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Después de una dura semana de trabajo, nada mejor que arrancar el fin de semana con el “viernes cultural”, esa reunión de amigos en las esquinas del barrio presagiando ya el descanso y la fiesta. Esta sección pretende hacer eso, arrancar nuestro fin de semana desde esta esquina virtual con cuentos y poemas de autores panameños para que los conozcan y los disfruten. Así que, ¡feliz fin de semana!, con sabor a literatura panameña de la buena.

Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]
Diseño: Carlos García Ponte

Tres poemas de Jaiko Jiménez Caín

Jaiko Jiménez Caín

Jaiko Jiménez Caín (Panamá, 1994), ha irrumpido en el panorama literario panameño con una capacidad evocadora sobresaliente y un discurso poético que lo sitúa entre los mejores de su generación. Ha ganado dos veces el Premio Nacional de Poesía Joven Gustavo Batista Cedeño. Es autor de Contra el olvido (2018), Dos edades en la biografía de un hombre común (2018), y Todos los rostros son un espejo (2021).

Despedida

«Todo lo que tuve y lo que fui,

sin testamento,

se lo dejo al viento».

Héctor Collado

Si me tocara irme de este mundo

en plena luz,

y no me diera el tiempo

para enhebrar adioses.

Si de golpe la vida se me muriera en el pecho,

y no quedara ni el recuerdo.

Si ya mañana descubriera que me he ido,

que todo yo me he vuelto ausencia:

lóbrego silencio.

Si no retornara el sonido de mi aliento,

y para siempre se alejaran,

oscuros, mis pasos…

Bien se sabrá que nada perdí,

que todo fue ganancia.

Que recorrí estas calles, sinuosas, imprecisas,

con la emoción de un niño que a cada paso

iba descubriendo la belleza.

Que amé,

y con locura.

Que fui amigo

de Dios y de sus hijos.

Que sufrí el acero de la traición,

sus garfios en mi vientre…

Que supe del hambre,

del miedo,

de la zozobra y la pérdida,

de la injusticia y la desnudez,

del dolor y de la angustia.

Y no caí,

ni mi voluntad fue menoscabada

por las piedras que me lanzaron,

sino que con ellas erguí un altar

para dar gracias.

Pude morir desde hace mucho,

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y no pasó.

En todo momento fui

pálpito indeleble,

sangre inagotable,

llama que perdura.

Y así,

como nada tuve,

nada les dejo.

Del poemario

Vagando entre oscuros laberintos.

Premio de poesía Gustavo Batista Cedeño 2019.


Poema a un hombre que se ha perdido

A Víctor

Veo tu rostro que se muestra para siempre triste,

a la sombra de una noche ya lejana.

Te veo solitario en ese banco frío,

en esa esquina que te sabe desde siempre,

mas no te reconoce.

Aún recae sobre ti la lluvia que inundaba los caminos,

enhebrando suspiros y adioses sin retorno.

Son tus ojos un museo de efigies que se han ido para siempre.

Cementerio de árboles arrancados con violencia.

La insondable arena en donde cada paso se hizo huella,

luego recuerdo, luego olvido.

Siempre estarás allí cuando la noche te reclame.

Tú, entre sombra y muerte,

con esa vieja radio que ya no sirve,

pero que insistes en llevar bajo tu brazo,

como a un perro que se ha vuelto viejo;

la cuidas, porque nada se asemeja más

a la entrañable compañía de un amigo.

Tanto has dicho tu dolor

que ya lo sabes de memoria.

Por mucho tiempo esperaste el amanecer

y tu vida se detuvo en medio de la madrugada.

Habitas en la hora de la ausencia,

empotrado en el umbral de la hecatombe.

Todo se ha ido,

y tú yaces olvidado entre los escombros.

Has invocado el nombre de la muerte y no te escucha,

parece que también la muerte se ha marchado para siempre.

Víctor, espejo de mi propio desamparo,

te abrazo desde la otra orilla,

para ofrecerte mi amistad de aire.

No te olvidaré,

renacerás en los dichos de mi boca;

a donde yo vaya, irá también la sombra de tus pasos;

pronunciaré tu nombre, cuando llegue la mañana.

Del poemario

Vagando entre oscuros laberintos.

Premio de poesía Gustavo Batista Cedeño 2019.


XXII

No he de caer.

Allá en el fondo hay bocas que esperan por mí.

Desesperadas me reclaman para su hambre.

Es la hora de huir,

la hora de la única partida,

de salir volando en una nube triste.

Se han acabado las treguas,

he visto perderse en el horizonte la última piedad,

el cuerpo marcha a la dureza del sepulcro,

y la noche se ha bebido la última esperanza.

No, no he de caer.

Mi cuerpo demolido no soporta ni la brisa más liviana,

cualquier caricia ha de lastimar mi carne, mis huesos;

la mirada más tierna me hace trizas.

Quiero vivir, quiero disgregarme entre los matorrales,

habitar entre las fieras,

rajar el cielo cual relámpago en bifurcación,

brotar a la hora del silencio, una vez más,

conocerme y reconocerme.

No quiero ser más la sombra de mi sombra,

la hoja errante que seca se pierde en el anonimato.

Abrir esa puerta quiero, quiero palpar,

quiero ser un poco más que nada,

y quiero.

No, no he de caer.

He de ocultar la piedra que soy,

el ave que soy, la risa que soy,

la lluvia que soy.

Me he de salvar por vez primera,

permaneceré oculto

detrás de este cuerpo ajeno,

detrás de esta piel ajena,

de este dolor ajeno,

sufrido por el otro yo que soy,

y por mí.

Pero no he de caer.

En el momento más absurdo

abriré las alas de par en par,

a la hora en que el verdugo duerme,

y volaré como lo hace un poema,

hacia el lugar del encuentro,

de la comunión del cuerpo con su sombra.

Del poemario:

Dos edades en la biografía de un hombre común, 2017.

Coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña:
Pedro Crenes Castro

[email protected]
(Panamá, 1972), es escritor. Es columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.
https://senderosretorcidos.blogspot.com/