo que los médicos reporten la parte estadística. Asimismo, la organización que dirige ha venido enfocando parte del congreso anual a temas ligados a la atención primaria, a propósito de fortalecer esta parte tan importante del sistema.
Más de la jornada de docencia
Durante la quinta jornada del congreso, con presencia de estudiantes de Medicina y personal de salud de diferentes ramas, también se dictó la conferencia “Mejorando los desenlaces en nuestros pacientes: replanteando la hiperkalemia para optimizar la terapia con inhibidores del SRAA”, que estuvo a cargo de la nefróloga e investigadora Karen Courville.
La especialista explicó que la hiperkalemia es una concentración de potasio por encima del valor indicado (> 5,5 mEq/L) en forma habitual, que se puede generar por una disminución de la excreción renal de potasio o un movimiento anormal del potasio fuera de las células, lo que puede producirse por el uso de un grupo de medicamentos para el control de la presión arterial llamados inhibidores de enzima convertidora de angiotensina, por ejemplo, o por ciertas patologías, como la cetoasidosis diabética. Mencionó que también hay factores que dependen de la dieta, ya que el potasio viene de la comida.
Es muy importante estar pendiente de los niveles de filtrado glomerular, ya que entre menor sea la filtración glomerular del paciente, más probabilidades tendrá de padecer hiperkalemia asociada a alguno de los medicamentos de su patología, remarcó.
Courville, quien es jefa de la Unidad de Hemodialisis del Departamento de Nefrología del Hospital Nelson Collado, en Chitré, y coordinadora nacional de diálisis de la CSS, mencionó que esta ausencia de balance del sodio/potasio en el riñón no es común que se presente –se diagnostica en 0.6% de los que llegan a un cuarto de urgencia por alguna atención, según estudios— y los pacientes con ERC que tienen más riesgo de padecerla son aquellos que tienen más edad, bajo filtrado glomerular y son hombres.
Por: Cecilia Fonseca