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Las economías de América Latina y el Caribe recuperaron sus niveles prepandemia y la región recobró cierta sensación de normalidad, aunque la economía debe reactivarse para evitar un nuevo ciclo de bajo crecimiento, de acuerdo al informe del Banco Mundial Nuevos enfoques para cerrar la brecha fiscal, el cual destaca que la elevada tasa de vacunación contra la COVID-19 permitió el regreso a la normalidad.

Las inversiones sociales y en infraestructura pueden convertirse en motores clave del crecimiento y la prosperidad compartida, declara el informe del organismo mundial.

Se calcula que el PIB regional crecerá 3,0 por ciento en 2022, una tasa mayor a lo previsto anteriormente debido al alza en los precios de las materias primas, señaló el BM en comunicado.

En el caso de Panamá (ver cuadro siguiente), estima que crecerá 6.2, por encima del promedio de Centroamérica y de los países de la región. De hecho, la calificadora de riesgo Fitch Ratings, reafirmó la calificación soberana de Panamá en BBB- con perspectiva estable, manteniendo el país su grado de inversión. La calificadora proyecta para Panamá un crecimiento de 9% en 2022 (casi tres puntos por encima de la previsión del BM).

El BM hizo referencia a la fuerte incertidumbre que recorre el mundo como resultado de la guerra en Ucrania, la subida de las tasas de interés en los países desarrollados y las persistentes presiones inflacionarias impactarán sobre las economías de la región.

Se estiman tasas de crecimiento bajas, de 1,6 por ciento y 2,3 por ciento en 2023 y 2024, respectivamente, similares a los bajos niveles observados en la década de 2010 e insuficientes para lograr avances significativos en términos de reducción de la pobreza.

La inflación, que si bien en la mayoría de los países se encuentra en los niveles de la OCDE, requiere de esfuerzos continuos para que esta descienda al nivel de los objetivos anteriores.

“La mayor parte de las economías recuperaron sus niveles prepandemia, pero esto no es suficiente. Los países de la región tienen la oportunidad de reconstruir mejor luego de la crisis y lograr sociedades más justas e inclusivas”, dijo Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe

“Además de poner en marcha las reformas e inversiones necesarias para acelerar el crecimiento, los gobiernos deben encarar los costos estructurales: los años de escolarización perdidos, las vacunas no suministradas y el impacto diferido de la inseguridad alimentaria que la recuperación del PIB disimula”.

La región está bien posicionada para replantear su trayectoria de desarrollo. El empleo prácticamente recuperó sus niveles de prepandemia, las escuelas reabrieron y, con excepciones en el Caribe, la elevada tasa de vacunación contra la COVID-19 permitió el regreso a la normalidad.

COVID-19: en retroceso, aunque aún amerita vigilancia

Las altas tasas de vacunación alcanzadas en buena parte de la región sirvieron para controlar los efectos de la última ola de casos derivados de la variante ómicron BA.2 y podrían ofrecer una mayor resiliencia ante nuevas variantes, como la Ba.2.75.2 que podría provocar una nueva ola en los meses venideros.

Tras experimentar olas excepcionalmente brutales de mortalidad excesiva, ALC parece haber convergido con el resto del mundo en el nivel más bajo en casi tres años, apenas por encima del 1 por ciento en la región y 3,5 por ciento en el resto del mundo. Aunque estas cifras deben ser analizadas con cautela.

En una cuidadosa retrospectiva realizada con indicadores estandarizados provenientes de varios países, la revista médica The Lancet encontró que las tasas tuvieron un nivel de subregistro cercano a un factor de dos (COVID-19 Excess Mortality Collaborators, 2022): la región sufrió casi el doble que los países avanzados en vez de apenas un poco más, como se había informado anteriormente, y su tasa de mortalidad solo fue superada por Europa Oriental y Asia Central.

Si bien la evolución positiva de la región nos permite albergar esperanzas de haber dejado la pandemia atrás, las tasas de vacunación de la región siguen siendo un motivo serio de preocupación. Chile, Uruguay, Argentina, Perú, Nicaragua y Costa Rica están por encima de 80 por ciento, mientras que Guyana, México y Colombia experimentan un fuerte aumento que pronto los colocará en ese lugar.

Aun así, muchos países, la mayoría de ellos en el Caribe, se están quedando desesperadamente atrás y corren el riesgo de que las nuevas variantes signifiquen una nueva ronda de efectos económicos devastadores, paralizando nuevamente al sector turístico”.

Banco Mundial. “Nuevos enfoques para cerrar la brecha fiscal” Informe económico de América Latina y el Caribe (Octubre), Banco Mundial, Washington, DC. DOI: 10.1596/ 978-1-4648-1930-8. Licencia: Creative Commons Reconocimiento CC BY 3.0 IGO.

No obstante, las secuelas de la crisis persisten y deben ser atendidas. Si bien la pobreza monetaria descendió del 30 por ciento en 2021 al 28,5 por ciento en 2022, sigue estando en un nivel alto; al tiempo que los costos a largo plazo de la crisis en la salud y la educación deben ser subsanados de manera urgente, tanto para reactivar el crecimiento como para mitigar el aumento en la desigualdad.

“Manejar la carga creciente de las deudas resultantes de la crisis mientras se genera un margen fiscal suficiente como para realizar inversiones que promuevan el crecimiento requiere de nuevas fuentes de ingresos que deberán ser cuidadosamente analizadas, así como un mejor uso del gasto existente. En promedio, se podría ahorrar el 17 por ciento del gasto público y, en dos tercios de los países, este ahorro serviría para eliminar los actuales déficits fiscales”, dijo William F. Maloney, economista en jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe“Racionalizar el gasto del sector público es un paso hacia la construcción de gobiernos más eficientes, receptivos y confiables”.

El informe plantea que los países deben analizar cuidadosamente sus opciones de gasto público y de política tributaria para favorecer la equidad y evitar potenciales efectos adversos. Esto incluye mejorar la eficiencia del gasto: en promedio, el 4,4 por ciento del PIB — o 17 por ciento del gasto público— se malgasta en transferencias mal dirigidas, deficiencias en las contrataciones públicas y políticas de recursos humanos ineficientes.

Con información del Banco Mundial