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Jorge Ceceña, estudiante de Producción Audiovisual en la Facultad de Comunicación Social de la UP; Sonia Pon, Diana Gintoli y Karla Ferguson, estudiantes de Medicina de la UP; Alex Camargo, estudiante de Medicina de la Universidad Latina, Wilyerson Quintero, Magdiel Bravo y Carlos Lazo, estudiantes de Medicina de la UP
Violeta Villar Liste

El Ministerio de Salud (Minsa) de Panamá, con el apoyo de personal médico y enfermeras, así como de estudiantes de Medicina, en su mayoría de la Universidad de Panamá (UP), en calidad de voluntarios, ofrecen atención humanitaria a migrantes en condición irregular, quienes esperan el retorno a sus hogares de origen. Países y organismos deben actuar de manera solidaria, aportar a la solución y ayudar a gestionar la vuelta a casa de las personas que se quedaron varadas en la ruta del Darién, camino a Estados Unidos. En este reportaje, desde el albergue provisional de Viejo Veranillo, compartimos las experiencias de quienes han decidido donar su tiempo por la salvación de familias enteras que de lo contrario solo tendrían muerte y enfermedad.


Las miradas extraviadas, los cuerpos enfermos y las ropas rasgadas dejan claro que buscar la ruta de la selva del Darién para llegar a Estados Unidos no fue una buena decisión.

“No sabíamos que ese viaje era así”, dice una mujer migrante en compañía de cuatro niños, desde el albergue habilitado en Viejo Veranillo, en ciudad de Panamá, quien espera, al lado de otros migrantes en condición irregular, conseguir el pasaje que le facilite volver, en su caso, a Venezuela.

La solidaridad del pueblo panameño les ha permitido sobrevivir y evitar que familias enteras queden en la calle o sin acceso a la salud, en una acción cívica y oficial que el Gobierno panameño espera acompañen los demás países y organizaciones internacionales.

Las iglesias, organizaciones no gubernamentales, la comunidad organizada y personas a quienes anima la causa del servicio, han respondido de manera fraterna.

De igual modo, esta acción por la vida y la solidaridad sin fronteras, la ha acompañado el Ministerio de Salud (Minsa) de Panamá con el apoyo de personal médico y enfermeras, así como de estudiantes de Medicina, en su mayoría de la Universidad de Panamá (UP), en calidad de voluntarios y a quienes se le unen otras personas que hacen causa común.

De acuerdo con el Servicio Nacional de Migración (SNM) de Panamá, en el transcurso del año 2022, más de 190,000 personas han transitado por la provincia de Darién, camino a Estados Unidos, hasta que este país, en el mes de octubre, anunció que expulsaría a quienes ingresaran de manera ilegal por la frontera terrestre de México, por lo cual quienes iban en camino quedaron varados. Muchos ahora se encuentra en Panamá, en refugios humanitarios, a la espera de vuelos que les permitan retornar, en su mayoría, a Venezuela.

Permiso humanitario para venezolanos en EEUU: ¿qué es y cómo aplicar?
https://www.vozdeamerica.com/a/permiso-humanitario-venezolanos-que-es-como-aplicar/6789866.html

Migración anunció el 10 de noviembre, que “un total de 450 migrantes irregulares venezolanos fueron trasladados hacia el Aeropuerto Internacional de Tocumen, para abordar un avión con destino a Venezuela”.

En total partieron tres vuelos, gracias a la donación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, otros grupos y organizaciones, anunció la subdirectora del SNM, María Isabel Saravia, quien pidió mayor apoyo internacional para lograr que las personas viajen a su país de origen.

Derecho a la salud

Karla Ferguson, estudiante panameña del décimo semestre de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá (UP), comentó que “ver las fotos y la situación de las personas en esta situación me impactó mucho. Me dije: Tengo que estar allí y dedicar el poco tiempo que tengo; aportar mi granito de arena”.

Expresó que “todos somos humanos y merecemos una atención digna. No porque seas venezolano, colombiano o panameño”.

Karla Ferguson

Le conmueven las historias de mujeres embarazadas que se caen en la travesía y temen perder a sus bebés o la cantidad de niños, de todas las edades, en el refugio.

“También hay casos de personas que lo pierden todo porque debieron dejar sus cosas en el Darién”, afirma en una pausa en las horas sin descanso en el albergue de Viejo Veranillo.

Wilyerson Quintero, estudiante de Medicina de la UP, ya había conocido en la selva del Darién la realidad de quienes, al perderlo todo, solo les queda la vida y ruegan por salud en medio de un panorama desolador: el de niños enfermos, desnutridos o personas con fracturas y heridas que deja la travesía.

Wilyerson Quintero

“A Darién acudimos un grupo de estudiantes de Medicina, egresados y médicos, como parte de una gira médica, En ese momento se prestó asistencia humanitaria a quienes seguían en ruta hacia Costa Rica”.

Luego, de manera inesperada, al ver la situación de emergencia en ciudad de Panamá por el cierre de la frontera terrestre de Estados Unidos, deciden organizar el voluntariado de estudiantes de Medicina, junto con iglesias e instituciones oficiales, para darles atención médica a los migrantes y buscar vías regulares de retorno a sus hogares.

Coordinados con el Minsa, explicó que cerca de 30 estudiantes de Medicina reciben los medicamentos donados y se encargan de clasificarlos.

De igual modo, canalizan con los médicos idóneos la atención de personas enfermas.

Llevan un censo de las patologías más frecuentes tipo heridas o enfermedades gastrointestinales.

Cuando ocurren casos de emergencia como crisis hipertensivas, personal de Minsa o Cruz Roja gestiona el traslado a los hospitales o centros de salud.

El 99% de la población que se encuentra en el albergue es venezolana y el otro porcentaje, procede de Colombia.

A efectos de la atención médica, la persona pasa a la sala de espera, luego el Minsa los registra y, según la dolencia, se remiten a la clínica de heridas o medicina general en los espacios habilitados en carpas.

“Hay muchas ONGS y organismos competentes que dirigen la ayuda para que puedan retornar en vuelos humanitarios a Venezuela”, precisó.

Como parte de la acción social requieren donación de comida, alimentos no perecederos que se distribuyen también en otros albergues, agua, kit de higiene personal y medicamentos tipo jarabes, cremas para hemorroides, antimicóticos, multivitamínicos, sueros de rehidratación oral, antiparasitarios, solución oftálmica o para tratar problemas gastrointestinales.

Escuche su exhorto en la cuenta de Instagram:

https://www.instagram.com/reel/Cki4m6DgB0F/?utm_source=ig_web_copy_link

La voluntad de servir

Magdiel Bravo, estudiante panameño del octavo semestre de la Facultad de Medicina de la UP, está sensibilizado con la migración: tiene compañeros de estudios que han vivido situaciones difíciles, superaron la adversidad y ahora tienen una mejor vida, por lo cual quiere ayudar a otros a aliviar al menos la adversidad de la enfermedad que les dejó la travesía por la selva.

Magdiel Bravo

En Viejo Veranillo, le impresionan los testimonios de niños que en su paso por el Darién sufrieron por las imágenes de fallecidos; madres con sus niños que han perdido a sus esposos o personas que debieron desprenderse de sus pertenencias para poder cruzar el río.

“Lo único que tienen es gracias a las donaciones”, afirmó.

“No interesa la nacionalidad; si está en nuestro poder ayudar, es necesario hacerlo”.

Alex Camargo, estudiante venezolano de Medicina de la Universidad Latina de Panamá, explicó que conoce muy de cerca los testimonios de los migrantes, “porque algunos amigos y familiares, gente cercana, ha estado en la misma situación.

Comprendo lo que están pasando y no tuve la menor duda en venir a ayudar a mis hermanos; ellos necesitan más que yo de mi tiempo”.

Alex Camargo

“Me duele mucho la situación de los niños, de las mujeres embarazadas y de quienes no están en facultades para hacer el trayecto. También quienes tienen entre los 10 y 12 años y han debido crecer antes y aportar ese esfuerzo extra a la vida, quemar etapas porque no lograr contar con mejores oportunidades”.

A quienes tienen voluntad de servir, les pide “que no lo piensen y acudan: nunca sabemos cuándo nos tocará vivir la misma situación”.  

Jorge Ceceña, estudiante panameño de Producción Audiovisual en la Facultad de Comunicación Social, de la Universidad de Panamá y quien se integró a la labor de los alumnos de Medicina, conoció la situación en las noticias y supo de acciones entre varios estudiantes, como una tómbola pro fondos para reunir el costo del pasaje que permita a los migrantes volver a su país de origen. Se interesó por saber más.

Jorge Ceceña

“Me animé a venir para ayudar. Es impactante ver la cantidad de personas que están en el albergue”.

Reflexionó que en ocasiones se cree que falta solidaridad, pero visitar el albergue le demuestra que no es así: “Es bueno ver cómo las personas apoyan. A quien quiera venir, serán bienvenidos porque faltan manos”.

Parte del equipo de la Fundación de Asistencia a Migrantes (FAM), dirigida por Gustavo Gumbs, que acudió al albergue provisional de Viejo Veranillo para entregar 222 comidas

“El sueño americano es el sueño de una vida mejor”

Diana Gintoli, estudiante del 11avo semestre de la Facultad de Medicina de la UP, es venezolana.

Diana Gintoli

“Llegué en el 2014 a Panamá y cuando salí de Venezuela no lo hice porque quería y sí por necesidad. Cuando debes poner tu vida en dos maletas o en un morralito, tu perspectiva y prioridades cambian y te sensibilizas por ciertas situaciones”.

En su caso, ver la migración masiva y a personas preparadas salir del país a pie porque no les quedaba opción, “siempre me motiva a ayudar en lo que puedo. A veces no tienes los recursos, pero dono mi tiempo”.

En su labor solidaria le impresionan las historias de las personas.

“Ingenieros, médicos, profesionales u obreros, quienes se marcharon del país por necesidad. Tenían una vida realizada, pero sin recursos debieron optar por caminar, y en su desesperación por un futuro mejor, muchos viajan con sus niños.

Nos ha tocado atender a niños pequeños con desnutrición, diarrea, asma….”

Observa que muchos “siguen buscando el sueño de una vida mejor” y alegan que al llegar a Venezuela estudiarán otra opción “porque la vida que ellos quieren no la pueden tener en el país”.

“El sueño americano es el sueño de tener una vida mejor; la que vimos en películas y series: que se podía prosperar con los propios conocimientos y las oportunidades que un país daba”.

Sin embargo, cruzar el Darién no es sinónimo de una vida mejor.

“Conocimos la historia de un niño con su padre, quienes perdieron todo porque el niño casi se ahoga y el padre debió soltar las cosas y salvar a su hijo”.

Los testimonios, observa, son muy duros y demuestran que la ruta del Darién y el camino hacia el norte no es una opción.

Relata el terrible negocio que hay en la zona, de acuerdo con los testimonios de los migrantes: «Personas que cobran por subir a los niños a la montaña o cruzar los bolsos. El camino es difícil y hay razones por las cuales en el tapón de Darién no viven personas: es una selva peligrosa y con áreas empinadas.

Para cruzar de Colombia a Panamá las personas deben escalar con mecate y apoyarse en los farallones. En el descenso es cuando más la gente pierde la vida o se fractura, pero creen que como un par de personas lo logran, también lo podrán hacer: ocurre que decenas quedan atrás y no cuentan su historia porque no salen del Darién”.

Hacia Panamá solo tiene palabras de gratitud: “Estoy muy conmovida por la manera como Panamá ha respondido y sobre todo cuando escuchas que en otros países se les negó la atención médica. Le hacían el diagnóstico, pero no les daban medicamentos, ni tratamiento o seguimiento cuando una crema o un desparasitante puede cambiar la condición de un paciente a punto de fallecer”.

Holiday Duarte, voluntaria de las Misioneras de la Caridad, de la madre Teresa de Calcuta, decidió integrarse a la labor de los estudiantes de Medicina.

Holiday Duarte

“En particular los niños despiertan mi preocupación y para mí es un placer apoyar a esta comunidad, en su mayoría venezolanos y colombianos.

Solidaridad: tanto el Hogar Luisa como el comedor solidario de Santa María del Camino, de la Iglesia Católica, apoyan con ropa, alimentos y atención a los migrantes.

Los pequeños, cuando ven que se les lleva la merienda, salen corriendo porque tenían muchos días sin ver una golosina o una manzana”.

Exhortó a los padres “a no exponer a sus hijos a cruzar esa selva tan feroz” y a utilizar sus redes sociales para convencer a quienes piensan tomar esa decisión, a no hacerlo.

“A la familia hay que cuidarla, es un valor preciado de la vida y sobre todo los niños, quienes, como dice el papa Francisco, son el futuro de hoy”.

Comentó que se ha recibido ayuda y respuesta inmediata, pero también entiende que hay población escéptica.  

Panamá también tiene hambre, es verdad, pero estamos en nuestro país, contamos con familiares, amigos y compañeros de trabajo. Ellos no tienen nada: perdieron sus pertenencias en los ríos porque les tocaba salvar a sus hijos o el equipaje”.

Destacó que gobiernos y organizaciones religiosas han gestionado la adquisición de boletos para el retorno a sus países, pero se les ha dado prioridad a las familias vulnerables y personas con enfermedades crónicas. “Falta mucho”, reconoció.

Quienes han logrado partir, le comentan que volverán a Venezuela para darle tranquilidad a sus familias, pero su idea es intentar regresar a otro país, “porque allá no hay nada que hacer”.

“Muchos ya residían en Colombia. Decían que no estaban bien, pero tampoco mal, y por insistencia de algún miembro de la familia, residente en Estados Unidos, vendieron todo, volvieron a migrar y ahora se quedaron sin nada luego del cierre de la frontera”, destacó.

A los migrantes que ya están en su país de origen, les pide que sean voces de alerta, evitar que otros transiten por la peligrosa selva del Darién o caminos ilegales en los cuales pierdan la vida buscando un mañana sin futuro.

Wilyerson Quintero, escribió luego de visitar el Darién, reflexiones que hoy explican su hacer junto con el de sus compañeros en Viejo Veranillo y son el resumen de esa palanca solidaria que hace del mundo un lugar mejor:

“Posiblemente, lo que hacemos sea poco entre la inmensa realidad, pero como dijo Madre Teresa: A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota. Nuestro poco, con el otro poco del otro, forman un mar donde nuestro hermano que sufre puede encontrar calma”.

Violeta Villar Liste
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