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Lic. Rosa María Villar Liste

A mi abuela nunca le gustó que la llamáramos así; siempre fue “MÍA”. Bien porque lo fue joven, porque era muy coqueta, o por ambas. El caso es que todos sus nietos, y fuimos muchos, la llamábamos por ese apodo.

Esto viene a cuento porque recuerdo una de las veces que ingresó en el hospital para cambiar la pila de su marcapasos, peinada de peluquería y uñas recién pintadas, la mejor lencería para la ocasión y su olor siempre agradable a colonia. Estaba sentada en una silla de su habitación, cuando entró la enfermera, muy amable, a tomarle sus datos para abrir su historia y se le ocurrió decirle: “Buenas tardes abuela”.

Mi abuela, que en ese momento sonreía, le cambió la cara como si el “ABUELA” fuera un insulto, y no una expresión cariñosa por parte de la profesional, y le contestó: “No dejo que mis nietos me llamen así…” y por allí se fue.

Suelto toda esta historia para poner un ejemplo del error que solemos cometer a diario en hospitales, centros de día, centros de salud e incluso en el domicilio de estas personas mayores y voy más allá… nosotros como hijos, nietos, sobrinos… de personas mayores cometemos la equivocación, a veces sin querer y otras queriendo, de no contar con ellos para decisiones que conciernen a sus vidas.

No son niños, son personas que tienen más años que nosotros y más experiencias vividas. No están ahí para estorbar ni para hacer solo lo que nosotros queremos; están para poder tomar decisiones en lo que respecta a su vida.

Tenemos la obligación de consultarles las cosas; preguntarles qué les gusta comer. Si el agua para lavarlos está bien de temperatura; no convencerlos de cuál programa de televisión es apropiado de ver o decirles que deben madrugar porque nosotros decidimos que es lo mejor…

Una persona mayor, con sus capacidades mentales intactas, tiene el derecho a decidir en relación a su vida, libertad, gustos… y no pasar a una vida con restricciones y trato vejatorio o infantil por parte de la sociedad que le rodea.

Los mayores tienen mucho por aportar y enseñar. Desde el momento en que esto se pierda por completo, y los arrinconemos, seremos una sociedad perdida y a la deriva, sin tradiciones y sin los conocimientos de nuestros antepasados.

Pido libertad y contar con ellos como una parte esencial de nuestra vida y, a partir de ese momento, si hacemos cierta esta reflexión, nuestra salud primaria empezará a mejorar.

Debemos cuidar de nuestros mayores, igual que lo hacemos con nuestros hijos, pero salvando las diferencias y entendiendo su derecho a escoger y no solo a obedecer.

Licenciada Rosa María Villar Liste

La licenciada en Enfermería Rosa María Villar Liste, es supervisora del Área de Críticos del Hospital Clínico de Santiago de Compostela. Tiene amplia experiencia en UCI de Adultos y Pediatría, con un máster en Gerontología. Es profesora asociada de la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España) y miembro del Instituto de Investigación Científica (IDIS) de Santiago de Compostela.