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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario EL Nacional de Venezuela

Amigos lectores:

Lean el primer párrafo del texto que Luisa Castro -poeta y narradora; Premio Hiperión 1986, Premio Internacional de Poesía Rey Juan Carlos (1990), Premio Torrente Ballester 2004, Premio Biblioteca Breve 2006- escribió sobre En falso (Editorial Visor y Fundación para la Cultura Urbana, España, 2022), el reciente libro de Gabriela Kizer:

“El título de este libro de poemas En falso está bien puesto. No es otra la sensación que una tiene cuando se adentra en ellos, la de pisar un territorio movedizo, deslizante, y que sin embargo nos atrapa desde el primer momento.

Nos atrapa porque perdemos pie, porque lo seguro empieza a tambalearse como ocurre cuando franqueamos una línea sagrada. El hechizo se deshace cuando sales de los poemas, pero la sensación de pérdida no desaparece, y quisieras volver a ellos, pero los poemas ya son otros, no se dejan manipular. Hay una poesía de la que se puede hablar, a la que se puede parafrasear, pero hay otra que solo puede explicarse desde dentro”.

Castro hace una sensible lectura -posiblemente la primera entre muchas otras que se producirán de aquí en adelante-, de este libro memorioso y de estremecimientos, escrito con celo y elocuencia. Está en la página 1.

A continuación, página 2, reproducimos cinco poemas de En falso. A esos cinco, añado aquí un sexto poema, un primer umbral hacia la poesía de Kizer:

Caída

La herida, sí, la herida.

La caída de los patines,

no del paraíso.

Y el olor a alcohol, insoportable.

Sople, por favor, sople.

Deme el instante que sucede al desmayo,

la calle apareciendo en su lugar,

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la costra incipiente, el sobresalto

de mi rodilla ardiendo,

de mi rodilla pelada frente a Dios.

Por favor, sople, sople.

Páginas 3 y 4: Verónica Jaffé, poeta, traductora y ensayista, ofrece El vuelo de 4 poetas venezolanas, charla que dictó en el 2020 -Cátedra José Antonio Ramos Sucre (Universidad de Salamanca), invitada por María José Bruña-. Las cuatro poetas, a las que Jaffé refiere son Yolanda PantinBlanca Elena PantinBlanca Strepponi y Gabriela Kizer.

Rafael Castillo Zapata, poeta y ensayista, escribe sobre el volumen de María Clara Salas que reúne dos libros suyos: Discordia de Babel Cantábrico (Editorial Kálathos, España, 2021). Un fragmento: “Unidad en la discordia. Esta podría ser una buena sentencia para describir la máquina binaria, llamémosla así, que componen La discordia de Babel y Cantábrico. ¿Por qué están juntos estos dos libros? ¿Qué nos quiso decir la autora al publicarlos ensamblados en un mismo aparato de lectura? ¿Cómo leemos ahora a Cantábrico engarzado a La discordia de Babel? ¿Cómo lo leemos, con nuestra memoria de la lectura que ya hicimos antes de él, y la memoria, correlativa, de los otros libros que leímos antes de leerlo a él? ¿En qué medida La discordia de Babel cambia nuestra percepción, nuestra sensación, nuestra intelección de ese libro ya leído? ¿Canta Cantábrico de otro modo porque lo leemos ahora en la resonancia que nos impone pasar antes por La discordia de Babel?

Las mismas preguntas, u otras parecidas, podrían hacerse en sentido contrario. Sepan ustedes que no tengo las respuestas.

Solo sé que todas ellas me han asaltado al encontrarme con esos dos libros unidos y es mi experiencia de lector la que me mueve a pensar que lo que los une es la discordia”. Página 5.

Las siguientes dos páginas están dedicadas a Daemon, poemario de Fedosy Santaella (1970), recién publicado por LP5 Editora. Reproducimos seis poemas, así como textos de Adalber Salas Hernández (“Abrir este libro es escuchar a Nina Simone o Miles Davis, pero también implica sentarse a oír cómo un habla no identificada, que podría pertenecer a un hombre sentado en un bar o a un pequeño dios melómano, nos cuenta de Bessie Smith, de Robert Johnson, de Sun Ra (el verdadero nombre de Herman Sonny Blount) o de Debbie Harry.

No se trata, sin embargo, de escuetos dramatis personoe: Santaella no fabrica monólogos ni se enfunda simplemente la piel de sus músicos predilectos. Tampoco se parapeta tras el muro de la anécdota. Mucho más que eso: lleva a estos personas al terreno de una intimidad y una intensidad que nos los acercan”) y José Urriola (“Se asemeja esta obra de Fedosy Santaella a una máquina musical cargada de presencias. Es un artefacto que se mueve, se desplaza, acaba de surcar y lo vimos de refilón, deja su estela, la sombra de su fantasma, nos cautiva y nos eriza la piel”).

Página 8: trae poemas de Christiane Dimitriades, pertenecientes a su libro inédito Qué será, será… (“inaprensibles/ mudas/ las letras/ penden del ordenador/ exhalan su ficticio aliento/ como un desprecio/ sobre la claridad”), y tres poemas de Olivia Findlay (1973), poeta nacida en Sudáfrica, residenciada en Escocia, traducidos por Raquel Rivas Rojas, para su columna Transversos:

Algo pequeñito

Pásate un día conmigo

aunque no tengas ganas

Da una vuelta conmigo

aunque sea necesario más de una

Tal vez no llegue a hacer lo mismo por ti

ni te haga tanto caso

Aun así, pierde tu tiempo conmigo

comparte algo chiquito

conmigo

Como si yo lo mereciera

aunque no me lo haya ganado

Cree en mí

hasta que duela

Perdóname

mi imperdonable sed

En una carta de enero de 1930, José Antonio Ramos Sucre escribió los aforismos son disparos al aire.

Lo cuenta el poeta, aforista, investigador y ensayista mexicano Hiram Barrios (1983), autor de Disparos al aire. Antología del aforismo en Hispanoamérica (Ediciones Trea, España, 2002). Antes de ofrecer su selección de 75 autores, que incluye a nueve autores venezolanos –José Antonio Ramos SucreRafael CadenasJuan CalzadillaEugenio MontejoJosé BalzaAlberto HernándezJosu LandaFranklin Fernández y Freddy Ñáñez-, Barrios ofrece un ordenado estudio, basado en abundantes fuentes históricas y contemporáneas, que dan cuenta de la extendida presencia que ha tenido el aforismo en la lengua española. Me gustó el libro. En sus páginas encontré pistas cuyos hilos quisiera jalar. Por ejemplo, el de Antidio Cabal (1925-2012), poeta nacido en Las Canarias, que vivió en dos oportunidades en Venezuela, y ejerció como “editor personal” de Rómulo BetancourtRaúl Leoni y Rafael Caldera; o el de Baldomero Rivodó (1831-1915), obcecado de la lengua española, ensayista (Prontuario de la acentuación castellana, 1872), periodista que colaboró con El Cojo Ilustrado, pero sobre todo, compilador de numerosos volúmenes, entre otros, de Entretenimientos filosóficos y literarios, Repertorio de pensamientos propios y ajenos, del que publicó, al menos, tres ediciones. Además de reseñar el volumen, hice mínima selección de aforismos, entre los seleccionados por Barrios. Está en la página 9.

Me despido con un aforismo de Nicolás Gómez Dávila (Colombia, 1914-1994), a quien aprecio como el más importante autor de aforismos en nuestra lengua: El hombre es más capaz de actos heroicos que de gestos decentes.

Nelson Rivera

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