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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Amigos lectores:

I.

En 2010, Sam Shepard (1943-2017) publicó Day out of Days, que no había sido traducido hasta ahora. Circula con nombre sugestivo: El cómputo de los días, producto de la empática traducción realizada por Javier Calvo, y publicado por Hojas de Hierba Editorial (España): una de esas ediciones de las que uno no querrá separarse nunca. ¿Qué decir de un libro que a menudo pausa el vínculo con el mundo, y te envuelve en sus silenciosas, solitarias y melancólicas atmósferas? 

II.

El cómputo de los días es Shepard destilado: sucesión de breves incursiones por el laberinto de los recuerdos, relatos sin moraleja, poemas, escenas que parecen quedar suspendidas en el aire, carreteras periféricas, moteles que sobreviven, historias de caballos, mínimos diálogos, viajeros empecinados y sin destino, paisajes de la vastedad estadounidense, noches que descienden con sus enigmáticos sonidos. Es el Shepard narrador que descubrimos en 1985, tras la publicación de Crónicas de motel, al que han seguido otros volúmenes también breves, también surgidos de geografías rurales o semirrurales, siempre en los límites.

III.

No he leído ninguna de las más de 50 obras teatrales de Shepard, ni sus crónicas de la gira que hizo alguna vez con Bob Dylan. Por lo tanto, no puedo señalar si existe alguna reciprocidad entre su prosa narrativa y su dramaturgia. Sin embargo, la aparición de El cómputo de los días me animó a escribir una ofrenda, ramillete sobre Crónicas de motelEl gran sueño del paraísoYo por dentroEspía de la primera persona y El cómputo de los días, los cinco que he leído. Si me apuran diré: son como entregas parciales de un volumen mayor, del Shepard que uno puede abrir en cualquier página, con la seguridad de que allí encontrará esa peculiar iluminación suya: tenue, incierta y raramente entrañable. Página 1 y parte inferior de la página 2.

IV.

Con la muerte de Ismaíl Kadaré (Albania, 1936-2024) el mundo pierde a un clásico. A un enorme narrador -que, según creo, no ha encontrado en América Latina, la atención que ha encontrado en Europa-, prolífico novelista, ensayista y periodista, reconocido, entre muchos otros, con el Premio Booker Internacional, el Premio Jerusalén y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. También miembro de varias academias, en 1996 fue incorporado como miembro extranjero de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de París, donde ocupó el sillón que fue del filósofo Karl R. Popper, hasta su muerte en 1994. La periodista e investigadora Tal Levy nos ofrece El poder tras la obra de Ismaíl Kadaré, que arranca así: “La obra narrativa de Kadaré puede ser vista como si se tratara de un gran expediente que el lector debe consultar, interrogar, para despejar sus muchos enigmas. Leerla es ir tras la verdad, siguiendo el rastro de un jinete desconocido o de un general que comanda a un ejército muerto. Es intentar descifrar lo que oculta en su amarillear la sangre que mancha una camisa o que salpica la manta que cubre a un supuesto cadáver. Ir atrás, a los orígenes, al nacimiento de la épica y, a un tiempo, descubrir lo que un viejo caballo o un héroe mítico nos tiene que decir. Y toparse con muertos que vuelven a la vida, pero también con vivos que parecen más bien muertos al entrar en el engranaje del poder”.

V.

Lamenté no haber dispuesto de más espacio para publicar el fragmento completo que Ibsen Martínez tradujo de Lafcadio Hearn (1850-1904), escritor prolífico, autor de una obra considerable y de exquisitos modales, en la que ejercita una de sus persistentes pasiones: mostrar la cultura de Japón a los lectores de Occidente. La presentación de Martínez, que viene en la página 4, indaga en la otra gran pasión de Hearn: los relatos de fantasmas: “Lo singular en Hearn radica no solo en una mente dominada desde niño por el temor a los sobrenatural sino por haber sabido rastrear las raíces del fenómeno y examinar sus mecanismos, aportando razones que anticipan las ideas de Carl Gustav Jung sobre el inconsciente colectivo. En sus relatos, Hearn prefigura, además, la técnica de autores muy posteriores a él, como H.P.Lovecraft. Al cabo, Hearn era irlandés, y desde niño fue sensitivo a la mitología celta y el folklore fantasmático de Irlanda”. El fragmento traducido por Martínez proviene de Un toque de pesadilla. Dice Hearn: “Aventuro ahora claramente la declaración de que el común temor a los fantasmas es temor a ser tocados por ellos. Dicho en otras palabras, lo Sobrenatural imaginado es temido principalmente por su imaginaria capacidad de tocar. Solo tocar, recordemos: no de herir ni de matar”.

VI.

Poeta, novelista, cronista y cuentista, Alberto Barrera Tyszka (1960) ha publicado El fin de la tristeza (Penguin Random House Grupo Editorial, 2024), su más reciente novela. Dos de sus novelas anteriores recibieron importantes reconocimientos: La enfermedad, el Premio Herralde, y Patria o muerte, el Premio Tusquets. Claudia Cavallin lo entrevistó. La novela funciona en la entrevista, como punto de partida para reflexiones más amplias: “En lo personal, en mi vida cotidiana, no me siento cómodo con las redes sociales. Sólo tengo una (X) y la uso de manera bastante errática. Pero su presencia es avasalladora e indetenible, es un hecho fáctico, están aquí y están cambiando, de manera importante y en casi todos los sentidos, nuestra existencia y nuestras relaciones. Creo que las redes sociales ofrecen ilusiones potentes y tentadoras: la ilusión de estar informado, de saber qué pasa; la de ser reconocido, incluso famoso, de no estar solo; de tener algún poder. Me gusta cómo lo dice Beatriz Sarlo: “cuanto más complicadas son las situaciones, más sencillas aparecen en las redes”.  Pareciera que, en general, las redes no toleran la complejidad. Página 4.

VII.

También el escritor Juan Carlos Méndez Guédez, autor de una obra narrativa cada vez más amplia, ha publicado una nueva novela: Roman de la isla de Bararida (Editorial Firmamento, España, 2024). Miguel Gomes, sistemático lector y crítico de la producción literaria venezolana, escribe Fábulas de un tiempo que comienza, que arranca así: “Sospecho que todo narrador auténtico, de vocación, gesta desde la infancia o la adolescencia una historia primigenia, anterior a los talleres, al estudio de su oficio o a la práctica seria de este; una historia que sueña poder contar algún día pero que va postergando por tener la impresión de que aún su instrumental expresivo no es suficiente para acometer una tarea tan desafiante, tan cercana a la memoria profunda del ser y a los proyectos esenciales de una existencia. Tengo para mí, por su ambición creadora, por sus rigurosos desvíos de las expectativas comerciales vigentes, que el Roman de la isla Bararida (2024) ha sido esa historia para Juan Carlos Méndez Guédez. De equivocarme, tendría que apuntar en todo caso que se trata de uno de los libros más singulares de su ya extensa obra”. Página 5.

VIII.

El texto que la narradora y poeta Carolina Lozada dedica a Ifigenia, novela de Teresa de la Parra, se titula La herencia de una inquietud: “Quien haya estudiado la vida y obra de Teresa de la Parra sabrá que Lydia Cabrera, la antropóloga cubana, le fue muy cercana; tanto así que fue ella quien acompañó a la caraqueña a la consulta médica cuando ambas notaron las manchas en sus manos, los primeros signos de la enfermedad que la terminaría matando, fue Lydia, a quien Teresa llamaba “Cabrita”, en alusión a su apellido, quien se instaló en los sanatorios europeos para acompañar a su amiga en la estancia de su enfermedad, fue ella, Lydia Cabrera, quien escribió y leyó algunos de sus Cuentos negros de Cuba para entretener a la convaleciente, fue Lydia la heredera del anillo con una esmeralda que la autora de Ifigenia siempre llevaba consigo y que en vísperas de su muerte mandó a grabar su despedida: Au revoir (…)”. Página 6.

IX.

En las siguientes dos páginas, 7 y 8, Johnny Gavlovski nos ofrece la entrevista que hizo a Piedad Bonnett (Colombia, 1951), poeta, narradora, ensayista y editora. El intercambio atraviesa los más diversos temas: la obra de Bonnett, sus fuentes temáticas, asuntos relativos a su oficio, afinidades literarias, intereses personales y más. Resulta una especie de panorama Bonnett. Gavlovski pregunta por sus proyectos. Responde Bonnett: “En la medida que los tengo, me siento relativamente contenta. Lo terrible sería mirar hacia el futuro y no verlos. Por otra parte, también me pregunto por el mundo que estamos viviendo. Es una cosa demasiado aterradora. La violencia sigue siendo protagonista todos los días. Me pregunto por lo que está pasando en esas guerras; por esa llegada de la derecha tan sumamente amenazante. Estamos repitiendo las cosas que pensamos que jamás íbamos a ver, como racismo y antisemitismo. Me pregunto ¿qué mundo le va a tocar a mis nietas?, y por el cambio climático. Son mis preguntas fundamentales”.

X.

En las dos páginas de cierre, reproducimos la entrevista, aparecida en el diario italiano Il Corriere Della Sera el 21 de agosto, que el narrador, ensayista y periodista Roberto Saviano le hizo al periodista Alfredo Meza, a propósito de Ciudadano Wilmito (Dahbar Ediciones, 2023). También en este caso, la conversación despega a partir del libro. Saviano pregunta a Meza por la prensa independiente en Venezuela: “La prensa independiente, por su carácter crítico, se ha convertido en enemiga del gobierno, que se ha encerrado en sí mismo y ha construido una caja de resonancia con los medios estatales, fomentando la autocensura de la radio y la televisión o comprando periódicos y televisiones con publicaciones críticas, líneas editoriales, especialmente después de 2013. En los 25 años de la era chavista, los periodistas venezolanos fueron sometidos a un fuerte acoso. Utilizando la televisión y la radio pública, Hugo Chávez los criticó con nombre y apellido y les puso en la mira. Los partidarios de Chávez comenzaron a tildar a la prensa y a los periodistas de enemigos de la revolución con un doble propósito: generar autocensura y, cuando ésta no funcionaba, perseguir a la prensa que no se plegaba al discurso oficial”. Páginas 9 y 10.

XI.

Les envío mi solidario saludo de cada semana.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

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