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Esta entrevista con el Dr. José Esparza se publicó de manera original el 20 de octubre de 2020 y fue el inicio de una sólida colaboraci´ón de parte del reconocido científico, que agradecemos de manera pública, como parte del homenaje semanal a quienes apoyan con sus textos y aportes este espacio periodístico. El Dr. Esparza es el presidente honorario del XIX Congreso Venezolano de Ciencias Médicas que inicia desde hoy y hasta el sábado 18 de septiembre, fecha oportuna para recordar su importante hacer a favor de la salud, la ciencia y Venezuela.

Sus estudios sobre el origen de la vacuna contra la viruela están cambiando los textos de virología

“La plataforma ARN mensajero es el futuro de la vacunología”

“Siempre he dicho que aun cuando salí de Venezuela, Venezuela no salió de mí”

Profesor adjunto de Medicina en el Instituto de Virología Humana de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, en Baltimore, y del programa Robert Koch Fellow del Instituto Robert Koch en Berlín, el Dr. José Esparza aprendió una lección muy temprano: Debemos atrevernos a hacer cosas nuevas y cambiar los imposibles por posibles.

“Puede ser que solo sean cosas pequeñas, pero nos sacan de nuestra zona de confort. Pequeños triunfos nos dan la confianza para enfrentar problemas mayores”.

El Dr. Esparza, quien ha estado involucrado de manera directa en la investigación de vacunas contra el rotavirus y dengue (en particular en colaboración con investigadores de Tailandia), HIV y, marginalmente, en muchos otros proyectos, ahora incluyendo la covid-19, tiene un ejemplo muy cercano de esta meditación sobre atreverse y tener la disposición de alcanzar cosas imposibles. Fue cuando “comenzábamos a facilitar las primeras pruebas de vacunas contra el VIH/SIDA en África, a mediados de los años noventa”.

Como pasa hoy en día con la covid-19, razona, había un sentimiento de que se querían usar a las personas de los países más pobres como “conejillos de indias”. 

“Sin embargo, era evidente, entonces, con las vacunas contra el sida, como lo es hoy con las vacunas contra la covid-19, que el no involucrar a esas poblaciones en el desarrollo de vacunas sería negarles el acceso a esas intervenciones en el futuro”.

De esta forma, comenzó una discusión con autoridades de los diferentes países, científicos y comunidades afectadas, sobre la importancia que esa investigación tenía para ellos.

“Supe que había logrado lo imposible cuando en una reunión de bioeticistas en Yaundé, Cameron, consideraron como no-ético el negar a los africanos el derecho a participar en pruebas de vacunas contra el sida. Los colegas africanos querían (y quieren) tener una participación activa en definir su propio destino”.    

Nació en Venezuela y, después de terminar su PhD en Virología en Houston, regresó a trabajar al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), entre 1974 y 1986, año en el cual se marcha del país para trabajar con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra, Suiza.

“Siempre he dicho que aun cuando salí de Venezuela, Venezuela no salió de mí. Regresaba a Venezuela con mi esposa e hija por lo menos cada dos años y mantenía constantes nexos personales y profesionales con mis amigos y colegas en Venezuela”.

De hecho, siempre visitaba a Maracaibo, “mi tierra natal, que es el lugar que más añoro porque me trae recuerdos inolvidables de mi infancia y juventud, de mis estudios de medicina en la Universidad del Zulia (LUZ) y de mis primeras incursiones en la virología de las manos de mis primeros maestros en esa ciencia, los Dres. Armando Soto Escalona y Slavia Ryder”. 

Su madre muere en el 2011 y “son muy raras las veces que he vuelto a Venezuela. Y menos en las condiciones políticas actuales”.

Sin embargo, reconoce que añora “todo” y esta palabra tan cercana al infinito, abarca muchos mundos: a sus amigos, sus familiares, “mi vieja ciudad y las mandocas y tequeños”.

La pasión por los virus

-¿Qué significó en su larga andadura como investigador su paso por el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC)?

-Mi interés por los virus inició cuando era un estudiante de segundo año de Medicina. En ese momento me involucré con mis maestros en una gran epidemia en la Guajira, causada por el virus de la encefalitis equina venezolana.

Mis maestros en el Instituto de Investigaciones Clínicas de LUZ, lograron que yo pasara todas mis vacaciones estudiantiles en el IVIC, en Caracas.

A la semana de graduarme de médico en la Universidad del Zulia (noviembre, 1968) entré al IVIC como estudiante graduado, bajo la tutoría del Dr.  Gernot Bergold, un famoso virólogo austriaco que años antes había traído a Venezuela el Dr. Humberto Fernández-Morán.

Yo pensaba que de inmediato comenzaría a realizar experimentos en el laboratorio, pero en realidad le tuve que dedicar gran parte de mis próximos dos años a estudiar Matemáticas, Física y Química, para complementar la formación que había recibido en mis estudios de medicina. 

Con esa formación, el IVIC me envió a hacer mi PhD en lo que yo creo era la mejor escuela de virología del mundo: el Colegio de Medicina de Baylor, en Houston, con el Dr. Joseph L. Melnick, uno de los padres de la virología médica.

Cuarenta años más tarde, Baylor me otorgó el premio al Alumno Distinguido.

En el IVIC fue donde realmente me hice investigador.

Allí pase los mejores años de mi vida como investigador de laboratorio (1974-1986). Aprendí a   seleccionar los problemas realmente importantes para los cuales podíamos aportar soluciones.

Aprendí el difícil arte de conseguir fondos para la investigación y a escribir en revistas internacionales artículos científicos “made in Venezuela”.

El IVIC proporcionaba un ambiente de excelencia académica que obligaba a superarse cada día. Desafortunadamente, me dicen, ha cambiado mucho.

Con el Centro de Estudios Avanzados del IVIC vinieron muchos estudiantes a hacer sus tesis de maestría y doctorado en mi laboratorio. Los estudiantes fueron parte integral de nuestro equipo, trayendo nuevas ideas y entusiasmo. Aprendimos a trabajar en equipo.

El mismo día que fui ascendido a investigador titular del IVIC, en 1985, recibí la invitación para unirme a la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En realidad solicitó una subvención, y, en su lugar, “me ofrecieron un cargo”.

Si bien salió del IVIC en 1986, se considera un investigador del IVIC “en préstamo permanente a otras instituciones en el exterior”. 

En este sentido mantiene comunicación constante con antiguos colegas y alumnos en el IVIC, especialmente con los doctores Ferdinando Liprandi y Flor Pujol, “quienes  se hicieron acreedores al prestigioso Premio Polar”.

La batalla contra el rotavirus

-De su investigación en el IVIC, ¿cuáles fueron los estudios más relevantes que le permitieron sumar al aporte de futuras vacunas?

-La línea de investigación más importante que llevamos a cabo en el IVIC, y  continuó por varios años después que yo me marché, fue sobre los rotavirus causantes de la gastroenteritis.

Fue en una conversación con una estudiante graduada, quien hacía su doctorado en mi laboratorio, la Dra. Berta Viera de Torres. Ella manifestó su interés en estudiar la posible etiología viral de la gastroenteritis.

“Cabe destacar que aun cuando los rotavirus se habían descubierto ese año de 1974, en Australia, había muchas dudas sobre la capacidad de un virus de producir diarreas. ¡Era contra el dogma prevalente!  Me pareció una sugerencia importante porque era un problema de salud pública en Venezuela donde se podría encontrar una solución científica, eventualmente incluso una vacuna”. 

Con la Dra. Berta Viera de Torres reporta la presencia del rotavirus en Venezuela, realizan y publican  estudios para entender su epidemiologia.

“Con el tiempo varios otros estudiantes del laboratorio, particularmente Mario Gorziglia (quien había venido de Chile y luego al terminar su doctorado se mudó a los Estados Unidos para trabajar con Merck) publicamos varios trabajos sobre la biología molecular de los rotavirus, incluyendo la introducción en Venezuela de técnicas de clonaje molecular y (con Ferdinando Liprandi) de producción de anticuerpos monoclonales”.

Explica que “los rotavirus no eran fáciles de cultivar en el laboratorio, por lo cual nuestra idea era la de utilizar vacunas recombinantes fabricadas por ingeniería genética, aunque las técnicas no estaban lo suficientemente adelantadas para ese momento”.

Esa, señala,  “fue una de nuestras cosas imposibles que no pudimos realizar”.

Mientras tanto, detalla, se desarrollaron otras vacunas contra el rotavirus en los EEUU y una de ellas fue probada en Venezuela por el grupo de Irene Pérez-Schael.

Desde el 2008, “se tienen vacunas contra los rotavirus que han salvado incontables vidas de niños en el mundo, incluyendo en Venezuela”.

Indica que luego de unirse a la OMS en Ginebra, continuó colaborando con la implementación de pruebas de vacunas contra los rotavirus en varias partes del mundo. “De hecho, en gran parte, el interés que tenía la OMS sobre mi trabajo era por nuestras contribuciones al campo de los rotavirus”.

-¿Qué significó en su trayectoria formar parte del Programa Global contra el Sida y la iniciativa para una vacuna?

-La OMS me contrató  de manera inicial por dos años, pero me quede veinte años,  porque traía experiencia tanto de investigación avanzada de laboratorio como conocimiento de la realidad en países en vías de desarrollo.

El dilema era el “dejar el laboratorio” por un cargo “burocrático”. En realidad no lo veía así. Lo entendía como una oportunidad de influenciar el trabajo de los mejores laboratorios del mundo para producir resultados que contribuyeran a la salud mundial.

Al año de estar en la OMS, trabajando en enfermedades virales con potencial epidémico (y con el programa de desarrollo de vacunas), me invitaron a unirme al recién creado programa para el control del sida.

Fue una oferta que no podría rechazar, ya que el sida constituía una gran amenaza para la salud mundial y la mayor aventura científica en la cual un virólogo pudiese participar. Al principio organicé la unidad de investigaciones biomédicas del Programa Global contra el SIDA (diagnóstico, terapias y vacunas) pero pronto me concentré en el área de desarrollo de vacunas.

Me involucré de lleno en la ciencia y continué publicando sobre el tópico, con artículos que proveían información confiable a muchos científicos en países desarrollados y en desarrollo.

Cuenta que fueron “años de intensa actividad y entusiasmo”, con la preocupación de asegurar que los países más pobres tuvieran acceso a una vacuna contra el sida.

Pensaron que se podría desarrollar de manera rápida, pero “con el tiempo fuimos aprendiendo que los retos científicos para desarrollar una vacuna contra el sida eran monumentales”.

-¿Para cuándo será posible tener una vacuna contra el sida?

-Todavía no puedo asegurar cuándo podremos tener una vacuna contra el sida, pero desde que se desarrollaron muy buenas terapias antirretrovirales, las cuales han cambiado para siempre el pronóstico de la enfermedad, creo que el interés por desarrollar una vacuna ha disminuido.

Su acción en la OMS

Considera que dos de sus acciones fueron de mucho valor en la OMS:  desarrollar planes nacionales para el ensayo de vacunas contra el VIH, y (en colaboración con el Dr. Saladin Osmanov) el establecimiento de una red global para el aislamiento y caracterización del VIH que permitió conocer más sobre las cepas que deberían incluirse en las vacunas para diferentes regiones del mundo.

“En la OMS tenía autoridad moral e influencia política, pero no muchos fondos. Cuando recibí la invitación para unirme a la Fundación Bill & Melinda Gates, como asesor principal en vacunas contra el VIH, vi la oportunidad de realmente dirigir fondos abundantes para que finalmente desarrolláramos la vacuna”.

En ciencia, subraya, hay dos motivaciones importantes que hasta cierto punto se oponen: competencia y colaboración entre los científicos.

“Ambas son importantes, siendo el sentimiento de competencia parte del ADN de los científicos. En la Fundación Gates  vi una oportunidad para reforzar el aspecto de colaboración”.

Al respecto, con la Fundación Gates, logra crear y financiar la Empresa Global para el Desarrollo de una Vacuna contra el VIH, con la participación de científicos de todas partes del mundo.

Esta historia, es una larga historia, pero en esencia la idea, señala, era que solo una “ciencia grande” podría resolver problemas grandes, como el desarrollo de una vacuna contra el sida. 

“Quizás esa es otra de las cosas imposibles en la que creo que no hemos alcanzado el éxito esperado porque todavía no tenemos la vacuna contra el VIH.

En mis últimos años con la Fundación Gates me pidieron que fuera Asesor Principal de Vacunas, que me involucró en vacunas contra otras enfermedades virales”.

¿Equinación o vacunación?

-¿En qué consisten sus investigaciones con respecto al origen de la vacuna contra la viruela y cómo benefician a la ciencia?

Ese es un tópico que ha atraído mi curiosidad e interés desde hace más de veinte años, cuando trabajaba en la OMS.

Viviendo la epidemia del VIH, quería aprender más sobre otras epidemias del pasado. En 1980, la OMS había declarado la erradicación de la viruela gracias a una vacuna desarrollada en 1796 por el médico ingles Edward Jenner.  De hecho, durante mi primer año en la OMS una de mis funciones era precisamente vigilar que no aparecieran nuevos casos de viruela en el mundo.

La vacuna contra la viruela fue la primera desarrollada, cuando Edward Jenner, en 1796, describió que la inoculación con una enfermedad benigna de las vacas (cowpox) protegía contra la viruela, que era una enfermedad muy severa.

Ese procedimiento se llamó “vacunación” (por vacca en latin). Sin embargo, desde 1939, se sabía que el cowpox no era la vacuna contra la viruela, pero se pensaba que nunca se podría saber la verdad.  Ese era otro reto imposible por resolver.

Entonces revisé la evidencia histórica  y me convencí que otra enfermedad, de caballos (horsepox), podría ser el verdadero origen de la vacuna contra la viruela.

Esta pasión, y curiosidad científica, lo llevó “a coleccionar viejas vacunas contra la viruela que encontré en museos o con coleccionistas. Tenía que esperar muchos años hasta que se desarrollaran las técnicas moleculares que nos permitirían analizar esas viejas vacunas”.

Este estar cerca de la verdad sucedió hace cuatro años, cuando crea un grupo colaborativo con Brasil (Clarissa Damaso) y Alemania (Andreas Nitsche).

“Analizamos esas vacunas y encontramos que en efecto la vacuna se deriva del horsepox”. De manera jocosa afirma que, dada la evidencia, “¡deberíamos hablar de equinación y no de vacunación!”

“Los resultados de nuestro trabajo ya están cambiando los textos de virología, ya que la contribución de Jenner ha sido uno de los mayores avances de la medicina. No hay nada más placentero que resolver un misterio. Ahora estamos estudiando cómo esa información puede ayudarnos a hacer mejores vacunas”. 

Covid-19 y el ARN mensajero

– ¿Puede realmente la vacuna contra la tuberculosis tener componentes de protección para el covid-19?

-Se ha propuesto que la vacuna contra la tuberculosis (BCG) puede conferir cierta protección contra el SARS-CoV-2, pero no existe evidencia. Así mismo se ha propuesto que otras vacunas (polio oral, Sarampión/Rubeola/Parotiditis) podrían hacer lo mismo.

El concepto científico es que esas vacunas inducen la llamada inmunidad innata, que es de rápida inducción, no específica y de corta duración. No creo que esa es una estrategia que pueda sustituir una vacuna específica contra la covid-19.

-¿Deben preocupar las reacciones adversas de los participantes en los estudios o no desmerita la investigación?

-Cuando un fármaco nuevo se comienza a investigar en humanos, es importante monitorear la posible inducción de efectos colaterales severos. Sobre todo si se trata de una vacuna que se le administraría a millones de personas sanas.

La mayoría de las vacunas inducen efectos secundarios leves, tales como dolor o inflamación en el sitio de inyección, o fiebre corta ligera.

El hecho de reportar un número muy pequeño de efectos secundarios, severos en un número relativamente grande de voluntarios, indica dos cosas: que las vacunas son relativamente seguras y existe un sistema para la detección temprana de posibles efectos colaterales que deben ser investigados.

Observa que el desarrollo preclínico de esos candidatos vacunales ha sido sorprendentemente rápido, pero hay que ser muy cautelosos cuando se procede a estudios en seres humanos.

Una prisa no justificada, advierte, podría crear situaciones desafortunadas de las cuales podríamos arrepentirnos en el futuro.

 -¿Hay alguna plataforma específica de las vacunas en desarrollo que le parezca innovadora?

-Personalmente creo que la plataforma de ARN mensajero es el futuro de la vacunología, aunque todavía no hay ninguna vacuna licenciada con esa plataforma. 

En el caso de la covid-19, creo que es posible que primero se utilice una primera generación de vacuna o vacunas, y más tarde, serán reemplazadas por una segunda generación de mejores vacunas.

  -¿Cuáles aspectos es importante que conozca la comunidad no científica en relación con la producción de vacunas?

-Es importante que conozca el proceso que se utiliza para la evaluación de nuevas vacunas en humanos para asegurar que el producto final será seguro y efectivo. Con ese conocimiento  aumentaría nuestra confianza a la hora de tomar una decisión de recibir la vacuna.

Las redes están llenas de información falsa y conspirativa que crea mucha angustia en la población.

-¿Para cuándo podría estar lista la vacuna covid-19?

-Creo que los primeros resultados se obtendrán a finales de este año o principios del próximo. Pero no sabemos cuán buenos serán esos resultados. Por otro lado, una vez que se anuncien resultados positivos, pasarán varios meses (e incluso años) antes de que las vacunas lleguen  a administrarse a toda la población que la necesita.

-¿Cuánta debe ser la población a vacunar para lograr la inmunidad de rebaño?

-En primer lugar quiero aclarar que la inmunidad de rebaño (a menos que se logre con una vacuna) no es una estrategia para controlar la epidemia, sino una característica de la historia natural de la epidemia.

Se estima que cerca del 60% de la población debe ser inmune para poder interrumpir la cadena de transmisión del virus.

-¿Considera que el mecanismo Covax de la OMS puede garantizar una inmunización justa y equitativa para la humanidad?

-El mecanismo Covax es una forma apropiada de cómo la humanidad responde de manera solidaria a la pandemia.

-¿Un mundo sin pandemia sí será posible?

-La pandemia va terminar en dos o tres años, o antes, si una vacuna logra incorporarse a los programas de control. Lo que sí creo es que el SARS-CoV-2 permanecerá entre nosotros de forma endémica, quizás produciendo enfermedad menos severa entre los más jóvenes.

Es posible, incluso, que se convierta en una enfermedad más de la infancia, por tanto, en el futuro la deberemos controlar con vacunación, tal como lo hacemos con el sarampión.

Violeta Villar Liste
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Perfil biográfico de José Esparza

Fragmento de la biografía elaborada por Oswaldo Carmona y Elsa La Corte, publicada de manera original en el libro Cazadores de Microbios en Venezuela

José Gilberto Esparza Bracho nació en Maracaibo, estado Zulia, el 19 de diciembre de 1945. Su padre fue el Dr. Luis Esparza Martínez (1910-1959), odontólogo y abogado marabino, quien fue decano de la Facultad de Odontología de la Universidad del Zulia (LUZ) y de quien heredó su pasión académica. Su madre fue Bienvenida Bracho de Esparza (1921-2011), oriunda de La Cañada, un distrito cerca de Maracaibo. De ella heredó la disposición para luchar contra las cosas imposibles. Tiene dos hermanos, Luis y Jesús, ambos abogados. Jesús es el Rector de la Universidad Rafael Urdaneta en Maracaibo.

José Esparza cursó la educación primaria y secundaria en el “Colegio Gonzaga” de los Jesuitas, en Maracaibo. De ellos aprendió la disciplina y el apego por la verdad. A los 16 años, se gradúa de Bachiller en Ciencias e inmediatamente comienza los estudios médicos en la Escuela de Medicina de LUZ, graduándose de Médico-Cirujano en 1968, cuando tenía 22 años de edad. Años más tarde, en 1985, recibió de la misma universidad el título de Doctor en Ciencias Médicas así como también el Doctorado Honoris Causa en 1999.

En 1962, cuando comenzaba sus estudios médicos, ocurrió un gran brote de encefalitis equina venezolana en La Guajira, el cual marcó su destino como virólogo. Estudiando el segundo año de medicina comenzó a “incursionar” en los laboratorios de virología del “Instituto de Investigación Clínica” de la Facultad de Medicina de LUZ, fundado y dirigido por el Dr. Américo Negrette (1924-2003), donde conoció a sus primeros maestros de virología, los doctores Armando Soto Escalona y Slavia Ryder, quienes trabajaban sobre todo con los virus de la poliomielitis y de la Encefalitis Equina Venezolana, respectivamente.

Durante las vacaciones anuales de sus estudios médicos José realizaba pasantías en el Centro de Virología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) en Los Altos de Pipe, cerca de Caracas, al cual ingresa como “estudiante en entrenamiento”. A los pocos días de graduado de médico se trasladó a Caracas, incorporándose como “estudiante graduado” al Centro de Virología del IVIC, bajo la dirección de Gernot Bergold (1911-2003), virólogo de origen austríaco traído a Venezuela por Humberto Fernández Morán (1924-1999) y reconocido como el padre de la virología de insectos. Con Bergold aprendió a trabajar con arbovirus. Sin embargo, Esparza reconoce como su “mentor” verdadero durante ese período, a la bioanalista Rosandra Mazzali de Ilja, quien le enseñó mucho sobre el trabajo diario en el laboratorio.

En 1970 contrajo matrimonio con Carmen Carrero, psicóloga de formación y experta en mercadeo. De esa unión tiene su única hija, Susana, nacida en Caracas en 1978 y criada en Ginebra, Suiza. Cuando Susana hacia su maestría en Sistemas de Información en Washington DC, ella conoció a su esposo y formó su familia en esa ciudad, teniendo un hijo nacido en 2009 (Michael Esparza Shumaker).

Con su esposa Carmen Carrero y su hija Susana

Entre 1970 y 1974 José Esparza trabajó en el Departamento de Virología y Epidemiología de la Escuela de Medicina de Baylor, en Houston, Texas, EUA, famosa escuela de virología, fundada y dirigida por  Joseph L Melnick (1914-2001), uno de los pioneros de la virología médica moderna. Durante ese período trabajó con Priscilla Schaffer (1941-2009) en la genética de los virus del herpes simplex. Sobre esta materia realiza su tesis de grado y su primera publicación científica formal. En 1974 obtuvo el doctorado en Filosofía (PhD) en Virología y Biología Celular.

Vuelve al IVIC en 1974, donde ingresó en el recién creado “Centro de Microbiología y Biología Celular”. En 1975 se crea el Laboratorio de Biología de Virus del cual es su primer jefe. Entonces se apartó un poco de la tradición del laboratorio, que enfatizaba el estudio de los arbovirus. Con Jorge García Tamayo incursiona en el área de la patología del virus de la encefalitis equina venezolana y con Oswaldo Carmona realiza estudios para el cultivo en células de la Chlamydia trachomatis. Pero el énfasis de su laboratorio se volcó rápidamente al estudio de la etiología viral de la gastroenteritis y con Bertha Viera de Torres, una de sus primeros estudiantes graduados, encontró en 1975 que los rotavirus era la causa más importante de diarrea en niños venezolanos.

Entre diciembre de 1980 y julio de 1982, durante un año sabático, asiste como profesor invitado, al Departamento de Microbiología e Inmunología de la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte, EUA. Allí conoce a Wolfgang (Bill) Joklik (1926-2019), jefe del departamento y editor de la famosa revista “Virology”, con quien trabajó en la biología molecular de los reovirus, un grupo de virus relacionados molecularmente con los rotavirus. Con los reovirus aprendió técnicas de ingeniería genética que aplicó a los rotavirus en Venezuela junto con Mario Gorziglia, quien había venido desde Chile para hacer su doctorado en el IVIC. En 1982 Esparza introdujo las técnicas modernas de clonaje molecular en su laboratorio y junto con Ferdinando Liprandi, quien ingresó como investigador asociado, comenzaron a trabajar en la producción de anticuerpos monoclonales. Durante todos esos años en el IVIC, Esparza y sus colaboradores trabajaron en diferentes aspectos de los rotavirus incluyendo su epidemiologia, ultra estructura del virus y de las células infectadas, así como en los aspectos más básicos de la caracterización bioquímica de las proteínas y genoma virales.

Esparza fue profesor de los cursos de posgrado del IVIC y tutor de muchos estudiantes que llegaron a ser pilares de la virología en Venezuela. Esparza llegó  a ser Investigador Titular y Jefe del Centro de Microbiología y Biología Celular del IVIC.

En 1986 José acepta una invitación para trabajar en la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra, Suiza. Entonces Ferdinando Liprandi lo reemplazó como jefe del Laboratorio de Biología de Virus y  continúo la tradición de mantener el laboratorio lleno de estudiantes amantes de la investigación. El Laboratorio de Biología de Virus sigue activo, ahora bajo la jefatura de Esmeralda Vizzi.  

En la OMS José ingresa a la División de Enfermedades Infecciosas, responsabilizándose de las enfermedades virales epidémicas, que incluían la fiebre amarilla, el dengue, la encefalitis japonesa y las fiebres hemorrágicas. En esa época debió actuar en una gran epidemia de fiebre amarilla en Nigeria.

En 1987 se incorpora al recién creado Programa Global contra el SIDA (Global Programme on AIDS – GPA), donde estuvo al frente de la Unidad de Investigaciones Biomédicas, formando más tarde la Unidad de Desarrollo de Vacunas. En 1996, el GPA fue sustituido por el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA), y queda bajo la responsabilidad de Esparza la jefatura del Grupo de Vacunas, donde estableció y dirigió la Unidad Conjunta de la OMS y ONUSIDA para una Vacuna contra el SIDA. Desde esas posiciones, José Esparza coordinó las actividades internacionales para desarrollar una vacuna contra el SIDA, llegando a ser reconocido como uno de los líderes del campo.

Formó parte del Comité de Seguimiento (Data and Safety Monitoring Board) de la prueba RV144 de una vacuna contra el SIDA, realizada en Tailandia entre el 2003 y el 2009. Esa prueba reveló que la vacuna tiene una efectividad del 31%. Ese primer resultado positivo de una vacuna contra el SIDA sirvió para estimular nuevas investigaciones para mejorar dicha eficacia en nuevas generaciones de vacunas experimentales.

En el 2004 José Esparza se retira de la OMS en Ginebra y se muda a los Estados Unidos, para estar más cerca de su hija que estudiaba en Washington DC y para trabajar con la Fundación Bill & Melinda Gates, en Seattle, el grupo filantrópico más grande del mundo. Allí fue asesor principal en vacunas contra el VIH, y desde 2013 fue asesor principal en Salud Global (Vacunas), desde donde continuó su misión de contribuir al desarrollo de vacunas contra enfermedades importantes en la salud pública mundial, especialmente una vacuna contra el SIDA.

También contribuyó a la creación de la “Empresa Global para el Desarrollo de una Vacuna contra el VIH”  (Global HIV Vaccine Enterprise) de la cual fue el primer presidente de su grupo directivo. La “Empresa” representó un esfuerzo cooperativo internacional basado en la Ciencia Grande (Big Science). 

Después de trabajar por diez años con la Fundación Gates, José se jubiló en 2014, mudándose a Washington DC para estar cerca de su hija y nieto.  Aunque jubilado, José continua activo en el campo de la virología y desarrollo de vacunas.  Uno de sus proyectos más interesantes, financiado en parte por la Fundación Gates, es la investigación del origen y evolución de la vacuna antivariólica, proyecto que adelanta con colegas en Alemania y Brasil.

El resultado de sus estudios, que ya aparece reseñado en la última edición del libro de texto más importante en virología, es que la vacuna antivariólica se originó a partir del virus del horsepox y no del legendario cowpox de las ordeñadoras de Edward Jenner. Como virólogo y especialista en vacunas, José se ha visto involucrado recientemente en proyectos relacionados con la pandemia de la COVID-19.

José tiene varias afiliaciones honorarias, incluyendo la de Profesor Titular Adjunto del Instituto de Virología Humana de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, “Robert Koch  Fellow” del Instituto Robert Koch en Berlín, Alemania (originalmente fundado y dirigido por Robert Koch), y miembro del Comité Asesor Externo del Consorcio de Salud Global de la Universidad Internacional de la Florida en Miami.

José Esparza tiene en su haber más de 210 publicaciones científicas en el área de la virología médica, SIDA, desarrollo de vacunas, e historia de la vacunología. En los últimos años ha hecho revisiones y elaborado capítulos en libros de la especialidad y artículos sobre políticas de salud.

José Esparza ha sido  miembro de numerosos comités asesores científicos en los Estados Unidos, Europa, OMS y en varios países en desarrollo. Es miembro correspondiente extranjero de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela y de la Academia de Ciencias de la América Latina. José ha recibido numerosas distinciones, entre ellas: Orden Andes Bello (1982), Cruz de la Sanidad Nacional de Venezuela (1996), Orden Relámpago del Catatumbo del Estado Zulia (1999), Orden Ciudad de Maracaibo (1999),  Orden Alejo Zuluaga de la Universidad de Carabobo, Placa de la Universidad de Mahidol por sus contribuciones a la investigación en vacunas otorgada por su majestad la Princesa Sirindhorn de Tailandia (2011), Alumno Distinguido del Colegio de Medicina de Baylor en Houston (1913), Medalla de Merito del Congreso de los Estados Unidos (2012), Premio por Logros de una Vida del Instituto de Virología Humana de la Universidad de Maryland (2013), Medalla Ivanovski de Rusia (2013). 

Su labor como miembro de la Sociedad Venezolana de Microbiología (SVM) ha sido excepcional. El Comité Organizador de las XXVI Jornadas Nacionales de Microbiología, que se celebró en Valencia (estado Carabobo), del 1 al 4 de noviembre de 1999, decidió designar a José Esparza como epónimo de este evento científico recibiendo también en esa oportunidad la distinción de Miembro Honorario de la SVM.

El mundo científico de la salud debe mucho a José Esparza, y los venezolanos nos sentimos muy orgullosos de este marabino, quien sigue luchando por colocar el nombre de nuestro país en sitial de honor.