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Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)

La licenciada María Mercedes Armas Barrios es psicóloga. Egresada de la Universidad Central de Venezuela. Es integrante del Observatorio Venezolano de los DDHH de las Mujeres y del Centro de Investigación Social Formación y Estudios de la Mujer.
@psico.mm.armas
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Venimos conversando sobre el estrés y la frustración, como factores que pueden afectar nuestra salud integral y bienestar psicoemocional, cuando no los manejamos de manera adecuada. En todo caso, el objetivo es la búsqueda de un equilibrio entre los factores internos y externos, que nos permita mantener un balance positivo y de bienestar, así como prevenir diversos tipos de trastornos.

Puntos básicos para lidiar con el estrés y la frustración.

1. En cuanto al estrés:

A diario estamos en contacto con factores estresores en cualquiera de los ámbitos vitales que, muchas veces por repetición y acumulación, nos van afectando en nuestra cotidianidad. También puede ser por eventos sorpresivos, traumáticos que, por su intensidad o por las consecuencias que tienen,  impactan significativamente.

Para mencionar algunos:

  • Accidentes, pérdidas, eventos naturales, ser víctima de delincuencia.
  • Inseguridad laboral, pérdida del empleo, conflictos en el trabajo.
  • Conflicto de pareja o familia, maltrato, abuso, separación, abandono, duelos.
  • Enfermedades, discapacidades.
  • Situaciones de tensión mantenida en el tiempo.
  • Horarios muy apretados, dificultad para el traslado.
  • Limitaciones económicas.
  • Amenazas de diversa índole a la seguridad e integridad personal, Bullying.
  • Ejercer roles de cuidador o tener trabajos que impliquen exposición o riesgo para la vida o la salud integral.

Dado que el estrés es una respuesta adaptativa a los factores estresores ambientales; por lo general las personas no perciben su efecto hasta tener uno o varios síntomas a nivel de su salud física, emocional o mental; por ello es importante hacer una evaluación consciente tomando en cuenta los siguientes aspectos:

  • Reconocer las fuentes de estrés o factores estresores, así como las respuestas que damos ante esos ellos.
  • Evaluar cómo podemos minimizar el impacto de esos factores.
  • Valorar la vulnerabilidad y las herramientas de afrontamiento.
  • En caso de no poder reducir este impacto, hay que tomar decisiones de cambios más a fondo, por ejemplo: cambio de estilo de vida, incorporando factores de equilibrio o protectores.
  • Recurrir al apoyo de algún especialista de salud mental en caso de no saber cómo resolver la situación y de que la persona se encuentre afectada.

2. En cuanto a la frustración:

Entendiendo que la frustración es una respuesta emocional y cognitiva, que surge ante una situación que le impide el logro de un objetivo o que representa un obstáculo para lograrlo; puede experimentarse de forma muy desagradable pero, dependiendo de una serie de factores internos como los valores, puede representar una opción para reestructurar nuestras metas o estrategias para el logro de las mismas.

Por lo general se expresa emocionalmente a través de la tristeza, rabia y decepción con diversa intensidad y duración; aunque posteriormente puede producirse una aceptación del resultado y un ajuste a la nueva situación planteada. Esto sucede porque se genera una activación emocional que busca solucionar y lograr de manera eficiente dicho resultado e implica una adaptación y la generación de nuevas estrategias o la aceptación de que lo esperado no es viable; obviamente implica un proceso a nivel emocional que desarrolla y fortalece habilidades internas. En este sentido, estamos hablando de la habilidad para tolerar la frustración.

Según algunos autores, estudiosos del proceso de la frustración, los patrones de crianza influyen de manera determinante en el nivel de tolerancia o intolerancia y, por otra parte, plantean que ésta se experimenta como consecuencia de una serie de creencias disfuncionales que se van instalando desde las primeras etapas del desarrollo vital; aunque también entran en juego factores biológicos, temperamentales y psicosociales; por ejemplo: algunas condiciones pueden reducir la tolerancia, tales como el autismo y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), entre otros.

Algunas de estas creencias disfuncionales son:

  • Los deseos deben ser satisfechos siempre y de manera inmediata; o sea la búsqueda de una recompensa inmediata.
  • El rechazo a las emociones “desagradables”, las cuales hay que evitar o controlar.
  • La prioridad del confort a corto plazo sobre las metas a mediano y largo plazo.
  • El nivel de exigencia elevado: el desempeño debe ser perfecto, sin fallas.

La experiencia vital implica situaciones frustrantes y estresantes, eso no lo podemos eliminar por completo; de hecho forma parte de los retos de vivir que nos permiten crecer y madurar como personas. Lo importante a destacar en cuanto a estos dos factores, es la necesidad de identificar y evaluar su impacto negativo en nuestra salud integral y desarrollar recursos internos para manejarlos adecuadamente.

Como parte de nuestra inteligencia emocional es necesario que desarrollemos un nivel funcional de tolerancia a la frustración y las herramientas internas de afrontamiento de situaciones de estrés. Las alertas, en ambos factores, se encienden cuando son situaciones extendidas en el tiempo y que se instalan de manera crónica afectando nuestra salud integral ya que, ambos, son factores de riesgo asociados a diversos trastornos de la salud integral: física, emocional y mental.

Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)