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Dr. Miguel A. Cedeño T.

Hace algunos años una madre llegó a mi consulta con su único hijo de 33 años de edad. El motivo de la consulta era buscar solución a una situación de conducta que ella consideraba anormal.

A pesar de su edad, el joven, un ingeniero informático, casi no se vinculaba con amigos, nunca había tenido novia, jamás hablaba de planes futuros y parecía no contar con un proyecto de vida.

Laboraba en una empresa en la que parecía adosado a su computadora todo el día y, de regreso a casa, sólo almorzaba o cenaba, y nuevamente se sentaba frente a su ordenador personal en el cual jugaba hasta altas horas de la noche. Los años habían pasado y el joven se resistía a cambiar su rutina.

Casos como el descrito ocurren en forma frecuente y variada en seres humanos de todas las edades, aunque el fenómeno parece afectar más a niños y adolescentes.

Así, encontramos jóvenes que no pueden separarse de redes como Facebook y Twitter; personas que no pueden dejar de enviar mensajes por email o Whatsapp.

Otros dan rienda suelta a su adicción al comprar y apostar vía internet, sin dejar de lado el creciente apego a la ciberpornografía y a la incesante búsqueda de parejas online.

Incluso, muchas personas se rehúsan a salir de casa a un lugar donde no haya internet porque tienen la sensación que su vida carece de sentido si no logran conectarse a la red.

Obviamente, como toda conducta humana, el fenómeno tiene su asiento en el cerebro y los neurocientíficos han detectado muchos de los efectos negativos que la cibertecnología puede causar en el cerebro humano y que explicaría el incremento de algunos de los desórdenes psiquiátricos en el mundo de hoy.

Uno de los problemas de salud mental más frecuentes, detectado con respecto al uso de la cibertecnología, se expresa en algunas adicciones.

Como adelanté anteriormente estas abarcan un amplio abanico: adicciones al correo electrónico, a apuestas online, a las cibernoticias, a la búsqueda de pareja a través de la red, a los videojuegos, a la ciberpornografía, a las compras y juegos de azar a través de la web.             

Una publicación de Weimer-Hastings y Ng señalaba que los adictos a internet referían que con solo poner en marcha el ordenador sentían un estallido de buen humor, el cual aumenta cuando abrían sus webs favoritas.

Estos sentimientos de euforia, se ha comprobado, están vinculados a cambios neuroquímicos cerebrales que controlan las conductas, que van desde un seductor impulso psicológico, hasta una auténtica adicción.

El cableado cerebral que controla  estas reacciones implica a la dopamina, neurotransmisor que además permite tolerar perfectamente el ruido y la incomodidad mientras nos concentramos en un ordenador o celular (CyberPsychology&Behaviour. Vol. 8. Num 2. 2005).

Igualmente, Kalivas y Volkow, sostienen que cuando la adicción al internet se afianza, la zona ejecutiva del cerebro pierde base. Esta es una zona de la parte frontal del cerebro, responsable de la toma de decisiones y el juicio.

Por tal motivo, la intervención en estos adictos implica no sólo mantener a raya el sistema de dopamina, sino también reforzar estos circuitos neurales anteriores del cerebro (Am J Psychiatry. 2005. 162).

Otra patología asociada al  mal uso de la cibertecnología es el Déficit Atencional con Hiperactividad (DAH), una entidad que se inicia en la niñez y persiste en la etapa adulta que se caracteriza por la dificultad para mantener el foco atentivo y que muchas veces se acompaña con hiperactividad.

En este renglón, P. Chang y T. Rabinowitz,  estudiaron la cantidad de tiempo que alumnos de noveno y décimo curso (14-16 años) empleaban en internet, televisión y videojuegos.

Descubrieron que los adolescentes que jugaban en la consola o videojuegos en internet más de una hora al día tenían mayores síntomas de DAH o desatención. La mayor cantidad de tiempo dedicado al juego aumentaba también el riesgo de tener problemas escolares (Annals of General Psychiatry 5(1):16).

En este sentido, D. Christakis y F. Zimmerman sostienen que los rápidos cambios de imagen en la televisión conducen a un cambio repentino entre los múltiples circuitos neuronales.

Cuando esto ocurre por largo tiempo, se perturba el trazado normal de los caminos neuronales, lo que se puede traducir en una deficiente capacidad de atención (Official J of the Am Ac of Pediatrics. 2004, 113 (4).

Otro trastorno aún más grave, y que igualmente se inicia en la niñez como es el autismo infantil, también ha sido relacionado con la cibertecnología.

R. Davidson y T. Johnstone, neurocientíficos de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, descubrieron que la amígdala, estructura relacionada con las emociones, es de menor tamaño en los niños autistas, y cuanto menor es su tamaño, menos dispuesto se muestra el pequeño a establecer contacto visual con los demás.

Y a la inversa, G. Small y G. Vorgan, en su libro, Brain, observaron que muchos niños digitales después de períodos prolongados en el internet, se muestran reacios al contacto visual directo y a la interacción social.

De igual forma, K. Mathiak y R. Weber, descubrieron que los juegos de ordenador que muestran escenas violentas activan la amígdala, y que tal vez por eso muchos niños autistas, con su amígdala más pequeña y escaso contacto visual, se sientan atraídos y fascinados casi compulsivamente por éstos en televisión, videos y juegos de ordenador (Human Brain Mapping; 27; 2006).

También en su libro Brain, Small y Vorgan sostienen que en otra patología conocida como los niños índigo, en la cual coexisten manifestaciones de DAH y conductas típicas de niños superdotados, el circuito neuronal alterado pareciera ser causado, en mucho de los casos, por la exposición temprana y constante a la tecnología digital y de video, que no sólo genera en los jóvenes problemas de atención, sino que también aumenta algunas formas de creatividad y perspicacia.

Es posible que el desorden sea consecuencia de la era digital y de nuestro cerebro en evolución.

De una forma más indirecta en comparación con las entidades antes descritas, la conducta suicida inducida por las redes cada vez se incrementa más en el planeta.

En algunas webs se fomentan ideas y conductas suicidas, y se disuade a las personas a buscar ayuda psiquiátrica.

Algunas llegan tan lejos que incluso  muestran diversos métodos suicidas. Recientemente una de estas páginas exhibía el mejor ángulo de tiro para que un disparo en la boca produjera el efecto más letal posible, o cómo encontrar una relación de dosis tóxica de algunos fármacos según el peso de la persona.

Sin embargo, es justo reconocer que la cibertecnología ha aportado muchas herramientas que han permitido modernizar y simplificar los tratamientos psicológicos y psiquiátricos en la actualidad, pero parece, de igual forma, representar otra cara de la moneda en la manifestación de algunos trastornos mentales.

Dr. Miguel A. Cedeño

El autor de este texto es el doctor Miguel A. Cedeño T., psiquiatra y catedrático de Psiquiatría Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá.