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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Amigos lectores: Cuenta su hijo Rodrigo Duno De Stefano que Victoria De Stefano (1940-2023) estuvo trabajando en Un grano de polvo se levanta, novela inédita, hasta el último día. Su generosidad, y también la de Federico Prieto Alberto Márquez, han facilitado las cosas para que hoy, como parte del dossier en su homenaje -en el que participan Alberto HernándezChristiane DimitriadesXenia Guerra Jorge Isaac Villamizar– hayamos podido incluir un fragmento de la misma, evidencia -una más- de su minuciosa escritura, de su avanzar palabra a palabra, de su afán por la exactitud:

“El martes el día aún no terminaba de clarear del todo, en la distancia percibí pulular en el cielo jirones de nubes oscuras que no se decidían a dejar asomar las esquilas de luz. Busqué mi capa impermeable, el paraguas, la mochila de lona. Me ahogo, necesito despejarme, no puedo más, protesté. Sin alzar la mirada del diccionario, mamá contestó: Anda, sal a caminar, sacúdete el polvo, airéate un poco. Pero eso sí, por favor, e incorporándose a mirar por la ventana, me conminó a que no me alejara demasiado. No me agrada que andes en la calle con este clima. No te descuides. Si llueve ponte a cubierto. Si estás al descubierto, abre el paraguas, aprieta el asa, no vaya a salir girando y girando, y por mucho que le corras atrás se lo lleve el vendaval con su remolino de hojas resecas. Súbete las solapas del abrigo, no olvides la bufanda de lana gruesa, tampoco tu gorra escocesa con orejeras”.

Fragmento y demás textos ocupan las páginas 1 a la 5.

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He comentado en este espacio, las relecturas que Aníbal Romero viene haciendo de textos clásicos. Varios de sus ensayos han sido publicados en nuestros espacios. El problema de la muerte en Tolstoi, que incluimos hoy, añade un capítulo a esta serie que, muy pronto, debería reunirse en un libro. Arranca así: “La muerte se convierte en problema en la medida que consideremos que la finitud es insoportable. Si creemos que la vida, nuestra existencia personal, prosigue de algún modo luego de nuestra desaparición física, la muerte no cesa como problema, pero adquiere otras connotaciones y asume otras facetas. Si fuésemos inmortales, como algunos lo han deseado o pretenden, el tema de la muerte posiblemente renacería, enfrentándonos al reto de vivir para siempre. Es un tópico que, por ejemplo, la escritora francesa Simone de Beauvoir exploró con lucidez en su novela Todos los hombres son mortales. Esta obra tiene la virtud particular de mostrar que la inmortalidad podría resultar tediosa”.

Leonardo Mendoza Rivero cuenta que, luego de casi una década, Los maletines, novela de Juan Carlos Méndez Guédez circula en Venezuela, publicada por Ediciones Curiara: “Adentrándonos en la novela, nos encontramos a Donizetti, un personaje que trabaja para una agencia de noticias que sirve como órgano de propaganda del gobierno venezolano, y que encuentra una salida a sus apuros económicos (debe mantener dos familias: la de su ex esposa e hijo; la de su nueva pareja e hijastra) trabajando para grupos criminales ligados a las cúpulas del poder político revolucionario, transportando una serie de maletines –de contenido desconocido– desde Caracas a varias ciudades de Europa. Prontamente, los encargos se salen de control y vemos a Donizetti arrastrado por las aguas más turbias de esa Caracas violenta, que sirve como telón de fondo para la historia”. Página 8.

Las siguientes dos páginas y media, Lorenzo Dávalos Tamayo, nos devuelve a otro enorme clásico, Joseph Conrad. Escribe sobre la fundamental El corazón de las tinieblas: “En 1899, Joseph Conrad publica esta novella de mirada desencantada que le muestra al lector lo frágil e ilusoria que es esa estructura que hemos construido a lo largo de miles de años de historia y a la que llamamos civilización. El corazón de las tinieblas examina el proceso de disolución de aquello que nos distingue como hombres civilizados. Cuando tal disolución ocurre, cuando decidimos despojarnos de ese peso que es el sentido de culpa, caemos al interior de la barbarie. En esta novela, un hombre civilizado, luego de permanecer un tiempo suficiente en un entorno virgen (ignoto, oscuro, salvaje, hostil), se metamorfosea en un ser despiadado capaz de cometer crímenes atroces. El corazón de las tinieblas, puede leerse como una crítica europea (y a la vez un acto de contrición), que realiza un hombre civilizado en el momento en que cobra conciencia de la barbarie que el hombre blanco perpetraba en África en el siglo XIX”. Páginas 9, 10 y parte de la 11.

Escribe Leonardo Azparren Gimenéz sobre La historia no contada, novela de Inés Muñoz Aguirre: “Ahora bien, lo importante en el relato es el encuentro de quienes huyen con una naturaleza inhóspita y agresiva. Es uno de los atractivos del relato, porque ayuda a construir el campo dramático de la situación agónica de los personajes. La huida política para sobrevivir a la barbarie debe enfrentar las amenazas de una naturaleza fuerte y ruda”. 

Narradora, dramaturga y ensayista, Lina Meruane (Chile, 1970), reconocida con premios como el Anne Seghers (2011) y el Sor Juana Inés de la Cruz (2012), ha sido entrevistada por Claudia Cavallin. De su novela, Sistema nervioso, dice: “Sistema nervioso es una novela que escribí pensando en una familia que está articulada en torno a sus problemas físicos. Con esto quiero decir que es gente muy atenta a la materialidad y a la vulnerabilidad de los cuerpos, tanto los propios como los de la familia, más todo lo corporal en el entorno de cada uno de ellos. Antes o después, nos encontramos siempre con la vulnerabilidad de nuestros propios cuerpos, de nuestros familiares, o del entorno más amplio, y vivimos de manera directa o indirecta, o solitaria, las fragilidades de nosotros. Por supuesto, alguna gente prefiere cerrar los ojos frente a esta situación porque permanentemente estamos en contacto con una suerte de condiciones que nos confieren vulnerabilidad. Esta es la gente que estaría menos preparada para una crisis tan poderosa como una pandemia”. Está en la página 12.

Página 13: A su obra de poeta y narrador, Fedosy Santaella suma ahora la vertiente del ensayista. Un libro en blanco, el ensayo que publicamos en la parte superior de la página, pertenece a Las libretas, colección recién publicada por Abediciones, UCAB (creo que es su primer libro de ensayos, pero no estoy del todo seguro). Otra faceta asociada, que Santaella ha desarrollado reiteradamente en los años recientes, es como lector y comentarista de libros. Uno de esos comentarios cierra esta entrega, dedicado a El gran vallenato (Ediciones Breinguash Master) el reciente libro de relatos del narrador Joaquín Ortega: “Digo pues, que esta voz que cuenta las debacles de El gran vallenato es la de alguien que ama el mundo y está lleno de furia porque el mundo es una porquería. Por alguien que sabe que con solo mostrar los abismos del hombre está haciendo su trabajo de anunciador del apocalipsis y su solicitud (o exigencia) de enmienda y redención. Sus personajes son, están vivos, y él los deja ser. Y si son imbéciles son imbéciles y mueren como imbéciles. Y si tienen un alma sensible y leen libros de botánica luego de matar, pues tienen un alma sensible y leen libros de botánica luego de matar”.

Van mis buenos deseos para todos.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional