Por Enrique Jaramillo Levi
Ariel Barría Alvarado (Las Lajas, Chiriquí,1959 – Ciudad de Panamá, 2021) era un ser humano muy especial: noble, servicial, solidario, entusiasta, siempre modesto, el mejor de los amigos; promotor cultural y editor incansable, excelente profesor, muy buen cuentista y novelista.
Su partida súbita a los 62 años ha minado el alma de sus familiares, de sus muchísimos amigos, de sus alumnos y exalumnos, de sus colegas, de sus lectores… Es una inmensa pérdida para las letras panameñas, para Panamá.
En lo personal, aunque nos veíamos poco por sus obligaciones y las mías, pierdo a uno de mis más entrañables amigos, de los más fieles, de los más queridos.
Sus consejos siempre fueron sabios, desinteresados, producto de la experiencia y de una intuición privilegiada; y por supuesto, de una lealtad a prueba de balas.
Siempre sentí que en su ser se mezclaban una sencillez que lo hacía hermanarse con las personas más humildes, con una complejidad que le venía de una mente superior capaz de comprender las contradicciones de la vida, sus golpes más arteros, sin desanimarse, manteniendo siempre en alto la indeleble bandera de la dignidad y los atuendos no siempre visibles de la esperanza. Si hubiera que resumirlo, diría que Ariel era un ser superior.
Tuve el alto honor de publicar el primer libro de Ariel: “El libro de los sucesos” (Fundación Cultural Signos, 2000; cuentos). Y en la práctica, resultó ser el primer cuentista panameño que inauguraba el Siglo XXI.
Nunca supe si él estaba consciente de ese detalle, aunque asumo que sí, ya que conocía perfectamente el desarrollo de la literatura nacional.
Como escritor, era un excelente contador de historias. Siempre renovador, el cuentista y novelista que era figura entre los mejores en el difícil terreno de las letras de Panamá. Uno no gana en cinco ocasiones el Premio Nacional de Literatura “Ricardo Miró” ante jurados diferentes, dos de ellos extranjeros y uno panameño en cada ocasión, si no es un escritor de escritores; un autor que con sus personajes, ambientes, tramas y propuestas estéticas y humanas, logra ganarse sin remedio la admiración de quien lo lee. Quedan sus libros para comprobarlo.
Pero, no es suficiente. Un hombre bueno y talentoso no está solamente en sus libros, sino en sus acciones, en su vida, en su porvenir. Un porvenir que se evaporó en un instante. La Parca, siempre arbitraria y altanera, se lo llevó antes de tiempo. A pesar de ello, ¡descansa en paz, querido amigo!
Panamá, 25 de junio de 2021
Del autor
Enrique Jaramillo Levi es escritor, docente e investigador