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Los recientes resultados publicados en la revista The Lancet, según los cuales el ensayo de vacuna contra el coronavirus dirigido por la Universidad de Oxford, “generó respuestas inmunes sólidas en todos los participantes evaluados”, generó una nueva luz de esperanza en la humanidad.

Sin embargo, el de Oxford, no es el único estudio en marcha.

La doctora Ivonne Torres Atencio, profesora titular II, directora del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá (UP) e investigadora asociada del Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología (Indicasat AIP), explica que a la fecha se están desarrollando más de 160 vacunas contra el coronavirus y 26 vacunas están en prueba con humanos.

De hecho, mientras se daba a conocer este estudio de The Lancet, el doctor Juan García Arriaza y la doctora Isabel Solá, ambos del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, exponían durante un webinar organizado por la Sociedad Española de Inmunología, los avances de las vacunas frente al SARS-CoV-2 con cepas atenuadas del virus vaccinia, MCV (García Arriaza) y el estudio Replicones de SARS-CoV-2 obtenidos mediante genética reversa como candidatos a vacunas (Solá).

Cabe señalar que el virus MCV se usó para erradicar la viruela “por tanto es un vector viral muy prometedor”, indicó García Arriaza.

Mientras, en el caso de la genética reversa, se trabaja con ratones humanizados de tal forma que se infectan como si se tratara de un humano y facilita conseguir esta respuesta que “debe ser temprana y potente”, en palabras de Solá.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), “los diferentes estudios de investigación tienen como prioridad la seguridad de uso de una vacuna y en seguida su eficacia”.

Este tema, como se observa, genera distintas perspectivas e interrogantes que aborda en diálogo la doctora Torres Atencio.

Doctora Ivonne Torres Atencio

-¿Por qué no existe una vacuna para cada enfermedad?

La vacuna es una estrategia terapéutica principalmente ligada a procesos infecciosos virales o bacterianos, las llamadas enfermedades transmisibles, y cuya respuesta inmunológica es clave para detener el contagio, por lo que estamos hablando que es característico para procesos agudos, no crónicos.

Otros padecimientos no transmisibles, tienen como características ser crónicos y con fallos en los sistemas biológicos que se deterioran en el tiempo por lo que su tratamiento comprende otro tipo de estrategias para regular su afectación en el ser humano.

-¿En qué momento la ciencia determina que una enfermedad amerita los estudios necesarios para comenzar a investigar una posible vacuna?

La ciencia siempre está buscando estrategias para la cura de las enfermedades, pero antes de eso, hay que conocer bien cuál es el mecanismo de esa patología, si los tratamientos que hay disponibles son útiles para tratarlos, la mejor estrategia y los mecanismos de acción de esos fármacos.

En este sentido, hay equipos especialistas en cada patologías, ejemplo el caso del VIH. Hace más de 35 años que convivimos con este padecimiento viral, pero hasta el momento el proceso de crear una vacuna eficaz no ha sido posible debido a las características del agente patógeno y de la misma enfermedad. Así que no es tanto lo que la ciencia determina, sino lo que el patógeno permite desarrollar.

-¿Cuáles son los pasos para llegar a una vacuna?

Primero hay que tener claro si es un agente infeccioso, aislarlo, caracterizarlo y determinar su patogenicidad y letalidad.

Para que sea práctico el desarrollo de una vacuna, se debe determinar cómo reacciona el cuerpo ante la presencia del patógeno y si es capaz de combatirlo y no sucumbir en el intento.

De esta manera se pueden desarrollar modelos animales de la enfermedad y  entonces iniciar los ensayos preclínicos, a partir de los cuales se diseñan las estrategias para el desarrollo de una opción vacunal.

Esto no es nada fácil, porque si el agente infeccioso sufre mutaciones o desaparece en el tiempo como fue el caso del SARs-COV, el desarrollo de una vacuna se torna un proyecto fútil.

Una vez que se consigue la mejor candidata en pruebas preclínicas, pasamos con esta estrategia y permisos de agencias regulatorias a la Fase I de estudios clínicos que es con voluntarios sanos. Se evalúan parámetros como la seguridad, el efecto inmunológico y la tolerancia a las distintas dosis.

El seguimiento mediante múltiples pruebas de la capacidad que tiene la candidata para generar una respuesta inmunológica es importante y así se observan en los artículos de investigación que se publican, tal como el artículo del Lancet.

En la Fase II tenemos un mayor grupo de personas y aquí confirmamos las fórmulas y dosis, así como identificar la necesidad de refuerzos y los intervalos óptimos entre cada dosis.

Superadas esas fases, llegamos a la III, durante la cual se evaluará la protección proporcionada a varios millares de voluntarios en riesgo por la enfermedad en cuestión. Estos ensayos normalmente toman años, pero con el COVID-19, estamos hablando de meses (de 12 a 18 meses) debido a la emergencia sanitaria, además que para acortar tiempos se han fusionado fases I y II en algunos casos.

-¿Desde el momento en el cual se consiga la vacuna en cuánto tiempo se podría vacunar a la mayor cantidad de población?

Es justo la fabricación de la vacuna la que debe superar numerosos desafíos para hacer frente a la demanda. Uno de estos retos es asegurar el suministro.

Se requieren distintas instalaciones para elaborar la nueva vacuna y deberán prepararse planes de producción tan pronto como se conceda la aprobación, en algunos casos estamos observando que los consorcios están fabricando con antelación a la aprobación lotes de la vacuna candidata y poder garantizar cierto nivel de suministro.

El principal problema es que debemos producir miles de millones de dosis y esto es realmente imposible.

En este sentido, la administración de la vacuna se realizará de manera escalonada iniciando con los grupos de mayor riesgo de contagio, es decir, equipo de salud, luego a personas mayores y niños y al final al resto de la población.

Es un proceso que puede tardar hasta aproximadamente dos años en completar.

¿Cómo participa Panamá en este tipo de investigaciones?

En el pasado, Panamá ha participado en ensayos de Fase II y III, de algunas vacunas, entre esas del rotavirus, del virus del papiloma o del dengue.

Hay grupos de investigadores acreditados en esta área que ya están haciendo las gestiones para participar con otras candidatas para Fase II y III. Desde luego, posterior a aprobaciones del Comité Nacional de Bioética.

Pero es muy importante que Panamá, al ser miembro de organismos como la OMS, está en lista de cualquier opción vacunal que permita el acceso de la población en los esquemas de vacunación, dicho sea de paso, uno de los mejores de la región y posiblemente del mundo.

Violeta Villar Liste
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