Autor: Dr. Miguel A. Cedeño
En la primera parte de este artículo me referí a los aspectos epigenéticos de la resiliencia basados en las importantes investigaciones de Meaney (2005), Nestler y Monteggia (2007) en animales.
Con respecto a estudios epigenéticos realizados en humanos, un grupo encabezado por Mikel Norman, del Instituto Karolinska, de Estocolmo, Suecia, observó una tasa de metilación (menor expresión de un gen) más alta en los leucocitos de 16 niños que nacieron por cesárea que en los de otros 21 niños que nacieron por vía natural.
Sin embargo, al cabo de unos días, la tasa de metilación de los niños que nacieron por cesárea retornó al nivel normal. (Acta Paedriatica. Vol. 98. No. 7. 2009).
La investigación sugiere que desde muy temprana edad, e incluso, desde antes del nacimiento, se podría estar expuesto a desórdenes mentales de naturaleza epigenética.
Uno de los desórdenes mentales más estudiados en asociación con pobre resiliencia es el trastorno de estrés postraumático (TEPT), una condición psiquiátrica devastadora que se desarrolla como secuela de un evento traumático en la vida.
El mismo se caracteriza por memorias intrusivas y persistentes que interfieren con el diario vivir, al punto de llevar a la persona a la discapacidad física y emocional.
En años recientes, los mecanismos epigenéticos que se dan a nivel del sistema nervioso central, han emergido como el ampliamente buscado nexo entre estímulo ambiental transitorio, incluido el trauma, y cambios persistentes en la expresión de genes y comportamiento. (Sweatt. 2013).
Yehuda y su equipo encontraron una correlación de los cambios epigenéticos en un gen relacionado con el estrés que está asociado con el TEPT y la depresión en sobrevivientes del Holocausto judío y su progenie.
Los sobrevivientes del Holocausto tienen una mayor metilación de este gen en comparación con el estudio de grupos de control de padres judíos, mientras que la descendencia de los sobrevivientes del Holocausto tuvo una menor metilación en comparación con la descendencia del grupo control, tal vez porque los hijos de éstos heredaron rasgos que promueven la resiliencia (Biological Psychiatry 80, 372-380. 2016).
Esta es la primera demostración de una asociación de trauma parental preconcepción con alteraciones epigenéticas que son evidentes tanto en los padres expuestos como en los descendientes, lo que proporciona una perspectiva potencial de cuán grave el trauma psicofisiológico puede tener efectos intergeneracionales.
Con respecto a la genética en sí, se han encontrado diversos genes asociados al neuropéptido Y (NPY), al factor liberador de la hormona adenocorticotrópica (HLAC), a los neurotransmisores dopamina, noradrenalina y serotonina, así como al factor neurotrófico derivado del cerebro (FNDC), relacionados ya sea, con la resiliencia, o la vulnerabilidad, de algunas personas a diversos trastornos psiquiátricos como la depresión, el TEPT y otros trastornos de ansiedad.
En esta línea, Michael Rutter y Edmund Sonuga-Barke iniciaron en el King College de Londres. Inglaterra (1990), el seguimiento por varios años de 144 huérfanos (de un total de 324), provenientes de orfanatos en Rumania donde habían permanecido por largo tiempo, y donde aparentemente había escasez de alimento y ropa, pero también de contacto personal y atención humana, ya que un solo cuidador tenía que encargarse de 30 niños.
Ellos encontraron que los factores hereditarios que influían en la transmisión de la dopamina y la serotonina, influían de manera notable en relación con la resiliencia.
Los niños huérfanos con una variante determinante del gen del transportador de serotonina (DAT1), padecían más trastornos de atención y concentración.
A su vez, los portadores de la versión corta del gen para el transportador de la serotonina (5-HTTLPR) mostraban una mayor inestabilidad emocional.
Al parecer, la variante más corta del 5-HTTLPR evita que vuelva más serotonina del espacio sináptico hacia la neurona. Sin embargo, los autores consideran que los genes “alterados” no entrañan necesariamente problemas, ya que necesitan la implicación con el ambiente para aumentar el riesgo del trastorno (The J. Ch. Psyc. and Psych. Vol. 51, Issue 7. 2010).
Indudablemente, la creciente comprensión de la neurobiología de la resiliencia ha tenido implicaciones importantes para la prevención y tratamiento de distintos desórdenes mentales, ya que todo lo anterior ha permitido probar algunos fármacos como los antagonistas del receptor NMDA del ácido glutámico (memantina), o antagonistas de los canales del calcio (verapamilo y nimodipina), con el fin de atenuar la adquisición del intenso miedo presente en el TEPT y el trastorno de pánico, así como antagonistas del HLAC y del receptor beta adrenérgico en la prevención del mismo.
Igualmente, se han utilizado antagonistas del receptor NMDA y del receptor beta adrenérgico para reducir la fortaleza de la memoria traumática en el TEPT.
Con respecto al fortalecimiento de la resiliencia desde el punto de vista psicoterapéutico, Klaus Lieb, del Centro Alemán de Resiliencia, considera que la habilidad de despertar emociones positivas en uno mismo con regularidad, asumir los retos con expectativas optimistas, y construir una red social funcional a la que pueda acudirse en situaciones difíciles de la vida, han demostrado que contribuyen positivamente a la resiliencia.
Sostiene que la resiliencia se puede modificar a pesar de la dotación genética.
Según él, la conducta resiliente para regular los sentimientos de manera adecuada, o incluso la resiliencia en general, se puede aprender, pero esto exige perseverancia y tiempo.
Expresa que su entrenamiento no garantiza un bienestar ni inmuniza contra el estrés, pero sí muestra caminos para optimizar y reconocer el empleo de recursos personales (Entrevista a Gehirn und Geist. 2015).
Por último, es importante concluir que tanto el ambiente como la genética influyen invariablemente en la resiliencia, ya que, en verdad, estos supuestos adversarios coadyuvan estrechamente.
Dr. Miguel Cedeño
El autor de este texto es el doctor Miguel A. Cedeño T., psiquiatra y catedrático de Psiquiatría Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá