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Por: Dra. Marta Illueca

La Dra. Marta Illueca es médica, pediatra e investigadora científica. Este artículo fue publicado de manera original en la sección Opinión del diario La Prensa de Panamá, el 19 de febrero 2023

Quisiera creer que para aquellos lectores que gustan de los teléfonos inteligentes y mantienen sus aplicaciones y sus versiones de celular al día, no hay nada de misterioso ni sorprendente cuando un virus inteligente como el SARS-CoV-2 renueva sus variantes cada año.  En realidad, encuentro intrigante la dicotomía en las actitudes de algunas personas que no escatiman en gastarse sus ahorritos en el último modelo de celular sin cuestionar por qué hay que actualizarlo. Y, sin embargo, en el área de la salud y en algo tan crucial como proteger vidas contra la COVID-19, arman olas absurdas de desinformación, oponiéndose al desarrollo de vacunas actualizadas que han demostrado su efecto beneficioso en prevenir enfermedad grave y muerte por la COVID-19.

            Son tan incongruentes los exabruptos contra la ciencia, que recirculan videos viejísimos sin fundamento. Así vemos que ya se les agota la imaginación, y nos toca, a los que abogamos por la salud pública, salir a consolar y tranquilizar al público embelesado por estos disparates que adornan las redes sociales. Entonces, invito a aquellos lectores con sentido común a instruirse y ponerse al día con datos claves para entender por qué se necesitan refuerzos actualizados contra la COVID-19 y por qué se administrarían periódicamente, una o dos veces al año, tal como lo hemos visto con las vacunas contra la influenza.

            El esquema de vacunación contra la COVID-19 tiene dos partes. Primero, las dosis iniciales con las vacunas originales, las cuales preparan al sistema inmune para producir los anticuerpos y células inmunológicas que protegerán a la persona contra enfermedad grave y muerte por este virus.

Hay  que entender que esas defensas iniciales son como soldaditos que, por decirlo así, «se agotan» con el tiempo y requieren nuevos «reclutas» formados por nuevos anticuerpos y partícipes celulares del ejército de inmunidad de nuestro cuerpo. Y esa renovación se consigue con los refuerzos de vacunas.

            Hasta el año pasado, tuvimos dos refuerzos iniciales muy adeptos en defendernos contra las extravagancias del virus. Pero aparecen nuevas variantes y con la familia del Ómicron, este virus inteligente tiene forma de moverse más rápido. Esto lo entienden muy bien los asiduos a los carros de carrera, los más nuevos son más veloces y más «aerodinámicos», y parece que igual es este virus.

            Entonces no debe sorprender a nadie la necesidad de desarrollar nuevos refuerzos que puedan apantallar a las nuevas variantes del Ómicron. El refuerzo bivalente (entiéndase, de carácter doble) cumple con las dos pautas necesarias para protegernos: tanto contra las cepas originales, como también contra las nuevas cepas de Ómicron. Es porque, sin este refuerzo, una persona no puede considerarse bien protegida.

            La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, hasta la fecha, más de 700 millones de personas se han contagiado de la COVID-19 y casi siete millones han fallecido (ver: https://covid19.who.int/table).

En Panamá ya sumamos un millón de casos con casi 8,600 muertos. En la región de las Américas, se reportan 189 millones de casos y casi tres millones de muertes. El que niega que la pandemia fue real, no tiene noción de la realidad devastadora de este virus. Se nota que nunca vieron un paciente en cuidados intensivos ahogándose sin aire por el virus, ni vieron las morgues colmadas de cadáveres.

Tampoco entienden la carga para la sociedad de los que, habiéndose recuperado, quedan mermados por el síndrome del COVID prolongado, con fatiga crónica, insuficiencia cardiaca, niebla mental y otras dolencias. Y quizás tampoco perdieron a un ser querido bajo las garras del SARS-CoV-2.        

            Dicen que uno puede llevar a un caballo a donde hay agua, pero no se le puede obligar a beberla por más sediento que esté. Lamento la analogía, pero que quede claro que hoy le escribo a los panameños responsables y concienzudos, y no a los tercos negacionistas. Se sabe que como con cualquier medicamento, hay una minoría de personas que pueden tener efectos adversos con las vacunas, pero los beneficios son innegables.

Las estadísticas de la Alianza Gavi para la Vacunación estiman que las vacunas contra la COVID-19 han salvado unos 20 millones de vidas en todo el mundo.

            Es vital que no se cieguen por los videos irresponsables en las redes sociales. Exijan siempre un denominador cuando se les citen cifras de efectos adversos de vacunas. Solamente comparando porcentajes van a entender que la COVID-19 es mucho más dañina y devastadora que los efectos raros e infrecuentes de vacunas o medicamentos. Revisen sus fuentes, cuestionen a voceros no idóneos (léase, los no médicos) y también evalúen las credenciales de los pseudo-científicos que nunca han sido parte de estudios serios de investigación o que obviamente se «pavearon» de las clases de bioestadística.  La ciencia ficción existe más allá de las películas, la tenemos a la orden del dia en las redes sociales y la perpetúan los que no se ocupan de verificar y exigir que su informacion venga de las fuentes más confiables.

            Estamos venciendo a la COVID-19 gracias a las vacunas y a la ciencia. Que quede claro, sin vacunas no hubiéramos salido de la viruela, ni controlado el polio, ni el tétano, ni la difteria, ni otras enfermedades graves y mortales. La historia de la humanidad no podrá ser alterada por la desinformación. No bajemos la guardia. Y adelante con el refuerzo bivalente: ¡es justo y necesario!

La Dra. Marta Illueca es médica, pediatra e investigadora científica. Este artículo fue publicado de manera original en la sección Opinión del diario La Prensa de Panamá, el 19 de febrero 2023