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El presente editorial corresponde al Volumen 132, No 3. Julio-Septiembre 2024 de la Gaceta Médica de Caracas. Revista científica que se publica trimestralmente desde 1893, la más antigua revista médica venezolana que se mantiene activa. Es el órgano oficial de la Academia Nacional de Medicina.

Editorial por: Dr. Enrique López Loyo

Editor en Jefe de la Gaceta Médica de Caracas. Individuo de Número Sillón XXXI de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela, Caracas

El 10 de septiembre de cada año se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio y dado el preocupante ascenso de su frecuencia a nivel global, dedicamos nuestro Editorial a evaluar los aspectos epidemiológicos que describen este grave problema de salud pública.

El suicidio se define como el acto de acabar con la vida propia por una decisión voluntaria. Es la muerte resultante del comportamiento autoinfligido perjudicial en el que la persona tenía la intención de morir como resultado de dicha conducta. Este ha existido a lo largo de la historia del hombre y su interpretación en el tiempo e impacto en la sociedad ha cambiado con el paso de los años.

En la actualidad se considera el suicidio un problema de salud pública importante, pero a menudo descuidado, rodeado de estigmas, mitos y tabúes, que requiere la aplicación de estrategias para reducir su incidencia, considerándole la consecuencia o desembocadura de una sociedad enferma colectivamente. Cada año mueren por suicidio un número significativo de personas con antecedentes de entre 10 y 40 tentativas por cada hecho consumado (1).

El suicidio ya representaba un problema en el que reflexionaban los griegos y se narraba por autores como Homero.

Es en este momento de la historia donde la muerte voluntaria comienza a ser estigmatizada, denostada y penada. El suicidio era un delito contra el Estado que conllevaba castigos puesto que privaba a la polis (la comunidad) de uno de sus miembros y de su contribución al progreso de esta.

Además, era considerada por gran parte de la sociedad griega como un acto impío hacia los dioses, puesto que sólo ellos debían disponer de la vida de los hombres.

Los castigos para los suicidas eran los entierros aislados, la deshonra familiar del suicida y la mutilación del cadáver. Bajo los preceptos de Aristóteles y Platón en Grecia se consideró un grave problema social, porque figuras importantes optaron por el suicidio e identificaron que no era una conducta de personas catalogadas como “enfermas mentales”, sino que establecieron que un número destacado de intelectuales asumieron acabar con su vida de forma consciente, muchos de los cuales dejaban por escrito el carácter “razonado” de su decisión fatal.

La civilización romana heredó gran parte de la cultura helena, y del mismo modo existía una prohibición expresa al suicidio, salvo si se obtenía el permiso del censor que «legitimaba» el acto.

El Imperio romano mantuvo las conceptualizaciones anti suicidas de Aristóteles y Platón, sin embargo, hicieron consideraciones y algunas variaciones relacionadas a su definición y penalización.

Si bien era considerado un delito para esclavos, soldados y/o malversadores, no lo era así para la nobilitas, siempre y cuando estuviese motivado por causas como el honor, patriotismo, enfermedad humillante, o preservar la dignitas del status social.

Cicerón, aun condenando el suicidio, le daba una consideración diferente si era una forma de heroísmo, amor, abnegación o en defensa del honor. Constantino penalizó el suicidio y estableció confiscación de los bienes de la familia después del suicidio, como mecanismo de compensación para el estado.

La definición legal romana por excelencia para el suicidio era “Non Compos Mentis”, que aparece citada en los textos de la época, es una frase del latín que significa “sin control de su mente” y se utilizaba para definir los suicidios inducidos por enfermedades y representó la primera interpretación legal de una conducta a partir de un estado mental alterado (2).

En 2014 la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su primer informe mundial sobre prevención del suicidio, estableciendo que anualmente más de 800 000 personas se quitan la vida, lo que representa un suicidio cada 40 segundos.

En la estructuración socioeconómica dio a conocer que el 75 % de los suicidios ocurren en los países con ingresos bajos y medianos, lo que convierte a esta conducta como un elemento asociado a los desequilibrios y vulnerabilidades propias del mundo contemporáneo.

Describen que los métodos más comunes de suicidio los constituyen la intoxicación con plaguicidas, el ahorcamiento y las armas de fuego. Con datos de algunos países europeos, así como de Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia, Canadá y Japón, se ha determinado que la posibilidad de limitar el acceso de esos medios puede contribuir a prevenir el suicidio.

Se requiere además un compromiso de los gobiernos para establecer planes de acción coordinados, que se interconecten con los sistemas de prestación de salud.

Para el momento de ese informe sólo 28 países tenían estrategias nacionales de prevención del suicidio. Los suicidios ocurren en todo el mundo y alcanzan todas las edades, sin embargo, en la mayoría de los países las tasas más altas de suicidio se dan en personas mayores de 70 años, otros presentan picos en poblaciones jóvenes.

Segregando los grupos etarios, entre los jóvenes de 15 a 29 años se ha determinado que el suicidio es la segunda causa de defunción. En cuanto al sexo, se suicidan más hombres que mujeres, siendo más vulnerables los hombres mayores de 50 años, quienes triplican la frecuencia en las naciones más ricas. En contraposición, las mujeres mayores de 70 años duplican la probabilidad de suicidarse en relación con aquellas con edades entre 15 y 29 años (3).

En el informe de 2021, la OMS registró que 703 000 personas se quitaron la vida y muchas más intentaron hacerlo. A esta situación la cataloga de una tragedia que afecta a familias, comunidades y países y tienen efectos duraderos para los allegados de la víctima.

En su evaluación la OMS determinó que para 2019 el suicidio fue la cuarta causa de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años en todo el mundo.

La progresión de esta problemática requiere que las iniciativas preventivas de los países sean eficaces y deben aplicarse con una estrategia multisectorial e integral.

El abordar la complejidad de las conductas suicidas comienza por identificar los factores de riesgo y de protección.

Los factores de riesgo clave abarcan desde los sistemas sanitarios y la sociedad hasta los niveles comunitario, relacional e individual.

La OMS ha elaborado una guía de prevención del suicidio denominada “Live Life” o “Vive la vida”, en la que se recomiendan una serie de medidas de intervención que han demostrado ser eficaces y que se basan en evidencias, entre ellas restringir el acceso a los medios utilizados para suicidarse que incluyen a los plaguicidas, las armas de fuego y ciertos medicamentos; educar a los medios de comunicación para que informen con responsabilidad sobre el suicidio; desarrollar en los adolescentes aptitudes socioemocionales para la vida; detectar a tiempo, evaluar y tratar a las personas que muestren conductas suicidas y hacerles un seguimiento (4).

Una condición de base que puede identificarse con una relación directa con el suicidio la constituye el trastorno depresivo o depresión, que es un trastorno mental común. Se caracteriza como un estado de ánimo deprimido, con pérdida de las sensaciones del placer o el interés por actividades durante largos períodos de tiempo.

La depresión se considera distinta de los cambios habituales del estado de ánimo y los sentimientos en la vida diaria. Afecta a los aspectos de vida, que incluyen las relaciones familiares y las amistades individuales y las relaciones con otras personas, como los problemas en la escuela y en el trabajo.

La condición depresiva puede afectar a cualquier persona, aunque con mayor propensión a las mujeres y con mayor probabilidad a quienes han tenido pérdidas graves, abusos continuos o eventos estresantes.

La OMS estima que el 3,8 % de la población experimenta depresión, incluido el 5 % de los adultos. Mundialmente unos 280 millones de personas sufren depresión, destacando más del 10 % de las embarazadas y aquellas en el período posparto.

Aun cuando hay disponibilidad de terapias, la gran mayoría de los pacientes de los países de ingreso bajo y mediano no reciben tratamiento, destacando la falta de inversión en atención de salud mental. Describen los síntomas más frecuentes del episodio depresivo que incluyen dificultades para concentrarse, un sentimiento de culpa excesiva o de baja autoestima, la falta de esperanza acerca del futuro, pensamientos de muerte o suicidio, alteraciones del sueño, cambios en el apetito o en el peso y sensación de cansancio o de falta de energía.

La recurrencia del estado depresivo lleva a la aparición de los pensamientos o ideas suicidas, lo que se convierte en el primer paso a los intentos suicidas.

La respuesta de la salud pública internacional de la OMS fue el diseño del Plan de Acción sobre Salud Mental 2013-2030 donde establecen las etapas para ofrecer intervenciones adecuadas a las personas con trastornos mentales, en particular con depresión.

El objetivo es ayudar a los países a impulsar los servicios destinados a las personas con trastornos mentales, neurológicos y por abuso de sustancias, todo esto con estrategias de atención prestada por trabajadores de la salud que no necesariamente son especialistas en salud mental, aunque sin duda son ellos los llamados a diseñar y orientar estos programas (5).

Referencias:

1. Parra I. Definición de suicidio. Psicosomática y psiquiatría. Definiciones y conceptos. 2023. DOI: https:// doi.org/10.34810/PsicosomPsiquiatrnum250801.

2. Armador Rivera GH. Suicidio: consideraciones históricas. Rev Med La Paz. 2015;21(2):91-98.

3. Organización Mundial de la Salud. Primer informe de la OMS sobre prevención del suicidio. https://www. who.int/es/news/item/04-09-2014-first-who-report on-suicide-prevention.

4. Organización Mundial de la Salud. Día Mundial para la Prevención del Suicidio 2023. https://www.who. int/es/campaigns/world-suicide-prevention-day/2023

5. Organización Mundial de la Salud. Depresión. 2023. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/

Ver la edición completa de la Gaceta Médica de Caracas: https://academianacionaldemedicina.org/publicaciones/gm-volumen-132-no-3-julio-septiembre-2024/