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Con fundamento en herramientas históricas, lingüísticas, literarias y religiosas, editado, traducido y comentado por el notable especialista Antonio Piñero, circula Los libros del Nuevo Testamento (Editorial Trotta, España, 2021), escribe Nelson Rivera, quien ofrece en esta edición una completa mirada a textos que abordan la religiosidad. Un excelente aporte en tiempo de Semana Santa

Amigos lectores:

Antonio Piñero Sáenz (España, 1941) es historiador, filólogo clásico, filólogo bíblico trilingüe, traductor, escritor y novelista. Reputado e influyente estudioso de la vida de Jesús de Nazaret, de la vida de Pablo de Tarso y la teología paulina, de la fundación del cristianismo y del llamado cristianismo primitivo, del Nuevo Testamento y del judaísmo anterior al cristianismo, así como de numerosos otros temas conexos.

El año pasado publicó un volumen excepcional: Los libros del Nuevo Testamento (Editorial Trotta, España, 2021). Además de un estudio general -más de un centenar de páginas-, cada uno de los 27 libros que conforman el Nuevo Testamento viene precedido de un texto que lo presenta en sus dimensiones históricas, lingüísticas, religiosas y literarias. Huelga decirlo: son introducciones que enriquecen la perspectiva y la comprensión del lector. En la edición, que supera las 1,600 páginas, abundan las notas que aclaran, documentan, relacionan un libro con otro: una faena editorial admirable.

El otro asunto clave: Piñero ordena los libros de forma cronológica, lo que le diferencia de las ediciones ‘corrientes’ del Nuevo Testamento. Escribí una extensa reseña, de la que copio solo un pedazo dedicado a ese incomparable y singular hombre que fue Pablo de Tarso, el más grande propagandista y propagador que ha tenido la cultura judeo-cristiana: “El Nuevo Testamento está atravesado por la escritura, la voz, el pensamiento de Pablo de Tarso. Que 14 de los 27 textos que lo componen, se le atribuyen en alguna medida (7 con plena certeza, otros 7 como producto del análisis), es un primer argumento, al que de inmediato hay que añadir este otro: a pesar de las diferencias o, incluso, de ciertas perspectivas encontradas, el Nuevo Testamento es un corpus paulino, todo él escrito bajo la visión paulina de la extraordinaria entidad de Jesús, una entidad casi divina, que al morir y resucitar, protagoniza dos eventos de carácter redentor, que vienen a cambiar el destino de Israel y de los hombres, en una proyección ilimitada” (también incluí un fragmento de la introducción general escrito por Piñera, titulado “Cartas de Pablo”).

Juan Salvador Pérez, director de la revista SIC (Centro Gumilla), escribe La procesión no siempre va por fuera. Su reflexión puede leerse como una primera aproximación a la pregunta sobre el estado/las realidades del catolicismo en Venezuela. Dice Pérez: “Hoy día la Iglesia cuenta con 42 jurisdicciones eclesiásticas en el país, distribuidas en 9 arquidiócesis, 27 diócesis, 3 vicariatos apostólicos, 2 exarcados y un ordinariato militar. Algo más de dos mil sacerdotes, algo menos de cuatrocientos diáconos permanentes y sesenta obispos (41 titulares, 3 auxiliares y 16 eméritos), siendo las diócesis con mayor número de sacerdotes San Cristóbal (208), Trujillo (154), Barquisimeto (148), Mérida (127), Caracas (121). Según los estudios de opinión y diversas encuestas, el número de católicos (o de personas que así se consideran) varía desde el 75 por ciento de la población, hasta más del 90, claramente cifras altísimas. Visto así, tanto por la histórica presencia como por el número de fieles, Venezuela es un país irrefutablemente católico. Pero ¿realmente lo somos? Más allá de lo nominal, ¿qué significa eso?”. Está en la página 4.

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Página 5: Francisco Javier Pérez acaba de publicar Los jesuitas y el lenguaje. Estudios venezolanos, siglos XVII y XVIIIGerardo Vivas Pineda aborda los siete estudios que contiene el libro, en su texto Sotanas en la selva, diccionarios en guayuco: “Hablemos de la obra, evadiendo por restricciones espaciales una cobertura que merecería al menos un dossier completo, saltándonos la biografía escrituraria del autor, por sí misma una hazaña del humanismo contemporáneo. En esta primera entrega, de una obra programada hasta el siglo XXI, se ocupa de las contribuciones al lenguaje por parte de Pierre Pelleprat, generador de la lingüística aborigen; José Gumilla, primer ordenador de las lenguas del Orinoco; José Cassani, jesuita, original, académico, lexicógrafo indigenista y escritor-historiador; Alonso de Neira y Juan Rivero, primarios paleolexicógrafos sistemáticos; Felipe Salvador Gilij, iniciador de la lingüística americana; y Lorenzo Hervás, adelantado de la filología comparada y figura suprema del enciclopedismo lingüístico”.

En la página 6 y parte de la página 7, viene una entrega de los memoriosos -así me gusta llamarlos-, de Alicia Álamo Bartolomé. Su título, Soy católica, anuncia hacia dónde encamina sus recuerdos y reflexiones, que arranca así: “Soy católica por nacimiento y convencimiento. Nací en una familia cristiana, pero no muy practicante, porque mi padre, si bien con mayor formación religiosa que mi madre, transcurrió su juventud en la época en que el positivismo reinaba en los medios universitarios e intelectuales y era costumbre inveterada que los hombres no fueran a misa. Todavía en 1941, cuando llegamos del exilio a vivir un año en Barquisimeto, ciudad natal de papá, recuerdo que los domingos asistíamos las jovencitas Álamo Bartolomé a la misa de 10 am en la iglesia de la Concepción, donde hasta un banco marcado tenía la familia Álamo, pero los jóvenes no entraban a los oficios, se quedaban conversando en el atrio del templo, en espera de la salida de las muchachas al terminar estos”.

El artículo de Rodolfo Izaguirre que reproducimos en la parte superior de la página 7 se titula El mundo interior: “Con los ojos cerrados veo cómo se desplaza mi alma en el futuro; comienzo a sentirme a mí mismo, a atisbar por los entresijos de mi imaginación superando el temor al miedo, a la aprehensión porque constato que algo se libera dentro de mí y puedo abarcar nuevas dimensiones en la espesura del bosque y escuchar con mayor claridad el trino de los pájaros ocultos en las altas copas de los añosos árboles porque voy venciendo el terror o la angustia de hundirme en una oscuridad sin puntos luminosos. Toco los objetos que encuentro a mi paso y obtengo de ellos nuevos y hermosos contactos; con solo rozarlos siento que despiertan a una vida mejor y de mayor encanto”.

En las páginas 8 y parte de la página 9, el psiquiatra y analista junguiano Luis Galdona ofrece una lectura del libro Erotismo, vanidad, codicia y poder, de Áxel Capriles Méndez. Dice Galdona en La pasión: el sentido del sinsentido: “Es indudable que al hablar de pasiones estamos en el terreno de lo irracional y en el campo de la patología. La pasión siempre es patología, en el sentido de que es expresión de un pathos, una emoción, un sentir que no se aviene con la razón, aunque puede ser valorizado desde ella. Pero la patología también tiene un sentido: es un acontecer de lo psíquico que puede develar un propósito, la línea de desarrollo de un proceso. La psicología y la medicina arquetipal han insistido en poder imaginar el sentido de la patología como expresión de un psiquismo que busca compensación, con frecuencia incluso a través de lo destructivo. No solamente lo constructivo forma parte del repertorio psicológico, lo tanático tiene una función a través de sus imágenes y sus manifestaciones. Y los medios a través de los cuales la psique busca esa compensación, esa inclusión de ingredientes excluidos, contradicen lo racional y se convierten en profundas aflicciones que tienen claras implicaciones patológicas”.

Daniel Esparza, por su parte, nos ofrece un ensayo que parte de otro, de Luis Pérez-Oramas: “En el segundo apartado de su “Ensayo sobre la destrucción”, Pérez-Oramas ofrece una breve fenomenología del juramento. El juramento, explica, “no pone nada en obra pero mantiene lo que otro ha puesto en obra”. Esto es, que la acción de jurar supone al menos dos cosas. La primera (acaso la más obvia) es una falible pero resuelta voluntad de continuidad. Se trata, fundamentalmente, de una operación de mantenimiento, por demás humilde. De nuevo, jurar no inicia nada: solo se compromete a mantener aquello que ya está allí, para acaso llevarlo a término. Es decir, que el juramento exige tener en mano alguna cosa para sustraerla de la acción disgregadora del tiempo tanto como nuestras fuerzas lo permitan. Por una parte, jurar salvaguarda. Al jurar, me comprometo a guardar algo entre mis manos, a man-tenerlo. Por la otra, jurar demanda un mínimo nivel de autonomía. Quien jura debe ser capaz además de tenerse a sí mismo. Ha de poder no solo mantenerse en el tiempo sino de con-tenerse en la acción: debe obrar de acuerdo a aquello que ha jurado”. Parte superior de la página 9.

Carlos Ayala Corao Allan Brewer Carías han compilado JUSTICIA!!, Al fin, JUSTICIA!! Condena al Estado venezolano por el Comité de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas por la violación de las garantías judiciales al debido proceso, a ser juzgado por jueces independientes, a un recurso efectivo y a la presunción de inocencia de Allan R Brewer-Carías (Editorial Jurídica Venezolana, Academia de Ciencias Políticas y Sociales, Caracas, 2022), que viene con artículos de Claudio GrossmanJuan Ernesto MéndezDouglass CasselHéctor FaúndezSantiago CantónVíctor Rodríguez ResciaRomán J. Corredor DuqueLeón Henrique CottinRafael Odremán L.José Ignacio Hernández y Allan Brewer-Carías. En la página 10 reproducimos el texto que Alexandra Álvarez Muro le dedica al libro: “La obra evidencia los excesos contra los derechos del abogado. El lector no puede dejar de asociar este litigio con otros que hemos visto durante estos años: el de Afiuni, de Leopoldo López, del diputado Requesens y muchos otros juicios que se realizan o no, porque quienes pasan años olvidados en la cárcel no cuentan en esta lista. De modo que este juicio es solo la punta de un iceberg que lleva a los sótanos del Sebin y a otras salas de tortura del régimen venezolano. Compilado por Brewer y Ayala Corao, el libro es el recuento de una larga serie de atropellos en contra del jurista. Según su propio planteamiento ante el Comité de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas, estos fueron: derecho a un juicio justo; derecho a asistencia legal; derecho a la defensa; derecho a ser oído; igualdad ante los tribunales y cortes de justicia; libertad de expresión; ataques ilegales contra el honor o la reputación y privación de libertad”.

Por último, agregar mis buenos deseos para todos.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

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