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Por: Joel Bracho Ghersi

Este martes, 26 de julio, en el teatro Gladys Vidal, situado en la planta baja del Edificio Hatillo, en la avenida Cuba, a las 6:30 pm., tendrá lugar la presentación de Luna mostaza, de los autores colombianos, residentes en Panamá, Jorge Mario Echeverry y Elsa Cristina Posada. 
Este libro de poesía abre una nueva colección en Foro/taller Sagitario Ediciones, denominado islamágica, dedicado a este género literario.

La editorial, fundada en 2013 por el escritor, docente, investigador y promotor cultural Enrique Jaramillo Levi, junto con la también escritora Carolina Fonseca, ha publicado más de 50 libros de autores nacionales. Luna mostaza será el primer libro de esta nueva serie de poesía que suma a la oferta cultural panameña y regional.
El prólogo es del escritor venezolano Joel Bracho Ghersi, quien presentará el libro. Le agradecemos por compartir el prólogo a Luna mostaza en este espacio, como antesala al encuentro de la palabra y de la poesía en voz alta, al cual todos están invitados.


 

Hay algo de erotismo en todo ejercicio de escritura literaria. Amor y deseo impulsan el camino hacia el decir, la búsqueda de la palabra que nombre. Más allá de la elección de un tema o de la presencia explícita de lo amoroso en algún argumento, la literatura es en sí misma una erótica de la creación desde las palabras. Como ha dicho Hanni Ossott en un breve ensayo dedicado a este asunto, “Toda obra de arte verdadera surge al amparo de muchos dioses, pero sin eros no hay obra”[1].

Pero hay libros en que la presencia de eros se vuelve más clara, más palpable. Libros escritos desde el amor como línea de soporte y decisión creadora. Luna mostaza es uno de esos libros. Uno en el que, si bien no todos los poemas son poemas amorosos, el amor parece cubrirlo todo y apuntalar el conjunto.

Lo primero que habría que decir, aunque el lector de estas líneas seguramente ya lo sabe, es que se trata de una empresa compartida, de un libro de dos.

No son demasiados los ejemplos en que la creación literaria se hace a cuatro manos. En algunos pocos casos, parejas de creadores se han hecho célebres por la singular apuesta por escribir juntos, negando la idea general que define la escritura como un ejercicio solitario. Pero ese no es exactamente el caso de este libro.

Este es un libro de dos, que van juntos, pero cada uno con su espacio, con su voz, con su mirada sobre el mundo. Como en el amor; como en una pareja que sabe que la vida en común no significa la pérdida del lugar propio.

El tono amoroso se afirma desde las dedicatorias cruzadas a cada una de las secciones. Cada uno de nuestros autores parece escribir también para el otro, con el otro, junto al otro. Una vez más con Hanni Ossott podemos decir que “El eros de la literatura es un viaje y un canto hacia un centro improbable, un centro intuible que va haciéndose en travesía, en los encuentros y en la escucha del otro[2]. Este libro es el espacio del encuentro, de la palabra compartida, pero también de la voz propia y la escucha atenta a lo que el otro tiene que decir.

Jorge Mario Echeverry estudió Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Colombia y realizó estudios en Relaciones Internacionales. Diplomático de carrera. Miembro fundador de la revista de poesía Ulrika. Libros de poemas: Azul, al filo de los cuerpos (Cuadernos Ulrika, 1985), Arquitectura del silencio (Editorial El Astillero, 2002) y Los días quedan (Uniediciones, 2016). Poemas suyos han sido traducidos al francés, el inglés y el portugués. 
Se despide de Panamá en los próximos días como ministro plenipotenciario de la Embajada de Colombia en Panamá.
Elsa Cristina Posada: abogada y magíster en literatura latinoamericana; ha sido servidora pública e incursionado en el oficio audiovisual, la música, la artesanía y la investigación becada por el Ministerio de Cultura para “generar procesos de construcción de identidad”, vivió y estuvo dedicada a la investigación en el amazonas colombiano con el proyecto: “la literatura oral, un intento de acceder al mito aborigen”.
Libros: Cuentos de Hadas (1997); Mujer secreta (2014) y Satori o los surcos de la luz (2016). 
Fuente:
Poesíabogota.org

Quizás por eso las dos partes que lo conforman están marcadas con algunos rasgos que resaltan la singularidad de cada uno de los autores. “Luna llena”, la sección escrita por Elsa Cristina Posada Rodríguez, no tiene mayúsculas ni signos de puntuación. Esta particularidad gráfica sirve a la construcción de un espacio líquido, móvil, ligero.

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Las palabras flotan, parecen moverse con libertad a un costado de las ataduras de la forma. “Luna nueva”, en cambio, recurre a las mayúsculas cerradas para los títulos y a la puntuación como recurso para marcar pausas, giros, momentos del decir. En esta segunda sección, dedicada a los poemas de Jorge Mario Echeverry Cárdenas, la estructura es un poco más visible, más formal, con límites marcados entre espacios temáticos y de sentido.

La decisión gráfica no es gratuita, como no parece serlo nada en este libro, sino que se condice con el tono de los versos de ambos creadores.

En los poemas de “Luna llena” la fluidez gráfica y la humildad de la letra minúscula acompaña una cierta suavidad en el tono, una cadencia armoniosa que se sostiene aun en los temas más álgidos como la violencia o la muerte.

La de Elsa Cristina es una mirada limpia que contempla el mundo, a ratos con algo de la liviandad celebratoria de lo infantil, pero sin caer tampoco en la idealización desmedida. Una mirada que acepta el dolor y encuentra la belleza y la maravilla más allá de él. En cambio, los poemas de Jorge Mario en “Luna nueva” parecen más anclados en lo terrestre, en la estructura y la reflexión a partir de la realidad concreta, aunque el poeta es capaz de sumergirse desde ella en profundidades metafísicas e inquietudes universales. Las mayúsculas, la puntuación, la forma acompañan esta mirada más cercana a lo material y a la razón.

Pero allí, con sus diferencias, estas dos voces se encuentran en repetidas ocasiones. Parecen confluir una y otra vez desde sus particularidades. La voz de Elsa Cristina es universal y cósmica, anclada sin embargo en la cotidianidad inmediata o los recuerdos de la infancia y el origen, en lo raizal. Es una voz que escapa del tiempo o lo atraviesa para cantar un tiempo otro, cíclico, constante, no sujeto al inmediato presente o que se actualiza desde siempre.

En los poemas de Jorge Mario encontramos algo similar, aunque no idéntico: en su caso la dualidad no es entre lo raizal y lo cósmico, sino entre lo cotidiano inmediato, aparentemente nimio, y lo trascendente, la inmensidad.

En sus poemas, el tono coloquial y directo que resalta desde el principio está sin embargo impregnado de la hondura poética de todo el libro.

En ellos las palabras, aun las más cotidianas, se revelan con peso y sentido poético propio, y poco a poco el conjunto va dando paso a poemas de un talante más claramente reflexivo, que acaso estaba desde el inicio, pero se ocultaba en la apariencia de ligera cotidianidad.

En esta dualidad compartida resaltan algunos símbolos, como el de la rosa o la piedra, que insisten a lo largo del texto en las voces de ambos creadores. Son la imagen de esa realidad inmediata, asible y constatable, desde la que se expande la poesía con el peso de lo eterno.

Y confluyen, por supuesto y como ya hemos dicho, también en el amor, en el tema amoroso expresamente tratado en unos cuantos poemas de ambas secciones del libro.

Hay algo en común en la aproximación que una y otro hacen al encuentro y el desencuentro amorosos. Los de ella son poemas de amor hondos, sentidos pero reflexivos. Los de él, un poco más directos, frontales, inmediatos. Pero ambos escriben del amor sin concesiones a la cursilería ni romantizaciones excesivas, sorteando con aplomo las trampas imaginarias que eros suele proponernos.

En sus miradas sobre el tema se reconocen también las dificultades del deseo, lo improbable de encontrarse y la precariedad de la felicidad. El amor no siempre es para siempre, no siempre es total, pero siempre vale la pena porque, como la poesía, nos sostiene. Es el amor como la red que nos ampara en la caída, aunque sepamos que a veces la caída es inevitable.

Estos son poemas sin duda escritos desde una marcada conciencia literaria y con la propiedad de quien sabe hacer con la palabra. Basta leer algunos versos de cada sección para constatar que las dos voces que dan forma a este libro se han curtido en lecturas, en palabras anteriores que sustentan la fuerza y la densidad de las propias, y han forjado con ellas su propio camino hacia el decir poético. Acompañemos, pues, a estas voces en su viaje amoroso hacia el centro improbable del poema, hacia esa chispa que brota en el encuentro: el de ellos, que dio origen al libro, y el de nosotros con sus palabras en la lectura que ahora comienza.

Joel Bracho Ghersi

Panamá, junio de 2022


[1] Ossott, H. (2005). “La pasión paciente”. En Cómo leer la poesía. Caracas: bid & co. p. 31.

[2] Ibíd., p. 32.

Joel Bracho Ghersi (Caracas, Venezuela, 1984). Abogado egresado de la Universidad Central de Venezuela y licenciado en Letras de la Universidad Católica Andrés Bello. Residente en Panamá desde el año 2013, se dedica a la escritura, la gestión de proyectos culturales y la investigación sobre arte y literatura.