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Es un tema reiterado pero necesario de abordar tantas veces como sea necesario: el coronavirus afecta la salud física y mental de la sociedad, con consecuencias impredecibles en el futuro.

El Dr. Miguel A. Cedeño, psiquiatra y catedrático de Psiquiatría Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá, invitado por la Facultad de Medicina para conversar de manera virtual sobre el tema Trastornos mentales y pandemia, recordó que el cerebro pertenece tanto al organismo como al medio ambiente, por tanto se ve afectado, negativa y positivamente, por factores biológicos inherentes al organismo, como a factores ambientales”.

En las diferentes etapas que transita el ser humano desde su nacimiento, observa, el cerebro va acumulando estímulos y experiencias que conformarán lo que se denomina inmunidad psíquica, “conjunto de factores que le servirán para defenderse de las injurias que sufra a través del tiempo, algo parecido a lo que realizan los glóbulos blancos para defendernos de gérmenes patógenos a nivel orgánico”.

Hay quienes tienen mayor resiliencia (factores de inmunidad psíquica) o capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida en relación con otras personas, detalla.

Esta realidad es evidente en tiempos de pandemia: unas personas responden mejor que otras a la compleja situación.

Sabemos, detalla, que uno de los fenómenos generados en el medio ambiente, y que produce una fuerte reacción biológica del cerebro, y, por ende, psicológica, es lo que conocemos como estrés.

“La reacción de un organismo al estrés ocurre mediante la activación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, llamado también el eje del estrés, que al ser activado produce la liberación de la hormona adenocorticotrópica o corticotropina (HACT) a través del factor liberador de la misma (HLC).

La HACT a su vez estimula las glándulas adrenales (suprarrenales) para la secreción de otra hormona llamada cortisol”.

Destaca que el cortisol recibe el nombre de hormona del estrés y junto al HLC como al HACT cumplen la tarea de ayudar al cuerpo y al cerebro de hacer frente a situaciones de estrés.  

“A su vez, todo este proceso lleva a la producción de los neurotransmisores adrenalina y noradrenalina, los cuales se producen también en las glándulas adrenales a través de la estimulación del Sistema Nervioso Simpático y los efectos locales del cortisol. Todo este proceso prepara al individuo para la huida, la lucha o el congelamiento ante una situación de peligro”.

Recuerda que el estrés puede ser positivo y hasta satisfactorio, pero de persistir se convierte en distrés con su carga desagradable y negativa: “Nos enferma y nos lleva a esta gama de patologías mentales y psiquiátricas que están ocurriendo en la pandemia”.

Las razones son obvias y las enumera: temor a un germen que pone en peligro la vida, la falta de interacción social y de movilidad, “antítesis de la naturaleza humana porque nuestra condición es ser seres sociales”.

El especialista resalta que la persona puede sentir un temor injustificado y hasta magnificado.

“El miedo y la preocupación son los síntomas cardinales de los trastornos de ansiedad”.

Ocurre que “cuando el estrés es negativo y sostenido (distrés), algunas personas desarrollan una hiperactividad del neurotransmisor dopamina en el circuito cortico-estriato-tálamo-cortical (origen de la preocupación) y una disminución de otro neurotransmisor, la serotonina, en la amígdala cerebral (origen del miedo). Si bien algunos autores sostienen que las preocupaciones ocurren por una disminución de la serotonina en el señalado circuito cortico-estriato-tálamo-cortical”.

Distintos trastornos de ansiedad

El Dr. Miguel A. Cedeño enumera que los trastornos de ansiedad son distintos y, en el caso de la pandemia, se asocian con varias conductas:

Ansiedad generalizada: preocupación constante y desmesurada de contagiarse o contagiar a familiares con el virus a pesar de adoptar medidas de autocuidado, por la pérdida de empleos, de morir, por la separación de familiares…

Estrés postraumático: este trastorno de la ansiedad deriva en miedo, pesadillas o angustia grave y sobre todo revivificaciones de la situación aterradora de la pandemia que les tocó vivir. Esto ocurre de manera principal con quienes han sufrido contagio o la enfermedad, en familiares de los contagiados o fallecidos, así como en el personal de salud que ha lidiado con los casos y muertes en primera línea.

Trastorno de pánico: miedo temor o malestar intensos que aparecen de manera inesperada y alcanzan gran intensidad en poco tiempo. Este tipo de trastorno cuenta entre sus síntomas dificultad para respirar. En tiempos de un virus asociado a dificultad respiratoria, más el uso de la mascarilla, se convierten en disparadores del cuadro.

Las personas, dice el Dr. Cedeño, sienten que tienen un infarto, ahogo en el pecho y en realidad no ocurre nada físicamente.

Fobias específicas: temor abrumador e irracional al coronavirus, así como le tememos a otras cosas (a un animal, a las alturas, a los espacios cerrados…). “La fobia específica siempre tiene un estímulo; en el trastorno de pánico no necesariamente existe ese estímulo que lo desencadena”, aclara.

Trastornos obsesivos compulsivos: Patrón de pensamientos y miedos irracionales al contagio; obsesiones que hacen tener comportamientos repetitivos desmedidos de lavarse las manos y desinfectarlo todo.

“Hay pensamientos que abruman y torturan al paciente, y esto puede hacer que la persona tenga comportamientos repetitivos.

La obsesión es una alteración del pensamiento y la compulsión una alteración de la motricidad. Se combinan ambos para crear el trastorno obsesivo compulsivo”, indica el especialista.

Otro trastorno es el llamado de adaptación “que son respuestas con acusado malestar, superior al esperable con relación al virus, afectando la actividad social, profesional o académica del paciente”.

Tenemos, señala, muchos profesionales con problemas de adaptación y esto impide que puedan atender de manera normal al paciente porque sienten temor a contagiarse.

“Es importante puntualizar otros trastornos psíquicos asociados a los cuidadores, es decir, el personal de salud encargado de atender institucionalmente a los pacientes afectados por la pandemia.

Muchos han cursado con el síndrome de burnout, síndrome por el estrés prolongado. Se caracteriza por agotamiento físico, emocional o mental por la atención diaria de pacientes con coronavirus, causándoles efectos en su autoestima y hasta depresiones”.

Otros trabajadores de la salud, precisa, expresan un desorden conocido como mobbing, “cuadro clínico caracterizado por elevados niveles de ansiedad y depresión por haber sufrido acoso moral u otro tipo de hostigamiento psicológico sostenido, de parte de ciudadanos en la calle, comercios o medios de transporte que los rechazan por considerarlos una fuente de contagio de la enfermedad”.

¿Cómo podemos ayudarnos?

El Dr. Miguel A. Cedeño ofrece importantes recomendaciones para evitar que el coronavirus afecte la salud mental.

Población general:

Dormir de manera regular, mínimo ocho horas; establecer una rutina de ejercicios físicos; practicar actividades placenteras o lúdicas como bailar, cantar, cocinar o juegos de mesa.

Respirar aire fresco y tomar luz solar mientras sea posible.

Tratar de llevar una buena alimentación, tomar agua en cantidades adecuadas y evitar el abuso de alcohol.

Si se tiene teléfono u otros medios tecnológicos, mantener comunicación y redes positivas con amigos y familiares para que el distanciamiento social sea lo menos traumático posible.

Evitar noticias de fuentes no confiables y chats que promueven informaciones falsas y mensajes negativos.

En particular pide alejarse de mensajes que infunden terror, desde las campañas antivacunas hasta las teorías conspirativas.

A las personas creyentes, la relación y rutina con respecto a su fe constituye otro factor de apoyo importante

“Si síntomas como la preocupación, el miedo, la tristeza, la irritabilidad, el insomnio, la disminución del apetito, la falta de energía, la falta de deseos de vivir, persisten o aumentan, lo ideal es buscar ayudar profesional con un psicólogo o psiquiatra a nivel público o privado, más si antes se ha padecido una afección psiquiátrica”.

Con respecto a los niños y ancianos, recuerda que son los más vulnerables y se les debe proteger.

Los niños porque están alejados de la escuela y sus amigos; los ancianos porque sufren de soledad y son los que tienen peor pronóstico en caso de contagio.

“A los niños no hay que demostrarles ansiedad ante la crisis, no exponerlos a noticias desalentadoras y responderles adecuadamente las preguntas que tengan, aparte de crearles rutinas de juegos y estudio”.

A los ancianos recomienda “demostrarles amor, interés, establecer conversaciones e interacciones agradables; también evitarles la sobreinformación”.

El humor es un componente que considera valioso en esta circunstancia.

Cuidadores

Los cuidadores están experimentando eventos disruptivos “ya que vivencian el riesgo de contaminación, sufrimiento y la muerte de las personas que cuidan, todo lo anterior se agrava por la separación cada vez más larga de sus seres queridos”, resalta el Dr. Cedeño.

En este caso, “se les recomienda identificar síntomas de estrés, ansiedad y depresión y comunicarlo a sus superiores, así como acceder al recurso de salud mental de sus instituciones”.

En los tiempos libres, considera saludable compartir con amigos y familiares. Incluso hablar de cómo evitar el contagio, puede ayudar a reducir el estrés y mejorar la conexión.

“Si el profesional está bajo tratamiento, estar alerta por empeoramiento de síntomas”.

Quien ya contrajo el virus

Las personas que ya enfermaron tienen miedo a empeorar, morir o sufrir rechazo lo cual, con frecuencia, degenera en trastornos de ansiedad o depresivos.

El Dr. Cedeño aconseja buscar ayuda profesional y no ignorar las señales del organismo.

Como bien explicó, el cerebro, al igual que el cuerpo, pueden enfermar, pero siempre es posible sanar y darse una nueva oportunidad.