fbpx
Pixabay

Por: Dr. José L. Cevallos MD, PhD

El Dr. José L. Cevallos MD, PhD es Médico Cirujano egresado de la Universidad Central de Venezuela (1963). Médico Especialista en Medicina Interna, UCV (1968). Médico Especialista en Endocrinología, Harvard Medical School of Medicine, Boston, USA (1971). Doctor en Ciencias Médicas (PhD), UCV (2003). Profesor Titular de la Cátedra de Clínica Médica, Facultad de Medicina, UCV (2008). Profesor Asesor de la Facultad de Medicina de la UCV (2009). Director del Laboratorio de Investigaciones Clínicas de la Facultad de Medicina, UCV (1975-presente) y ex presidente de la Sociedad Venezolana de Endocrinología y Metabolismo (1882)
Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela (2019) y de las Sociedades Venezolanas de Medicina Interna y de Endocrinología y Metabolismo. Miembro Emérito de la Endocrine Society USA y de la Global Iodine Network ONU, Unicef.

En la primera entrega, al referirnos a la glándula (G) hipofisiaria (Pituitary en inglés), dijimos que era el “cerebro endocrino”, pues controlaba otras cuatro G: Ovarios, testículos, tiroides y suprarrenales, y que constaba de dos lóbulos, uno anterior y otro posterior, para completar un total de nueve diferentes hormonas. A todas les dedicaremos un tema.

Otras hormonas hipofisiarias tienen una acción mas directa sobre determinada función del organismo: me refiero a la H de crecimiento, la prolactina y la melanoestimulante.

Hablemos ahora de la hormona de crecimiento (Growth H en inglés). Como su nombre lo indica es responsable del crecimiento del individuo, desde la vida uterina, hasta la adolescencia, cuando actúa induciendo un factor hepático, sinergísticamente con las H honadales.

Igualmente sigue actuando en el adulto en una forma mas velada, contribuyendo al “bienestar” del mismo para expresarlo en una sola palabra.

De inmediato surgen dos interrogantes: ¿Que pasaría si esa H estuviera en déficit o ausente, o si por el contrario estuviera en exceso debido a factores congénitos, familiares, traumáticos o inmuno-infecciosos?

En la primera condición, causaría el llamado “enanismo hipofisiario”, el cual se manifiesta desde los primeros años de vida, al disminuir en forma notoria la velocidad de crecimiento del infante y por ende su talla, lo cual se evidencia de manera notoria en la escuela, en comparación con sus compañeritos.

Esta es una condición tratable en la mayoría de los casos, con tanto mayor éxito, cuanto mas temprano se inicie el mismo, cuando aún las epífisis óseas no están osificadas.

Diagnóstico

Para conocer si existe déficit o exceso de la hormona del crecimiento es preciso hacer el diagnóstico midiendo bajo ciertas condiciones su concentración sanguínea y constatando su deficiencia o ausencia.

Por otra parte que no existan otras condiciones que afecten el crecimiento, como la desnutrición, enfermedades crónicas….

Dicha hormona se ha sintetizado y se aplica mediante inyecciones subcutáneas, durante el período de crecimiento, hasta la edad intermedia 15-17 años. Tratamiento costoso  que sólo debe ser aplicado por especialistas.

Gigantismo y la acromegalia

En contraposición tenemos el gigantismo y la acromegalia, cuya causa son tumores hiperfuncionantes de hipófisis. Se diferencian en el momento de su aparición en el individuo: Si es antes de la pubertad, cuando aún los huesos no se han “soldado”, el crecimiento será progresivo y prácticamente indetenible, pues dicha soldadura no acurrirá, pues el tumor frena la producción de gonadotrofinas, necesarias para esta fusión. Se han reportado casos de pacientes con mas de 2,50 m de estatura. La enfermedad no tratada es letal.

De ocurrir después de la adolescencia, el crecimiento es en grosor de los tejidos óseo, muscular y vísceral, adoptando una fascies grotescamente engrosada, con manos y pies muy anchos y grandes.

El tratamiento solía ser quirúrgico, pero actualmente existen una serie de compuestos, que frenan el crecimiento del tumor y por ende de la H que producen.

Por: Dr. José L. Cevallos MD, PhD