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Con dos notas de Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional, comienza esta edición dedicada a los cien años del Ulises de James Joyce (1882-1941). Innumerables publicaciones culturales, desde el amanecer del año, han recordado que el 2022 será de importantes efemérides centenarias: Marcel Proust, Virginia Woolf, James Joyce y más, describe

Amigos lectores:

Con dos notas mías dedicadas a los cien años del Ulises de James Joyce (1882-1941) arranca esta entrega concentrada en la narrativa. Innumerables publicaciones culturales, desde el amanecer del año, han recordado que el 2022 será de importantes efemérides centenarias: Marcel ProustVirginia WoolfJames Joyce y más.

En la primera nota, me intereso por cuestiones biográficas y literarias alrededor del Ulises.

En la segunda -columna Récipe para golosos– me refiero a este fenómeno: ninguna de las tres traducciones del Ulises disponibles -la de José Salas Subirats, de 1945; la de José María Valverde, de 1976; y la de Francisco García Tortosa María Luisa Venegas Lagüéns, de 1999- son de nuestro siglo XXI.

Ello puede ser un indicador de la enorme exigencia de la tarea. Además, un correo de Elisa Lerner me puso tras la pista del traductor pionero -Salas Subirats-, argentino que vivió un tiempo en Venezuela, como vendedor de seguros. Su historia es peculiar. Algo de ello cuento allí. Así que, las páginas 1, 2 y 3 se detienen en el centenario.

Juan Carlos Méndez Guédez ha publicado una nueva novela (¿su décima segunda?): Round 15 (Editorial Caballito de Acero, Colombia, especializada en literatura centrada en los deportes). Miguel Gomes, el más disciplinado lector crítico de la producción narrativa venezolana reciente, escribe una incitadora reseña de Round 15: Boxeo y educación sentimental:

“El caso de Round 15 se destaca por sus efectos conmovedores: la fijación de su protagonista por el boxeo va de la mano, o del guante, con las violencias que a veces ejercen las circunstancias sobre nosotros. Las operaciones de análisis, desmontaje y reconstrucción a las que en esta novela se somete el cliché de los “golpes del destino” son sabias y siempre entretenidas”. Está en la página 4.

La página 5 trae cinco textos pertenecientes a Lunas compartidas (2021) de Gisela Capellin. Son mundo-ficciones: veintisiete breves narraciones (Praga, Shiraz, Bonaire, Halifax, Chicago, París y así), escenas-relatos en diversos puntos del globo, secretamente unidas por el modo de aproximarse a lo distinto, a lo sorpresivo, y, muy importante, al hecho de narrar. No es una sucesión de recuentos de viaje (aunque sea tentador pensarlos así). Aquí viaja la imaginación. Libro inusual, personalísimo, escrito bajo el influjo del hacer poético de la autora.

Dos comentarios sobre novelas vienen en la página 6: la periodista María Elena Lavaud presentó en Miami, Molokotov (Consejo Estatal para las Artes y las Culturas de Chiapas, México, 2021), ganadora del premio de novela breve Rosario Castellanos 2020, de la escritora venezolana Julieta Omaña.

Dice su texto: “Hay un detonante que es la necesidad de regresar al país por la enfermedad de un ser querido; hay un grito de protesta por las presiones e injusticias que muchas veces impone el ejercicio del periodismo en muchos más países de lo que uno imagina; hay un relato franco y atrevido de una mujer que vive sus relaciones con efervescencia y que no se condena por nada, que es libérrima; y está el relato de la debacle política de un país a través de historias sensibles de las víctimas del oprobio, en una secuencia que entremezcla las propias vivencias de la protagonista”.

Por su parte, María Antonieta Flores presenta En las sombras del bien (Kálathos Ediciones, España, 2021), primera novela del ingeniero, académico y narrador Asdrúbal Romero: “Entre el ensayo y la narración, esta novela se inserta en una tradición que se vincula con la Ilustración. Su estructura me recuerdan las novelas de Sade. En el caso del Marqués, la trama narrativa incorpora reflexiones filosóficas, racionales, como expresión de una ideología libertina que justifica las acciones, la historia y la trama en un ámbito individual. Propone una subversión del orden. Aquí, la intención va por el camino opuesto, reclama un orden regido por el bien. El bien tal como lo definió Aristóteles: expresión de la virtud y la justicia”.

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En la página 7 se agregan otros dos comentarios sobre novelas de autores venezolanos: uno, de Luis Perozo Cervantes sobre Corrector de estilo, de Milton Quero Arévalo, novela que en el 2004 ganó el Premio Adriano González León que concedía el PEN Club Venezuela.

Ha sido reeditada (Sultana del Lago, 2021). “Corrector de estilo es, si queremos usarla como testimonio de algo, la huella de un “modus operandi” masculino, que encontró en sus personajes la manera de universalizarse: Milton Quero hizo potable el carácter sociópata del maracucho y lo encapsuló en seres plurivalentes, que son capaces de enfrentarse al amor, a la familia, al trabajo y finalmente, a la corrección de un libro inacabado, de la misma manera en que sostienen sus prejuicios mientras toman una cerveza helada”.

Marco Avendaño, por su parte, habla de El astrolabio de las hadas (Editorial Caligrama, España, 2021), novela de María Alejandra Ocando, sicóloga y poeta venezolana residenciada en Australia.

Es una novela fantástica juvenil, “producto de una arquitectura narrativa y un cuidadoso diseño de los personajes, todo previamente planificado. La escritura de la autora, eficaz y precisa, se lee fluidamente”.

La hija de la española, la novela de Karina Sáinz Borgo, es objeto de una elogiosa lectura de Roberto Lovera De-Sola:

“Debemos comenzar nuestro comentario sobre la novela de Karina Sainz Borgo (1982), La hija de la española, señalando por qué este libro se ha convertido en un hito literario: el volumen se ha editado en 28 países distintos, traduciéndose a diez idiomas. La revista Time lo consideró uno de los más importantes libros del año 2019; recibió también los premios de Le Figaro de Francia y el O’Henry en Estados Unidos. Reiterándose también el interés que sobre los hechos sucedidos en Venezuela en estos años se tienen en diversos países.

Nosotros sabíamos que un día ello se haría público. Con estos importantes logros no podemos dejar de reiterar, lo que antes hemos sostenido varias veces, que la literatura venezolana vive en la actualidad un momento luminoso, desde 1999”.

También en la página 8 incluí una breve carta enviada por el periodista y profesor universitario, Isaac Nahón Serfaty, animada a partir de esta coincidencia: que en la edición del 23 de enero, el dossier López Pedraza coincidió con el dossier dedicado a El Holocausto. Copio un fragmento de la carta: “En su ensayo Ansiedad cultural, López-Pedraza hace un análisis del Holocausto (del “llamado Holocausto”, como él lo escribe en el texto). Su argumento, inspirado en su formación como psicoanalista junguiano, pone en un mismo plano a los nazis y a los judíos. López-Pedraza afirma que ambos (victimario y víctima) representan dos formas de concebir la pureza racial propia tanto de la ideología nazi y de la religión judía, ambas expresiones del monoteísmo (uno centrado en el Estado todopoderoso en manos de la raza aria, y otro del Dios único del pueblo elegido).

Propone López-Pedraza analizar “el Holocausto como el horripilante resultado de dos pueblos llevados por la locura de la pureza virginal”. Vemos claramente que para este escritor existe una simetría perfecta entre los verdugos nazis y los judíos”.

En la página 9, Krina Ber revisa con milimétrico juicio, Hombres que eran bosques y otros relatos (Editorial Popular, España, 2020), de la narradora y ensayista, Cesia Hirshbein (1946): “No obstante –y aquí vuelvo al inicio de esta reseña– el tema prioritario es el Holocausto; y no digo “recuerdo del Holocausto”, porque recordar es hacerlo presente, tal como está en los relatos, a veces en primera fila, a veces solo en una nube detrás de los acontecimientos narrados, cercana o lejana, según el caso.

Hay algo que comparto con Cesia Hirshbein: ambas pertenecemos a la segunda generación marcada desde la cuna por los horrores vividos por sus padres. Los suyos la criaron en Venezuela imbuida en sus memorias; los míos optaron por ocultármelas detrás de una infancia (sí, feliz) en la Polonia comunista. Pero, a la hora de escribir narrativa, para ninguna de las dos resulta posible ocultar la condición de ser hija de sobrevivientes. Por algún lado siempre asoma”.

Jorge Luis Borges dedicó dos poemas a James Joyce en su libro Elogio de la sombra. El más largo, Invocación a Joyce, tiene 46 versos. El titulado James Joyce, escrito en 1968, solo 14. Merece que volvamos a él. Y dice:

James Joyce

En un día del hombre están los días

del tiempo, desde aquel inconcebible

día inicial del tiempo, en que un terrible

Dios prefijó los días y agonías

hasta aquel otro en que el ubicuo río

del tiempo terrenal torne a su fuente,

que es lo Eterno, y se apague en el presente,

el futuro, el ayer, lo que ahora es mío.

Entre el alba y la noche está la historia

universal: Desde la noche veo

a mis pies los caminos del hebreo,

Cartago aniquilada, Infierno y Gloria.

Dame, Señor, coraje y alegría

para escalar la cumbre de este día.

Que así sea siempre: coraje y alegría.

Nelson Rivera

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