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Imagen de design. meliora en Pixabay

Por: Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
@psicosexualhisvetf 
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@psicohisvetfernandez

El sentido común o el saber popular, es un saber producido desde la vida diaria y cotidiana y surge de las interpretaciones de la gente común y sus experiencias prácticas. Experiencias que se consolidan basadas en las coincidencias en el tiempo y espacio entre lo que dice e interpreta y algunos hechos puntuales de la realidad.  

Ese conocimiento que sale de la vida diaria gracias al cual actuamos, nos explicamos las cosas y nos relacionamos con otras personas, permite que nos vayamos entrenando para movernos desde nuestros impulsos y necesidades, basadas en hábitos, usos y costumbres. El saber común es pragmático, utilitarista, es bueno o verdadero si “sirve”, no si es verdadero. Esa es una característica del sentido común que es un saber común, práctico e irreflexivo.

Es un saber que en la mayoría de las veces nace de las creencias populares, prácticas y que sirven en ese momento. Este conocimiento irreflexivo se inscribe en la ideología que se impone en la sociedad, en la época de que se trate y lo hace de manera sutil y cotidiana.

El sentido común se va consolidando por trasmisión oral de generación en generación, ideas que se convierten en reacciones “intuitivas”. Pero la realidad y el avance del pensamiento científico y sus métodos de verificación, así como la posibilidad de acceso a ese conocimiento, van derrumbando mitos y creencias que son base del sentido común.

Si a las personas las educas en las creencias de que algo es normal, lo normalizan y lo llegan a asumir como cierto, hasta el punto que defienden esa creencia como suya y verdadera.

Lamentablemente muchas de esas cosas que te cuentan, mucha “sabiduría popular” es completamente errónea. De ahí salen mitos y creencias que se consolidan como verdades y se van haciendo “naturales”, van siendo parte del sentido común. Pero cuando metemos la lupa al hecho en sí, nos damos cuenta que no son ciertas.

El sentido común, ofrece explicaciones sin demostraciones críticas sobre los hechos que intenta explicar. La evidencia para la ciencia, bien sea natural o social se basa en obtener explicaciones sistemáticas y controlables por la evidencia fáctica.

Tanto el conocimiento científico como el del sentido común tienen conceptos, principios y métodos útiles, pero el sentido común solo busca objetivos prácticos para enfrentarse a la vida de cada día y la ciencia busca aclarar con el método científico, por medio de investigaciones, la razón de los hechos incluidos esos del Sentido Común.  

Leí en algún lugar que Miguel de Unamuno dijo: “Hay gentes tan llenas de sentido común, que no les queda el más pequeño rincón para el sentido propio”. Y esto se ve reflejado por ejemplo en algunas preguntas comunes, con respuestas comunes, impulsadas por el “sentido común” sobre las mujeres y sus vidas, que las condenan a interpretaciones erradas, discriminatorias y perjudiciales.

Por ejemplo, las personas interpretan y repiten desde el sentido común, que las mujeres que están inmersas en un ciclo de la violencia de pareja o familiar, se mantienen allí porque son “masoquistas”, porque les gusta ser maltratadas, pero la investigación social nos indica que están inmersas en un tramado de creencias, también del sentido común, sobre la pareja, el matrimonio, la familia, el amor y ellas mismas, que las somete a un miedo paralizante, ante la posibilidad de romper con esas creencias y colocarse como centro de sus intereses y prioridades.

El sentido común nos dice, también, que las mujeres no saben manejar, y cuando cometen una infracción la expresión es “tenía que ser mujer”; pero las estadísticas nos indican que los accidentes de tránsito fatales son protagonizados por hombres, de manera mayoritaria y abrumadora y las mujeres aparecen de modo insignificante en las estadísticas de accidentes fatales como piloto. Pero esa creencia del “sentido común” sigue vigente.

Y así, se ha ido tejiendo un entramado desde el sentido común patriarcal que castiga a las mujeres con sus interpretaciones y beneficia a los hombres, sentido común que ya no es tan común, pero que se imponen como parte de la ideología patriarcal. De allí que las feministas impulsemos la necesidad de colocarse los lentes de género, también, para analizar el sentido común.

Por: Hisvet Fernández