Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)
La licenciada María Mercedes Armas Barrios es psicóloga. Egresada de la Universidad Central de Venezuela. Es integrante del Observatorio Venezolano de los DDHH de las Mujeres y del Centro de Investigación Social Formación y Estudios de la Mujer.
@psico.mm.armas
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Al hacer un recorrido digital por investigaciones, estudios y análisis, encontré puntos coincidentes en cuanto a los retos vigentes que se plantean ante la celebración del Día Mundial de la salud mental en octubre 2023:
- Según múltiples estudios realizados, las secuelas de la pandemia y aislamiento, por COVID 19, persisten y deben ser atendidas, debido a que involucran todo un espectro de signos, síntomas y trastornos de la salud mental.
- Se evidencia la necesidad de una reflexión profunda sobre los determinantes y posibles abordajes psicosociales de la salud mental en particular.
- Se hace imprescindible una revisión y cambio en el paradigma de la salud mental tal como se ha concebido hasta ahora, para enfatizar en la importancia del aspecto educativo, preventivo y comunitario.
- La tecnología, usada inadecuadamente, también se ha convertido en un factor de riesgo para la salud mental, sobre todo para la infancia y adolescencia.
- Las organizaciones especializadas, a nivel global, recomiendan priorizar la salud mental en las agendas de los países de manera que se refleje en sus políticas y presupuestos.
- Los cambios poblacionales generados por los fenómenos migratorios y aumento de la expectativa de vida, entre otros, también resuenan en el espacio de la salud mental.
Estos aspectos, en general, permiten comenzar a esbozar vías de acción para afrontar los retos que representa la salud mental de cara al 2024. Quizás nos resultan muy teóricos o distantes. Entonces ¿Cómo podemos contribuir a nivel personal, no solo con nuestra propia salud mental, sino con la de nuestra familia y comunidad? Lo cierto es que no nos podemos sentar a esperar políticas y presupuestos que a lo mejor no llegan tan rápido como lo necesitamos, también podemos decidir ser agentes de cambio.
En la publicación anterior señalábamos la importancia de disminuir los factores de riesgo y potenciar los factores de protección de la salud mental con buenas prácticas de vida. En este sentido, podemos hacernos preguntas útiles para evaluar, junto a nuestro grupo familiar, como estamos manejando los factores de riesgo, por ejemplo: ¿Cómo es el uso que hacen nuestros niños y adolescentes de la tecnología? Tomando en cuenta que uno de los efectos negativos a partir de la pandemia sumada al uso inadecuado de la tecnología y redes sociales, es la carencia de habilidades sociales de los niños y adolescentes.
¿Estamos dispuestos a aumentar los factores protectores de nuestra salud mental? ¿Estamos dispuestos a auto cuidarnos y a cultivar hábitos saludables?
Esto puede sonar muy grande y casi imposible, pero un pequeño cambio cultivado de manera consistente puede generar un resultado muy diferente en beneficio de nuestra salud mental y, al hacerlo, estamos impactando de manera positiva todo nuestro ambiente.
Solo a través de un enfoque consciente y auto evaluativo de nuestra vida, de nuestros valores, principios y hábitos en el sentido más amplio y abarcante, podremos hacernos responsables de nuestra salud mental y de cómo impactamos con ella a nuestra familia y comunidad.
Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)