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Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)

La licenciada María Mercedes Armas Barrios es psicóloga egresada de la Universidad Central de Venezuela. Es integrante del Observatorio Venezolano de los DDHH de las Mujeres y del Centro de Investigación Social Formación y Estudios de la Mujer.
@psico.mm.armas
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La separación genera un elevado nivel de sufrimiento que repercute en los más vulnerables, como los hijos/as, por lo cual se requiere desarrollar estrategias para protegerlos en lo posible de este impacto, hay que trabajar en ello de manera madura y consciente.

La separación es una decisión de los adultos, no de los hijos/as, por lo cual se ven involucrados y afectados desde una perspectiva muy diferente. Es necesario que ambos, padre y madre, evalúen las consecuencias negativas y busquen una manera madura y responsable de relacionarse que proteja a los hijos e hijas.

Lo que NO se debe hacer:

  • Utilizar a los hijos/as para manipular a la ex pareja, de una manera egoísta e irresponsable, generando mucho sufrimiento y dejándoles secuelas a nivel emocional.
  • Usar las visitas de convivencia para controlar y monitorear a la madre, asignándole un rol de vigilante, para que les informe acerca de su vida, relaciones y actividades.
  • Tratar de imponer una figura de madrastra, sin tener una intención de establecer previamente un vínculo positivo que pueda generar confianza y aceptación.
  • Someterlos a “escoger” entre ambos padres, lo cual le crea un conflicto muy profundo a nivel emocional en los hijos/as.
  • Usar el tema económico para manipular y controlar. Es frecuente ver cómo alguno de los dos asume la mayoría de los gastos de los hijos mientras que el otro está cómodo en su irresponsabilidad y, aun así, reclama sus derechos. Hay que recordar que así como hay derechos también hay deberes, y estos deberes son hacia los hijos, no hacía la ex pareja.

Llegado a este punto, es recomendable buscar el apoyo profesional para manejar los conflictos pensando en la protección y bienestar de todos, pero en especial de los hijos e hijas que son los más vulnerables.

El padre como modelo

Según se ha estudiado, la mayor parte de la conducta humana se aprende por observación mediante modelaje. En el caso de las figuras parentales, no solo hay un proceso de modelado, en términos de conductas, sino también un proceso de representación simbólica de las conductas. Internamente los hijos e hijas van adquiriendo, imitando e integrando mediante una representación simbólica, los roles parentales para, posteriormente, reproducirlos.

De allí que notamos la importancia y gran responsabilidad que conlleva la paternidad, en este caso, como modelo de padre, de pareja y de hombre, para sus hijos e hijas. En la infancia se está a merced de lo que hay en el entorno; los niños y niñas pequeños no tienen la posibilidad de escoger a sus modelos.

Muchas veces se le atribuye a causas genéticas los parecidos encontrados entre las conductas de padres e hijos/as. Decimos «Es igualito a su papá», pero realmente lo que ha sucedido es un proceso de aprendizaje por imitación del modelo.

El modelo se imita, se aprende y se reproduce, bien sea positivo o negativo. A menos que haya algún proceso que interfiera con esto, ese modelo se va a reproducir en la vida adulta tal cual.

Basados en estos procesos podemos influir, de manera consciente, para que el modelo adquirido sea el más positivo y nutritivo. Pero lo primero es reconocerlo. Esto es importante entenderlo porque, siendo así, puede cambiarse; puede aprenderse otra manera de ser y relacionarse.

Puedes revisar lo que le estás modelando a tus hijos y que tanto estás repitiendo el modelo de tu padre. Puedes decidir revisar todo tu proceso de paternidad y trabaja para convertirte en el modelo de padre que desearías ser.

Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)