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Durante el desarrollo del diálogo a propósito del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza 2020, organizado en el contexto de las Reuniones Anuales 2020 (virtuales) del Grupo Banco Mundial, una encuesta virtual, en simultáneo con el evento, preguntaba: ¿cuál cree que es la acción más importante para poner fin a la pobreza?

La opción educación y capacitación de habilidades lideró por encima del 75%, frente a otras respuestas como crear más transferencias monetarias, construir industrias o brindar seguros contra riesgos, con lo cual se demuestra que hay una clara conciencia de parte de la población en cuál debe ser la prioridad.

En este sentido fue muy revelador el testimonio de Strive Masiyiwa, fundador y presidente ejecutivo de Econet, a quien el periodista Bob Koigi define como “el padre de la filantropía educativa en África” en artículo publicado en la revista digital Azureazure.

Cuenta Koigi que durante la epidemia del ébola, “cuando se llegó al límite de la desesperación”, el exitoso empresario logró lanzar una convocatoria mundial y en menos de media hora recaudar más de $30 millones para enfrentar la pandemia.

Masiyiwa, refiere Koigi, es el dueño “de la compañía de telecomunicaciones más exitosa de Zimbabue” y también el hombre más rico de esa nación, cuya consigna “ha sido siempre la de brindar una oportunidad a las personas necesitadas, especialmente a través de la educación”.

En su intervención, en las Reuniones Anuales 2020 (virtuales) del Grupo Banco Mundial, sostuvo que “lo más importante es brindar educación, porque la educación es la zona cero en cualquier cosa que puedas intentar hacer”.

Aboga por crear oportunidades para la educación formal y también la informal, “recordarle a la gente que la educación no termina. Incluso, si no fuiste a la escuela, puedes aprender a los 35, 45, 50…”

Desde esta perspectiva quiere crear una herramienta de educación informal para que las personas aprendan a leer, escribir y adquirir habilidades digitales, con lo cual ayudarlas en el trabajo o a encontrar uno.

Ante la pregunta de Larry Madowo, corresponsal de la BBC en América del Norte, sobre ¿cuál es el papel de los jóvenes empresarios africanos para acabar con la pobreza en el continente?, respondió que “no hay mejor herramienta para luchar contra la pobreza que el espíritu empresarial. Si apoyas a los jóvenes a crear empresas, pueden crear trabajos, riqueza, y es así como se lucha contra la pobreza”.

“Dediqué muchos años a promover que los jóvenes empresarios siguieran mi camino cuando era joven, tenía 26 años, y empecé mi negocio”.

Reitera que es preciso entregar herramientas para crear productos y servicios, “que en el futuro pueden convertirse en grandes empresas y ayudar a enfrentar la pobreza” desde la innovación y las tecnologías emergentes.

Interesante, de igual modo, ha sido la respuesta de África a la pandemia. “Es una de las mejores del mundo en cuanto a la contención de la mortalidad”, afirma Masiyiwa.

“Es un trabajo en progreso; no hay vueltas de victoria con esta enfermedad. Trabajas tan duro como puedes, y esperas llegar al otro lado, a las vacunas, sin más pérdidas de vidas”, observó.

Conflicto armado y cambio climático

El Banco Mundial estima que entre 88 millones y 115 millones de personas serán empujadas a la pobreza extrema en el 2020.

Axel van Trotsenburg, director gerente de operaciones del Banco Mundial, observa que los impactos de la pandemia en salud y en educación son dramáticos.

También hay otros dos factores que profundizan los efectos del virus y explican la tendencia a la ralentización de la economía y el impacto social: los conflictos armados y los efectos del cambio climático.

El 40% de los pobres extremos viven en países afectados por conflictos “y esta tendencia va a aumentar”.

También, señala, el cambio climático tiene un impacto masivo sobre la pobreza extrema, en especial en los países más pobres.

“Si no hacemos algo estimamos que el cambio climático profundizará aun más la pobreza extrema y entre 68 millones, tal vez 130 millones de personas, podrían caer en la pobreza extrema, como resultado de los cambios climáticos”.

Lamis Al-Iryani, jefa de Seguimiento y Evaluación del Fondo Social para el Desarrollo de Yemen, expresa un primer mensaje: “La guerra en Yemen debe parar”.

El conflicto ha dejado al 80% de la población en riesgo de hambre y enfermedades.

De hecho, “un informe reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) proyecta que si la lucha en Yemen continúa hasta el 2022, se convertirá en el país más pobre del mundo”.

Al-Iryani afirma que este conflicto, ha costado “21 años de avances en desarrollo, ha afectado sus tejidos sociales, aumenta la violencia contra las mujeres y los niños, y desplazó a millones de personas”, prueba de la factura de la guerra a los pueblos.

Del lado del cambio climático, Sarah Colenbrander, directora del Programa de Cambio Climático y Sostenibilidad del Instituto de Desarrollo de Ultramar (ODI), expresó que hay una correlación entre la pobreza extrema y las inundaciones catastróficas. Solo basta con ver lo que pasa en las ciudades.

Ocurre que en las zonas urbanas “todos los hogares compiten por terrenos bien ubicados para acceder a empleos y servicios”.

Quien puede pagar más, logra instalarse en estos terrenos, pero los más pobres, por lo general, viven “en pendientes pronunciadas o cerca de vertederos”, es decir, los más expuestos a las inundaciones.

Por otra parte, tampoco tienen acceso a servicios básicos e infraestructuras (drenajes, saneamiento…) que alivien los impactos de estas calamidades naturales.

Colenbrander se inclina por proteger a las personas porque además de evitar “gran cantidad de sufrimiento innecesario”, también “facilitará en el futuro cercano una recuperación climáticamente inteligente y resiliente”.

Saleemul Huq, director del Centro Internacional de Cambio Climático y Desarrollo de Bangladesh, observa que “ya vivimos en un mundo de cambio climático. Esto no es algo que sucederá; es algo que está pasando, y junto con la crisis del covid-19, es una doble emergencia para las comunidades pobres”.

De acuerdo con el director gerente de operaciones del Banco Mundial, el organismo, anunció, al inicio de la pandemia, su intención de invertir $160,000 millones entre abril de este año y junio próximo. “Estamos bien encaminados con $43,000 millones hasta la fecha”.

Pero lo primero, sostuvo, es cómo salvar vidas y, en este contexto, lanzamos un programa a principios de 2020 para ayudar a los países: más de 111 naciones se benefician de un paquete del Grupo Banco Mundial de uno $14,000 millones.

El paso siguiente es ayudar a los países a financiar las vacunas, con una iniciativa de $12,000 millones.

De igual modo, preparan en la agenda de largo plazo (los próximos 15 meses) un paquete ambicioso para los países más pobres de $50,000 a $60,000 millones en apoyo.

Violeta Villar Liste
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