fbpx
Pixabay

Dr. Miguel A. Cedeño T.

Si el príncipe saudita Al Walid bin Jalid bin Talal al Saud despertara en estos momentos descubriría que el mundo ha cambiado por completo desde su accidente. En el año 2005, el joven heredero saudí estrelló su automóvil y desde entonces permanece en coma.

Su familia aguarda un milagro mientras su historia recorre el planeta bajo el apodo del “príncipe durmiente”.

Al Walid tenía 18 años cuando sufrió el grave accidente en Londres y durante una década estuvo en la unidad de cuidados intensivos de un hospital en Riad, capital de su país.

Hace cinco años lo trasladaron a la residencia de su familia donde sobrevive conectado a una máquina.

Sin embargo, en 2019, un evento renovó la esperanza de su familia sobre su salud: un video mostró cuando el millonario príncipe movió la cabeza. El mismo fue compartido en redes sociales por sus propios allegados y alcanzó millones de vistas.

Lo anterior, reforzó la negativa de sus padres a seguir los consejos médicos para desconectarlo de la máquina que lo mantiene con vida. A pesar de esto, el príncipe saudita no ha dado muestras de consciencia, una compleja función psíquica del cerebro humano.

Ya en la antigua Grecia, Heráclito de Éfeso (“conócete a ti mismo”) y Platón (dilema mente-cuerpo), se habían interesado por el fenómeno de la consciencia.

Con el tiempo, la misma ha venido a ser objeto de estudio por diversas disciplinas, así renombrados filósofos como Descartes, Hegel, Kant y Sartre dedicaron esfuerzos en analizarla y definirla.

Psicólogos destacados como Erikson, Freud, Jung y Mahler también se emplearon a fondo en descifrarla. Últimamente, eminentes neurocientíficos como Damasio, Gazzaniga, Kandel, Llinás y Ramanchandran, han hecho interesantes aportes sobre su funcionamiento y naturaleza desde una perspectiva neurobiológica.

Según Juan C. Betta, destacado psiquiatra argentino, la consciencia es una función psíquica a través de la cual el yo adquiere conocimiento de sí mismo y es informado de cuanto acontece fuera de él. La misma informa al ser humano de lo que ocurre fuera de él (captado por los sensorios externos), del mundo interior (captado por los sensorios internos) y en el mundo psíquico (elaboración del pensamiento captado por la consciencia misma).

Otro famoso psiquiatra, el austriaco Christian Scharfetter, sostiene que la consciencia consta de tres sectores: la vigilia (se refiere a estar despierto, siendo así premisa de la conciencia clara), la lucidez o claridad de consciencia (capacidad de experimentar como tales los objetos a nuestro alrededor) y la consciencia del yo (la persona sabe de sí mismo como viviente y actuante, consciente de sí mismo como “yo mismo”. Alude a la orientación).

Para Scharfetter, cada sector de conciencia depende de la integridad del anterior.

Con respecto a los tres sectores de consciencia antes señalados, la vigilia tiende a describirse más en términos cuantitativos, mientras que hay más propensión a explicar la lucidez y la orientación en términos más cualitativos.

Lo cierto es que la consciencia humana es una función cognitiva primordial cuyo ejercicio, como su nombre lo indica, es hacernos conscientes de nuestro entorno y de nosotros mismos.

Así, su estudio y evaluación recae en forma más objetiva en la Neurología, la Psicología y la Psiquiatría, y para ser más amplio, en las Neurociencias.

En términos de anatomía cerebral, la consciencia humana depende de estructuras primordiales como la corteza cerebral y el tálamo, a las cuales llega la información de nuestros sentidos, así como de las conexiones entre estas dos estructuras, la sustancia blanca.

Estas conexiones no sólo deben conservarse intactas, sino que deben conectarse correctamente entre sí. Igualmente, hay que tomar en cuenta otra estructura, el tronco encefálico, el cual activa tanto a la corteza cerebral como al tálamo.

Según Dick Swaab, eminente neurocientífico holandés, cuando hay una lesión severa en la corteza cerebral, el tálamo, la sustancia blanca o el tronco encefálico, puede ocurrir que la persona afectada no pueda despertarse (incapaz de estar vigil), ni reaccionar a los estímulos exteriores, esa condición se denomina coma.

Según el tipo o magnitud del daño, el coma tiene grados y puede hacerse reversible o irreversible.

La función del tronco encefálico también es importante destacarla, ya que allí se regulan funciones imprescindibles para la vida como la respiración, el ritmo cardíaco, la temperatura y el ciclo sueño-vigilia.

Igualmente, en esta estructura se encuentran los centros para reflejos relacionados con el estornudar, toser y vomitar.

Si una persona resulta con el cerebro seriamente dañado, pero el tronco encefálico está intacto, permitiría a la misma continuar respirando, y haría que la persona, si llegara a salir de un coma profundo por tener algunas partes de su corteza cerebral funcionando, pueda abrir los ojos, pero seguiría viviendo como un vegetal.

El estado comatoso o vegetativo, cuando la corteza sufre daños irreversibles, pero el tronco encefálico permanece sano, se denomina estado vegetativo permanente.

Estos pacientes a veces no están conectados a respiradores artificiales  porque pueden respirar espontáneamente y tener una frecuencia cardíaca normal. Según la definición clásica, no se encuentran muertos, sino vivos.

Incluso, pueden abrir los ojos, algunas veces emiten gemidos, sollozos o risas, pero no experimentan emoción.

Para el mundo exterior, parecen estar despiertos, pero no muestran ninguna reacción que compruebe un grado de consciencia con respecto al mundo exterior ni de sí mismos. Y es que la corteza cerebral es necesaria para pensar, oír, hablar, sentir emociones, así como para mover los brazos y piernas.

La condición anterior ha venido a constituir uno de los dilemas éticos más polémicos para la Medicina, ya que a una familia le resulta muy difícil aceptar que un pariente, que parece estar despierto y que ocasionalmente hace un gesto o emite algún sonido, se encuentra en un estado vegetativo permanente y que no está consciente, sino cerebralmente muerto.

A lo anterior se agrega que con los modernos métodos de alimentación artificial, estos pacientes pueden sobrevivir muchos años. Este parece ser el caso del príncipe saudita Al Walid, y el gran dilema para su real familia, la cual se niega a desconectarlo de la máquina que lo mantiene vivo por más indigna que parezca su vida.

En la segunda parte de este artículo iré profundizando en los otros dos fascinantes sectores de la consciencia como son la lucidez y la conciencia del yo (orientación).

Dr. Miguel A. Cedeño T

El autor de este texto es el doctor Miguel A. Cedeño T., psiquiatra y catedrático de Psiquiatría Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá