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Historiadora y doctora en Ciencias Políticas, difícilmente podría resumirse la extraordinaria obra de
Graciela Soriano de García Pelayo en los campos de la docencia, la investigación y como
autora de rigurosos y singulares libros y artículos académicos dedicados a temas de la historia y las
ciencias políticas. En 1996 recibió el Premio Nacional a la Investigación en Ciencias Sociales
y Humanidades concedido por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas
(Conicit)

Por Nelson Rivera, director del Papel Literario

Amigos lectores:

I.

El dossier que entrega esta edición, pertenece a lo que llamo reacción efervescente: los invitados no se limitan a confirmar su participación, sino que lo hacen con expresiva alegría. Lo agradecen y celebran, insisten en lo merecido de la iniciativa.

II.

El nombre de Graciela Soriano tiene ese magnetismo: se la admira y quiere por su trabajo como investigadora de la Historia y de las Ciencias Políticas, por sus decisivos aportes teóricos, por los libros extraordinarios que ha publicado, por su labor en el Instituto de Ciencias Políticas de la UCV, por la fructífera interlocución que logró establecer con su esposo -el eminente jurista español Manuel García-Pelayo-, así como por la poderosa huella que su labor académica y docente dejó entre quienes han tenido el privilegio de su amistad y su magisterio. Y añado: no solo en Venezuela, también en universidades y centros de investigación en España y América Latina. Quiero enfatizarlo: rigurosa pensadora y académica venezolana, los estudios de Graciela Soriano constituyen un hito por sus resonantes contribuciones a las ciencias políticas escritas en nuestra lengua.

III.

Debo agradecer a su sobrina, Carolina Soriano de Sanabria, y a Carolina Guerrero, profesora de la Universidad Simón Bolívar, las sugerencias y ayuda que me prestaron. El dossier ha podido -lo merecía- ser tres o cuatro veces más extenso, de haber contado con más espacio. De haber invitado a más personas -como me habían sugerido-, las respuestas hubiesen tenido un entusiasmo semejante al de quienes aquí escriben: Ruth CaprilesElsa CardozoElena PlazaElisa Escovar LeónRogelio Pérez PerdomoMaría Cristina SorianoMaría Elena González Di LucaNydia Ruiz y Carolina Guerrero. Páginas 1 a la 7.

IV.

Con el título de Notas sobre la traición, escribí una secuencia en la que hablo del ensayo de la politóloga judía estadounidenses Judith N. Shklar (1928-1992), Las ambigüedades de la traición y, a continuación, de El significado de la traición, brillante ciclo de reportajes que la periodista y narradora inglesa Rebecca West (1892-1983) escribió sobre los juicios por traición que se sucedieron en Londres, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.

V.

El de Judith N. Shklar es un volumen irremplazable: ordena cinco ensayos (sobre la crueldad, la hipocresía, el esnobismo, la traición y la misantropía), bajo el título de Los vicios ordinarios (Editorial Página Indómita, 2022). Los desentraña uno a uno, al tiempo que muestra, bajo la luz de su mesa, los hilos que hay entre unos y otros.

VI.

El de Rebecca WestEl significado de la traición es, junto a los dos volúmenes de Cordero negro y halcón gris (que narra sus inmersiones en Los Balcanes entre una y otra guerra), una de sus obras mayores. West -inteligencia en sempiterno estado de vigilia, prosista de largas melodías-, sigue los juicios, no para relativizar los hechos, sino para mostrar cuánto de incierto o tangible tienen las motivaciones de los traidores. “La mañana del 17 de septiembre de 1945, Rebecca West –periodista, narradora y ensayista inglesa– está en una sala de Old Bailey (llamado así por la calle londinense en la que se encuentra, es la sede del Tribunal Central Penal de Inglaterra y Gales). Su compromiso consistía en escribir sobre los juicios a dos traidores: William Joyce y John Amery.  Concluidos estos, continuó asistiendo a los siguientes procesos, hasta 1963. El significado de la traición reúne los extensos y reveladores reportajes escritos durante aquellos años de postguerra”. Página 8.

VI.

La pedí al Embajador Oscar Hernández Bernalette, escritor, profesor universitario y diplomático de diversa trayectoria, un texto sobre su amigo, el periodista cultural Nabor Zambrano, decano de su especialidad: “El Nabor que conocí de muchacho ha cambiado poco, las canas lo delatan, pero su personalidad es la misma, tranquilo, buen escucha, conciliador, memoria pródiga, humor sin ser negro (…) Es un cuentacuentos de los buenos. A veces pienso que me miente, recuerda cosas de nuestros frecuentes encuentros y en varias partes del mundo que ya no retengo con tanto detalles como él nos los presenta, nobles, graciosos, adornados y siempre recordando los nombres de amigos y mis colegas diplomáticos que los borré en el tiempo”. Viene en la página 9.

VII.

Esta semana, como la anterior, cierra el PDF con tres columnas. Les cuento:

Mirla Alcibíades (Miradas sobre el continente) escribe sobre Teresa de la Parra: “Es cierto que se ha utilizado la tesis de la ironía para ensayar un acercamiento a Ifigenia. No hay novedad en el enfoque puesto que la misma autora declaró la apelación a este recurso en varias cartas. Pero, al hacerlo, dejaba de advertir que, más bien, de lo que se valía era del juego paródico al presentar a esta María Eugenia en busca de marido, pero sin presentar prendas que la exornen. Lanza sin parar largas y tediosas peroratas, no es ángel y no es modesta“.

Tahía Rivero (La forma elusiva) dice en El arte siempre recupera su rumbo: “Todos recordamos las numerosas exposiciones internacionales que regularmente se presentaban en Caracas, Sin estrellas 2 podría incluirse entre ellas por su calidad, sin embargo, tuvo un carácter más bien clandestino. El acceso a la sala experimental del museo es laberíntico, de alguna manera configura el sótano del museo. Por suerte, una vez en el espacio, encontramos el mejor continente jamás considerado para disfrutar de las seis obras que la integran. Sin estrellas 2, es un esfuerzo de producción que involucró una exigente gestión de más de dos años”.

Por su parte, Juan Pablo Gómez Cova, presenta el escritor colombiano Camilo Bogoya, en su columna El paso errante: “Ética para infractores contiene relatos delicados, perspicaces y severos que deambulan entre los farragosos caminos de la violencia y el dolor como simples pretextos para derrochar una poética de la ternura porque la poesía, incluso la mala, es mejor que la guerra. “En todo esto hay una frase que no sé si va al principio o al final. Una frase o un castigo: hay que escribir la historia de la nación, como si uno tuviera el cuchillo en la garganta”, cierra diciendo el periodista González en su relato del desmoronamiento. Pero la frase es aplicable a todos los cuentos”.

VIII.

Por las cosas que esperan por nosotros, va mi palabra cargada de energía.

Nelson Rivera.

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