Después de una dura semana de trabajo, nada mejor que arrancar el fin de semana con el “viernes cultural”, esa reunión de amigos en las esquinas del barrio presagiando ya el descanso y la fiesta. Esta sección pretende hacer eso, arrancar nuestro fin de semana desde esta esquina virtual con cuentos y poemas de autores panameños para que los conozcan y los disfruten. Así que, ¡feliz fin de semana!, con sabor a literatura panameña de la buena.
Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña pcrenes@gmail.com

Poemas de Magdalena Camargo Lemieszek
Magdalena Camargo Lemieszek

Magdalena Camargo Lemieszek (Polonia, 1987), cuya obra, de poderosa sutileza, se ha hecho un espacio hondo en la mejor tradición de las letras panameñas. Ha ganado varias veces el premio de poesía Gustavo Batista Cedeño, y ganó un accésit del Premio Adonáis de Poesía en 2015 en España. Escribe también cuento. Algunas de sus obras son La doncella sin manos, El preciso camino hacia la nada y Malos hábitos.
Aunque es de noche
«Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras,
porque es de noche».
San Juan de la Cruz
De la fuente brota el trino del vencejo,
lesión en el misterio que lentamente se propaga.
El agua envuelve la lengua del ciervo, cuenco granate
donde la médula se endulza.
Si sintiésemos ese fluir en el fondo de los cuerpos, movimiento
de cuencas y de rostros, donde al extender los brazos
pudiésemos tocar
por fin todo
cuanto en la calígine es promesa.
Lobo y cordero son lo mismo al desangrarse, brisa fatigada
que sobre la arboleda se desmaya. De ellos nacerá
una escalera para entender la transparencia,
fruta de sedosos nombres, néctar que en la boca
vuelve a revelarse.
La mujer moja su trenza en la corriente, como si pudiese
aliviar la pena que cargan sus hermanos. Sus dedos
humedecen la cadencia del lucero,
adorno en el tránsito que mengua.
¿Por qué no se le otorgó canto también a las hormigas?
Beban pues del relámpago cuando se rompe, de su resplandor
que anega la plenitud del aire, como un ánfora
que de sí misma se desborda.
Grandes y pequeñas criaturas se sumergen
y el amor se torna en filo, cuchillo
que divide entre todos
el líquido banquete.
Sueño dentro de otro sueño
Hay un corazón que cuelga en el centro de la sala.
Algunos dicen que son gotas de luz
las que van tejiendo una cuerda hasta los límites del suelo
y otros solo ven la vulgar herrumbre de la sangre
que va oxidándose en su curso.
No es el aire, dicen unos.
Tiene que ser lo terrible de su peso.
Entonces dos mujeres limpian las palabras
que se han escrito en los bordes de la mesa.
El agua oscura se levanta desde el paño hasta sus dedos
como esas criaturas que viven en la arena
y que abren sus bocas a la vida,
recordándonos que todo lo valioso
es un espasmo.
Los presentes cierran sus puños y comparan,
pensando: podría ser el mío,
y se mueve.
Se mueve, como una isla que flota sola
y crece o disminuye a voluntad de la marea
y hay en él cierto fuego, todavía,
como si debajo del músculo hubiese una semilla
para la que no existe tierra fértil
o estación lo suficientemente hermosa
para ser incapaz de repetirse.
Late y sangra en el vacío.
No hay a quien bombear toda esa sangre.
Carta al hijo que no tendré
Querido mío, ahí vienes.
Pequeño, corriendo cuesta abajo como una libre,
sorteando las piedras y el tronco de los árboles.
No sabes lo grande que te haces,
creces como un alud en el descenso.
El pecho te hierve de velocidad
y atrás las orquídeas florecen
porque han bebido de tu miedo.
Eres bello pues no lo sabes,
pero esta es la primera vez que rompes a correr
para salvarte.
Eres bello también, cuando lanzas de golpe el rastrillo
y riendo te sumerges en la pila de hojas secas
y recoges con ternura las lechuzas que han caído de sus nidos.
Yo te espero abajo, de pie, frente a la casa,
con el bosque de plástico preparado para el juego,
en la repisa sigue completa la caja de soldados.
Sé cuántas veces soñamos con ese mismo verde resplandor en el vacío,
mientras las máscaras de humo fueron endureciéndose año con año
y sus palabras fueron hilvanándose, cayendo como cuentas, una sobre otra.
Perdóname no haberte mostrado otro dios que la belleza,
no haberte obligado a ponerte de rodillas
para masticar sin tregua las raíces de la culpa.
Perdóname, pues la única vez que soñé contigo
te había abandonado.
Hijo, he envejecido.
Toma mi corazón disminuido por el tacto del invierno,
es pequeño como un broche
y tan liviano que es incapaz de causar daño.
Tómalo sin miedo, ya no puede herirte.
Llévalo hasta el mar y entiérralo en la arena.
Vuelve a decir en voz baja ese poema que repetimos cada noche
en lugar de las plegarias.
Entonces imagina la más poderosa de todas las metáforas,
coloca frente a ti una cuesta ominosamente pronunciada
y échate a correr
con tanta fuerza
como puedas.
Coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña:
Pedro Crenes Castro
pcrenes@gmail.com
(Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.