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Por:Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
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Seguro te ha resultado común escuchar la frase, dirigida a las mujeres, ¡Tú lo que estás es histérica! O a los hombres homosexuales, por supuestamente querer parecerse a las mujeres, señalarlos de “histéricas” en tono despectivo.

El uso de esta palabra como insulto hacia las mujeres y a quienes lo “parezcan”, tiene una explicación que se remonta a la historia de la sexualidad femenina en la época victoriana.

El término histeria viene del griego “hystera”, que significa útero. De acuerdo con la RAE, la histeria es una “enfermedad nerviosa crónica, más frecuente en la mujer que en el hombre, caracterizada por gran variedad de síntomas, principalmente funcionales y a veces por ataques convulsivos”.

Su origen es tan lejano que ya para el año 1900 a.d.c. se encontró un antiguo texto médico en un papiro donde se le describe como “perturbaciones del útero”. Se trataba de que cuando el útero no tiene lo que desea se desplaza de manera imprevista por el cuerpo y producía síntomas en las mujeres, que son las únicas poseedoras de útero.

En la Antigüedad, Hipócrates definía la histeria como “una enfermedad orgánica de origen uterino” y por lo tanto, específicamente femenina. Platón, por su parte, escribió: “En las mujeres lo que se llama matriz o útero es un animal que vive en ella con el deseo de hacer hijos. Cuando permanece mucho tiempo estéril después del periodo de la pubertad apenas se le puede soportar pues se indigna, va errante por todo el cuerpo, bloquea los conductos del aliento, impide la respiración, causa una molestia extraordinaria y ocasiona enfermedades de todo tipo”.

En la Edad Media, la Histeria era denominada como un mal que se había apoderado de las mujeres. En ese momento, la patología dejó de verse como una enfermedad para ser tratada desde el ámbito religioso. Durante este tiempo se pensaba que eran brujas que se dejaban influenciar por el Diablo.

La Histeria se aparta del enfoque médico y adquiere un tamiz moral y religioso con las doctrinas agustinianas.

La mujer histérica se convirtió en bruja y su cuerpo enajenado se lo disputaron los teólogos y los médicos.

Muchas mujeres “histéricas” fueron condenadas a la hoguera como brujas o poseídas, hasta que, en el siglo XVI, el investigador Jean Wier recuperó la primacía de la medicina al considerar como enfermas mentales a las mujeres que sufrían convulsiones de todo tipo.

En el Renacimiento, la Histeria se desvincula de la Iglesia, y regresa al campo de la Medicina, dando paso a la ciencia. Por tanto, la histeria femenina adquiere mayor poder como diagnóstico médico.

En el siglo XIX, durante la era victoriana (1831-1901) se desarrolló el diagnóstico habitual de un amplio abanico de síntomas, que incluían desfallecimientos, insomnio, pesadez abdominal, irritabilidad y pérdida de apetito. La Medicina descubrió una nueva realidad, la mujer posee “instinto sexual” y necesita las relaciones sexuales para mantenerse sana.

Las mujeres diagnosticadas con histeria femenina debían recibir un tratamiento conocido como “masaje pélvico”: era la estimulación manual de los genitales de la mujer por el médico hasta llegar al orgasmo. Denominado en esa época, “paroxismo histérico”. Era tanta la cantidad de mujeres que empezaron a asistir a las consultas para recibir su “tratamiento para la histeria” que los médicos al final de la jornada de trabajo quedaban agotados y con sus manos acalambradas.

El deseo sexual reprimido de las mujeres era considerado una enfermedad y acudir a la consulta para tratarlo era habitual. Sin embargo, los médicos y enfermeras empezaron a inventar artefactos para que el tratamiento fuera más higiénico, rápido y fácil. Se invento un útil artefacto que producía vibraciones rítmicas y se lograba más fácil y más rápido el paroxismo histérico en la paciente, sin necesidad del común masaje manual.

Fue el médico británico, Joseph Mortimer Granville, quien diseñó el primer vibrador en 1870. Este aparato estimulaba los músculos internos de la vagina, por tanto, ayudaba a aumentar la excitación. El artículo electromecánico con forma fálica fue todo un éxito, ya que lograba “aliviar” a las pacientes en menos de diez minutos, y logran así fabricar un vibrador personal.

La Histeria femenina desaparece como diagnóstico médico, y fueron Sigmund Freud y Jean-Martin Charcot los que propiciaron que desapareciera la histeria como enfermedad al profundizar en el estudio de la mente.

La histeria es una neurosis cuyo cuadro clínico suele estallar en síntomas, por lo general ante ciertos acontecimientos críticos en la vida del paciente, como la adolescencia, el inicio de la vida sexual, el matrimonio, un duelo…

En el siglo XIX se comienza a pensar en esta neurosis como un trastorno funcional del sistema nervioso que no podía localizarse anatómicamente, en el útero, cuyo origen no era traumático.

Freud se dedica a los problemas de la mente, en general, y de la histeria, en particular. Entre 1888 y 1893 forjó un nuevo concepto de la histeria, tomando la idea Charcotiana del origen traumático y ligándola a su teoría de la seducción.

Según estas concepciones freudianas, la mujer “histérica” en la infancia había sido víctima pasiva de la seducción de un adulto, cuyo recuerdo traumático permanecía como un cuerpo extraño, un quiste cuyo filo generaría siempre dolor y discordia que serían tramitados simbólicamente a través del cuerpo. Las parálisis, anestesias, ascos, desmayos serían —en palabras de Michel Foucault— una protesta ante la condición femenina.

¿Cómo se representa hoy en día? “La histérica sigue presentándose como una figura seductora cuyo cuerpo sexuado, paradójicamente, sufre por encontrarse genitalmente anestesiado. Aquejada por inmensas inhibiciones sexuales, la histérica o el histérico seducen y erotizan para defenderse de su sexualidad, para permanecer en la insatisfacción y en la tristeza. Así, pueden presentar eyaculación precoz, impotencia, frigidez y dispareunia. Todos, síntomas de un cuerpo que no puede sentir placer sexual, sino sólo actuarlo, demorando por siempre la entrega”. Podemos estar hablando de una gran cantidad de mujeres reprimidas sexualmente por diversas razones educativas y de identidad. Este término ha servido para insultar a las mujeres.

Recomiendo ver la película Hysteria 2011, película británica cómico-romántica, dirigida por Tanya Wexler y ambientada en la época victoriana, que narra el tratamiento de la “histeria femenina” y cómo llevó a la invención del vibrador.