fbpx
Pixabay

Hay alimentos suficientes y las cadenas de suministro están funcionando, pero la pandemia a causa del covid-19 suma nuevas cifras a la pobreza extrema e impide que las familias puedan comer.

Incluso, la imposibilidad de comprar alimentos de calidad, lleva a las familias a consumir grasas y azúcares que incrementan la estadística de otra enfermedad: la obesidad.

Este martes 16 de junio, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) presentaron un informe conjunto titulado Cómo evitar que la crisis del COVID-19 se transforme en una crisis alimentaria. Acciones urgentes contra el hambre en América Latina y el Caribe.

Durante un foro virtual, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, y Julio Berdegué, subdirector general de la FAO y representante regional para América Latina y el Caribe, describieron el escenario que amenaza a 83 millones de personas en pobreza extrema y sin ingresos para cubrir la canasta alimentaria.

De igual modo, ambos organismos proponen diez acciones básicas que deben asumir los gobiernos para evitar otro virus igual de mortal: el del hambre.

En concreto, las acciones están soportadas en tres pilares: Familias, empresas y países.

Con respecto a Familias (hogares en condición de pobreza extrema y de inseguridad alimentaria severa), se proponen tres acciones del decálogo:

-Reforzar el Ingreso Básico de Emergencia ya propuesto por Cepal, con un Bono contra el Hambre (BCH).

-Fortalecer los programas de alimentación escolar.

-Apoyar con subsidios monetarios o con donaciones de alimentos por parte de empresas y gobiernos.

En relación con las empresas del sistema alimentario, son cuatro las acciones del decálogo:

-Reprogramar deudas, postergar pagos y flexibilizar la operación de programas de fomento, con foco en las pequeñas y medianas industrias (Pymes) agrícolas y alimentarias.

-Ajustar los protocolos de sanidad y salud en la producción, el transporte y los mercados.

-Apoyar la producción de autoconsumo.

-Garantizar el financiamiento, asistencia técnica y acceso a insumos a unos 4 millones de agricultores familiares y 2 millones de pescadores artesanales.

Del lado de los países, se proponen las siguientes acciones, tres de los diez puntos propuestos por FAO-Cepal:

-Generar mecanismos ágiles de consulta y coordinación público-privada entre todos los actores del sistema alimentario.

-Impedir que los mercados mayoristas y minoristas y las agroindustrias cierren o disminuyan sus operaciones.

-Continuar con las políticas de apertura al comercio mundial de alimentos.

Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, durante su exposición, razonó que ya la región tenía 67 millones de personas en pobreza extrema, a quienes se sumarán 16 millones más de pobres a causa del covid-19.

Esto supone 83 millones, en promedio, en la pobreza extrema y sin ingresos para cubrir la canasta alimentaria.

Cepal estima que la pobreza extrema crecerá 4.9 puntos en áreas rurales y 1.8 puntos en áreas urbanas.

Bárcena subrayó que no hay un problema de suministro de alimentos, en la cadena de comercialización o en la oferta.

La causa de la preocupación es otra: Los hogares no tienen el ingreso suficiente para adquirir estos alimentos

Precios en alza

Bárcena observa, por otra parte, que los precios de los alimentos en los países de la región han aumentado más que el nivel general de los precios, tendencia que incluso entra en contradicción con la dinámica de los precios internacionales de los alimentos que ha evolucionado a la baja.

Esta variación es importante porque en el bolsillo de los consumidores se resiente el tener que pagar más.

Este incremento, observa Bárcena, ocurrió de manera particular hacia febrero de 2020 cuando disminuyó la movilidad de las personas y subió la demanda de los alimentos.

Desde esta perspectiva, el decálogo de propuestas de la FAO-Cepal propone de manera general apoyar a los hogares, a los productores y empresas, a garantizar estos suministros y que puedan ser adquiridos.

En el caso concreto del Bono Contra el Hambre, Bárcena señala que puede ser en forma de transferencia monetaria, canastas o cupones de alimentos.

Este Bono atendería el 70% de la línea de la pobreza extrema y equivaldría al 0.06% o 0.45% del Producto Interno Bruto (PIB) regional.

Para las pymes agrícolas y alimentarias, se plantean subsidios, reestructuración de la deuda o provisión de liquidez.

De plantean fondos no reembolsables por $250 por beneficiado. Equivale a un kit básico de inversión (fertilizantes y semillas entre otros),

Se dirigiría a las fincas más rezagadas: 40% del universo total de la agricultura.

Caribe, el más golpeado

Julio Berdegué, subdirector general de la FAO y representante regional para América Latina y el Caribe, señaló que los países del Caribe son los más golpeados por la pandemia debido a las caídas de las remesas y el turismo.

Además, tienen una alta dependencia de las importaciones de alimentos de Estados Unidos y de la Unión Europea y muestran disrupciones en la cadena de suministro de alimentos.

La malnutrición es otra de las consecuencias, con el riesgo de la desnutrición en Haití.

En el caso de Centroamérica y México, el experto observa situaciones alimentarias críticas en Guatemala, Honduras y El Salvador, cuyas habitantes viven de cultivar granos básicos, maíz y frijoles, en los cuales se basa su alimentación, pero son zonas vulnerables a los cambios globales del clima.

América del sur hace evidente una contradicción: más de la mitad de sus habitantes están en situación de pobreza, a pesar de producir más de la mitad de los alimentos.

Berdegué observa que el problema no es solo qué están comiendo las familias en situación de pobreza extrema.

Le preocupa que se están moviendo hacia dietas menos nutritivas, con más grasas, más azúcar y más sodio, en lugar de más frutas, lácteos y proteínas, con el agravante del sobrepeso y la malnutrición.

Señaló, en línea con el planteamiento de Bárcena, que alimentos existen y todos los días el sistema alimentario logra llevar comida a 160 millones de mesas en América Latina.

El problema es la adquisición de esos productos y, por otra parte, lo que llama “pequeñas heridas” que podrían resquebrajar el sistema.

Hay varias razones: Cosechas que se quedan sin poder ser vendidas y se pudren en el campo, altas tasas de contaminación en los mercados y, por tanto, el riesgo de afectar a vendedores y consumidores.

Por ejemplo, en Panamá, los conflictos en la frontera con Costa Rica ha demorado el transporte de carga; en Brasil ha caído en 9.6% las ventas en los mercados mayoristas de Sao Paulo; en Argentina peligra el abastecimiento por las dificultades del gobierno de comprar alimentos.

Desde esta perspectiva, entre otras medidas sectoriales, vinculantes con el decálogo de la FAO-Cepal, se propone la reprogramación financiera, postergar el pago de impuestos, cambios regulatorios, adecuar los protocolos sanitarios, ajustar los sistemas logísticos internos y compras públicas de alimentos básicos con precios mínimos garantizados.

Otro aspecto que abordo Berdegué es la alimentación escolar.

El cerrar las escuelas impide que 84 millones de niños y adolescentes puedan comer en los planteles.

De esa cantidad, para 10 millones es su comida principal.

Algunos gobiernos entregan canastas con alimentos a las comidas, pero, como observa el experto de la FAO, esa bandeja bien equilibrada, para un estudiante, ahora se traduce en una caja de comida de la cual comen todos.

Una observación que tiene mucho sentido e ilustra la necesidad de acciones de largo plazo, es el recordatorio de Berdegué: El virus permanecerá un tiempo más entre nosotros.

El hambre, cabría agregar, también, si los países no generan estrategias efectivas que impidan el crecimiento de la pobreza extrema y del hambre que a diferencia del covid-19 sí tiene solución y es la “vacuna” de la solidaridad, de la acción social y de manera principal, del alimento.

Violeta Villar Liste. La autora de este reportaje es Comunicadora Social, egresada de la Universidad de los Andes (ULA), magíster en Literatura Latinoamericana por la ULA, con suficiencia investigadora del Doctorado en Comunicación de la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Egresada del Diplomado en Periodismo Digital del Tecnológico de Monterrrey. Con más de 25 años de ejercicio periodístico, es autora y coautora de libros periodísticos. Fundadora de La Web de la Salud.