Después de una dura semana de trabajo, nada mejor que arrancar el fin de semana con el “viernes cultural”, esa reunión de amigos en las esquinas del barrio presagiando ya el descanso y la fiesta. Esta sección pretende hacer eso, arrancar nuestro fin de semana desde esta esquina virtual con cuentos y poemas de autores panameños para que los conozcan y los disfruten. Así que, ¡feliz fin de semana!, con sabor a literatura panameña de la buena.
Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]
Un cuento de Leyles Rubio León
Leyles Rubio León
Leyles Rubio León, nacido en Perú, publicó en Panamá, en 2019, su libro de cuentos Bailando descalzo por Madrid (Editorial Fuga, 2016) y es egresado del Diplomado de Creación Literaria de la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP.). También ha publicado el libro de cuentos Un salto ornamental en la piscina.
Sueños latentes
No sé qué hora es. Una luz parpadea en la ciudad. No veo. No oigo. Solo distingo ese tintineo constante. Siento una perversa molestia en la cabeza y un olor a carne putrefacta. Aunque jamás lo había percibido, supongo que a esta pestilencia huelen los cuerpos olvidados.
Me levanto con esfuerzo. Camino a tientas, dando tumbos. No me reconozco y me pregunto: ¿en qué me he convertido?, ¿dónde estoy?, ¿que hice para merecer esto? Estoy completamente solo, no hay nadie a mi alrededor que me lo aclare.
Salgo de la habitación y siento sombras por los destellos que aparecen a donde vaya. Camino inquieto por un pasillo que parece no tener fin, un lugar hediondo, el piso enfangado como en un pantano donde se arrinconan los desperdicios de una ciudad. Apenas puedo andar en este muladar sombrío y humeante. Los espectros se me enredan de manera indistinta.
¿Que se supone que debo hacer aquí? Si tan solo recordara qué evento me trajo hasta este sitio. Busco en mi mente, pero el malestar es insoportable y no me deja pensar. Lo agudizan mis ganas de descubrir el enigma y una sensación inexplicable de culpabilidad.
Noto la presencia de otro ser. Viene hacia mí. Me quedo pétreo. Lo tengo cerca y, como no puedo distinguirlo, acerco mis manos. Lo palpo. Él repite el movimiento, como si fuera un reflejo. Toco su rostro deformado —las facciones son similares a las mías—, está sangrando intensamente, y en donde debería tener el ojo derecho, hay un enorme agujero. De nuevo, ese maldito olor que me impide seguir.
Me despierto por tercera vez sin saber la hora. Una luz proyecta una ráfaga de flashes en esta tiniebla. No veo. No oigo. Solo siento el pestañeo de la luz. No me dejan en paz este inicuo dolor de cabeza y este olor atroz.
¿Será mi condena? Me despierto de nuevo como en las primeras ocasiones y recuerdo lo que pasó hace unos días: mi novia con otro, mi llanto por ese dolor en el alma. La pistola fría que mi agencio. Me encuentro con ella. El desesperado intento de huir. El sudor me impide reconocer bien los caminos. A pesar de la sorpresa, no soporto la intensa pulpa y escucho un disparo.
Las personas van y vienen hacia mí. Lamentos sin rumbo. Recuerdo los anteriores sueños que me descontrolaron esta noche.
Hay pesadillas que nunca me abandonan, más bien me arrullan y viven conmigo después de mí, añadiéndose al terror primigenio, por ejemplo, o a las fobias que aparecen en cada etapa de mi vida, a las heridas de los amores contrariados o al dolor ante cualquier experiencia ingrata.
De niño soñaba que me seguía un hombre maltrecho, con una sonrisa inmensa y desdentada. Solía andar con las manos en los bolsillos y, luego, cuando me lograba alcanzar, me mostraba lo que había en su interior, delatando su naturaleza monstruosa: cucarachas, tarántulas, camadas de ratones del tamaño de elefantes. Esta noche, felizmente, los lobos con la peste se rehusaron a salir, pero igual aullaron.
Otro delirio que enfrento regularmente es la mujer ciempiés que se ríe a carcajadas bajo un disfraz de payaso. Hacía sus exhibiciones, parecidas a las de mis cumpleaños de infancia, en el sótano de mi casa. Me aterraba ignorar quién era y con los años me inquieta sospechar quién podría ser. Nunca resolví el misterio, por mi bien. Hoy, en este nuevo sueño, me insiste para ver el show que preparó con solicitud. Le digo que no puedo acompañarla abajo, porque sé que mi amada se pudre ahí.
Me sigue molestando el dolor de cabeza. Puede deberse a los flashes. Menos mal, todos ellos se fueron. ¿Cómo hago para apagar la luz del tanatorio y poder al fin descansar?
Tomado de Bailando descalzo por Madrid
Pedro Crenes Castro (Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.