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Foto de Suad Kamardeen en Unsplash

La historia de la mujer afrodescendiente es distinta a la del resto de las mujeres.

“Las mujeres afrodescendientes tuvieron una vida de lucha; de trabajo. No solo estaban en casa; debían ir a las plantaciones», explica Mireya Peart, presidenta de Voces de Mujeres Afrodescendientes en Panamá, quien, al repasar la realidad de la esclavitud, razona que les dio convicciones para esforzarse por su propia liberación, aun cuando esta estructura social de sometimiento, «persista, así se niegue».

Tan ciertas son las palabras de Mireya Peart, que cuando se revisa el estudio, Situación de las mujeres afropanameñas, realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Instituto Nacional de la Mujer (Inamu), hay datos sociológicos que permiten conocer cómo se describe la afropanameña, adjetivos que hablan de esta digna y orgullosa diferencia, sin negar la inequidad y dificultades marcadas por el género y la etnia.

Los resultados que derivan de los grupos focales, son similares (en el caso específico de la pregunta qué me gusta de mí) así estemos hablando de una mujer urbana, clase media y media alta, en Panamá y Colón, como de una mujer rural y en pobreza, en Darién y Bocas del Toro.

En el caso de la mujer urbana, ante la pregunta, qué me gusta de mí, responden:

Forma de ser

-Con carácter y fuerza

-Esforzada, valiente, determinada, luchadora

-Optimista, positiva

-Objetiva, directa, sincera, segura, jóvenes, abierta, natural

-Resiliente

Del lado de la mujer rural:

Forma de ser

-Alegre, sociable, entrona

Independiente, no me rindo ante las situaciones

Trabajadora

-Serena, sosegada

-Me gusta lo que pienso de la vida; nada me amarga

-Mi vida: tuve una niñez feliz, estudios

Incluso, al analizar la “otra mirada; la mirada masculina”, el hombre percibe a la mujer afropanameña como trabajadora, luchadora, líder, resiliente y original.

No es:

-No es máquina

-No es tolerante, ni paciente

-No es desmotivada ni aburrida

Cabe señalar que el estudio Situación de las Mujeres Afropanameñas, se sustenta “en los derechos humanos y los acuerdos mundiales sobre la eliminación del racismo y la discriminación social por género y etnia; también aborda el llamado de la Agenda 2030 sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, para no dejar a nadie atrás”.

El lanzamiento se hizo en el formato virtual, con palabras de Linda Maguire, representante residente del PNUD en Panamá y de Adorinda Ortega, directora general encargada del Inamu, quienes destacaron el valor de este documento que aporta información fundamental para conocer el mapa real de la afropanameña.

Peart, en el foro moderado por Miroslava Herrera como parte de la presentación del estudio del PNUD e Inamu, resaltó la metodología empleada en la investigación y el objetivo cumplido de alcanzar “a la población afro y a la más marginada”.

Dijo que como economista es crítica de los estudios que se hacen desde una oficina, al contrario de este informe que buscó a las mujeres reales; en vivo.

Otro aporte es el hacer evidente la situación de la población afrodescendiente y subraya que la construcción de políticas públicas debe tomar en cuenta la voz de la comunidad, en este caso de las mujeres, para salir de la situación de exclusión.

Krishna Camarena Surgeon, directora general de la Secretaría Nacional para el Desarrollo de los Afropanameños (Senadap), también reconoció que es un mérito las cifras y aproximaciones que permiten construir la realidad de las mujeres afro.

“Las mujeres negras nos empoderamos dentro de la misma situación que nos toca vivir, por elección o porque nos toca, y estos datos constituyen una herramienta que nos permite, desde la Secretaría, consolidar el trabajo sobre políticas públicas que debemos impulsar”.

Walkiria Chandler, diputada suplente en la Asamblea Nacional, comenzó su intervención en el conversatorio con un recordatorio del chef Iván Gómez, “quien partió físicamente, pero su legado y el sabor de su vida nos acompañará siempre”.

Destacó que el chef Gómez siempre “apoyó a los afromilenial y compartió sus conocimientos”.

Chandler, quien integra la generación milenial panameña, en su caso desde el terreno político, afirma, en función de los resultados del informe, “que la desigualdad tiene rostro de indígena, de afro y de mujer”.

Reconoce que es difícil romper con los estigmas. Es su caso, pone su enorme grano de arena en una montaña que se vuelve voluntad y transformación: “Me levanto todos los días rompiendo con la barrera del no puedo porque no se espera que una mujer negra pueda llegar a ciertos cargos y posiciones”.

“Me tocó a los 33 años entender que no era solo un cabello para que mi voz contara y me vieran con respeto. No me gustaría que las niñas deban esperar hasta los 30 para saber que pueden ser ellas mismas; ser naturales”, argumentó.

Chandler, de igual modo, considera que es momento de dejar de ponerle sexo a los puestos políticos:

“Cuando las mujeres llegan a cargos, las nombran en el Ministerio de Educación o en el Ministerio de Desarrollo Social, organismos vinculados a tareas de cuidado. No se piensa en una mujer, por ejemplo, para jefe de la Policía, con lo cual la política se convierte en puestos de hombres, de mando y de poder. En la política, tampoco es lo mismo transmitir un mensaje si eres mujer negra. Es preciso cambiar esa mentalidad”.

Vulnerabilidad y carencias

Entre otros resultados cualitativos que derivan del estudio, en su relación con otras personas, la mujer rural expresa sentirse sola y, “a pesar de trabajar mucho, no tengo muchas ventajas para salir adelante” y esta frase, entre otras frases y realidades, permiten comprender por qué es necesario avanzar en políticas públicas con visión de género y etnia.

Panamá, de acuerdo con el estudio, cuenta con un 24,3 % de personas que se autodefinen como afrodescendientes.

“Las provincias de Colón, Los Santos, Darién y Panamá son las que contaron más afrodescendientes y, entre ellas, el término con el que más se identifican es moreno/a, seguido de afropanameño/a y, en tercer lugar, afrodescendiente”.

En cuanto a los hogares con jefatura afrodescendiente, el informe indica que “en Colón sobrepasan el 50% y en Los Santos alcanzan 43%, seguido por Darién y Panamá con 41 %”.

Para el análisis de datos, se construyeron cinco grupos de población, según el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) y, de acuerdo con el cual, el quintil 1 (Q1) es el grupo más pobre o con más carencias y el quintil 5 (Q5), el menos pobre o con menos carencias

El estudio, que se puede leer completo en el sitio del PNUD Panamá (https://www.pa.undp.org/content/panama/es/home/library/poverty/situacion-de-las-mujeres-afropanamenas.html) describe de manera detallada la metodología y áreas analizadas (empleo, educación, hogar…) y concluye que “la mayor vulnerabilidad social y económica de las mujeres afrodescendientes» se concentra «en los quintiles 1 y 2 principalmente, con menores coberturas de educación, desigualdad en el acceso a salud y a otros servicios”.

Por otra parte, “es en las provincias de Panamá, Colón y Panamá Oeste donde residen principalmente mujeres afropanameñas que acumulan múltiples carencias, lo cual tiene un impacto en el lugar que ellas ocupan en el mercado de trabajo.

Esta situación les impide desarrollar habilidades suficientes para conseguir condiciones de trabajo decente, limitando en el futuro la acumulación de recursos y su movilidad social”.

“Por otro lado, también es evidente la gran desigualdad entre mujeres afrodescendientes pertenecientes a los quintiles 1, 2 y 3 y aquellas en los quintiles 4 y 5.

Estas últimas alcanzan mejores indicadores educativos, un mayor nivel de ocupación, mejores condiciones de trabajo y profesiones especializadas, además de una mayor cobertura de protección social que incluye jubilaciones.

De esta manera estas mujeres, a pesar de las discriminaciones múltiples de las que son objeto, han tenido una trayectoria familiar y educativa muy distinta a las mujeres de los quintiles más bajos, logrando superar barreras para alcanzar una mayor movilidad social”.

Construir un mundo de iguales

El trabajo de campo mostró la satisfacción de las organizaciones “por el establecimiento de medidas legales atinentes a la población afropanameña (normativa nacional e internacional), ya que lo consideran un avance en términos de programas y proyectos concretos dirigidos a superar la discriminación y la exclusión. No obstante, las personas señalaron que hay leyes, pero no se conocen”.

Martín Fuentes, especialista del PNUD en Panamá, dijo que en general el estudio ofrece varios mensajes:

-Las mujeres afrodescendientes enfrentan una serie de obstáculos y desigualdades que impiden alcanzar mayor desarrollo humano

-Muchas son jefas de familia que viven solas con sus hijos

-Alta carga en tareas de cuidado

-Inserción en trabajos informales

-Altos niveles de racismo

-No son un conglomerado homogéneo. Participan mujeres de diferentes culturas, estratos sociales y áreas geográficas

-La educación formal de calidad y el ascenso social sigue siendo una aspiración

-En el caso de mujeres con mayor nivel educativo, las demandas se dirigen a eliminar los techos o límites

-El tema estético también es determinante y el “cómo han tenido la necesidad de adquirir las estéticas dominantes para ser aceptadas”.

Entre otras recomendaciones, se propone generar capacidades institucionales que permitan atender los nuevos desafíos impuestos.

Significa desde abordar las necesidades de la población de acuerdo con su contexto (género, etnia, cultura…) hasta diseñar soluciones de políticas en diálogo con las comunidades y con mecanismos participativos que hagan cierto un mundo de iguales.