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Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
@psicosexualhisvetf 
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@psicohisvetfernandez

La relación que existe entre la Sexualidad Humana, tal como la conocemos y   representamos, con las Violencias Contra las Mujeres (VCMs) no es algo de lo que se habla con frecuencia.

Al asumir la sexualidad biologizada-genitalizada y en oposición de los sexos como algo natural, la desvinculamos del resto de nuestras vidas y de nuestros comportamientos, vaciándola de todo su contenido psicosocial.

Se asume la sexualidad, entonces, reducida a su dimensión biológica y genital y sin tomar en cuenta sus otras dimensiones. Pero es importante conocer esta relación, entre sexualidad y VCMs.  para que podamos atender la manera en que estamos contribuyendo a la construcción de determinadas identidades sexuales y sus consecuencias.

Hemos hablado de que las identidades sexuales y de género son una dimensión de mucho peso en la sexualidad integral.

Tanto la feminidad atribuida a las mujeres como identidad y la masculinidad atribuida a los hombres, tienen como elementos importantes los estereotipos sexuales y las construcciones sociales que caracterizan las maneras de ser, sentir, pensar, actuar y estar de esos cuerpos identificados, al nacer, como niña o niño. Esos seres bautizados con el género que de muchas maneras marcará sus vidas.

Existe por lo tanto un modelo de masculinidad y de virilidad para los niños, hombres a futuro, que encierran mandatos de género tales como: debes ser fuerte, dominante, triunfador, saber ejercer el poder y el control, ser proveedor económico por excelencia, tener muchas “novias”, no llorar, no mostrar tus sentimientos y emociones, aunque sí se les permite dar rienda suelta a la agresividad y la rabia de cualquier manera, incluso se les estimula a medirse, como hombres, en el combate, las peleas y a no perder.

Además, y muy importante, ser heterosexual y negar todo rasgo de feminidad. Esto se consolida, en la práctica, con una figura paterna-masculina para los niños, a medio tiempo o ausente, porque “se dedica a ser proveedor” y como padres, siendo la figura masculina de mayor cercanía afectiva, se muestran como una autoridad lejana, insensible y dictatorial. Incluso las madres amenazan con esa autoridad paternal como medida coercitiva de crianza.

Queda así internalizado en los niños y adolescentes varones que estar ausente es normal y que ser proveedor es el objetivo de vida por el que se pueden sacrificar otros valores, así como que los padres son fundamentalmente quienes tienen el poder y el control.

Los rasgos de feminidad negados, subestimados y rechazados, en la construcción de la masculinidad, como identidad para los hombres, son los atributos de las mujeres y de su feminidad.

Las mujeres y su feminidad como identidad son y representan lo contrario, desde la perspectiva de la masculinidad e identidad de los varones.

Esta contradicción entre la feminidad negada y rechazada para construir sus identidades masculinas, los convierte en agresores potenciales de las mujeres y lo peor, es que a muchos de ellos los hace agresores de hecho.

De esta forma, se establece una relación entre la construcción de las masculinidades y el ejercicio de las VCMs que afecta negativamente tanto a hombres al ser victimarios como a las mujeres al ser las sujetas de esas violencias. Revisemos estas identidades sexuales que limitan y constriñen en modelos antinatura a ellos y a ellas.

Hisvet Fernandez