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Ilustración: Pedro Crenes
¿Puede la lectura trabajar las sombras? ¿Podrá un club de lectura ser una fuente de acompañamiento para aquellos que sienten que es mejor dejar este mundo?
Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura panameña | Viernes Cultural [email protected]

Trabajar las sombras o el poder terapéutico de la lectura

Reseña por: Pedro Crenes


leer no es inocuo, tiene la capacidad de poner en marcha en la mente del lector mecanismos que de alguna u otra forma impactan en sus emociones, lo que los lleva a tomar decisiones que afectan su conducta

Trabajar las sombras o el poder terapéutico de la lectura

Quizás estamos subestimando las posibilidades de la lectura. No hablo ahora de la calidad de lo que se lee (esa discusión ya la hemos tenido), sino del «hecho lector», de las posibilidades terapéuticas que tiene la lectura. Cuando negamos a otro el acceso a la lectura y no contribuimos a la difusión del hábito de leer, nos estamos negando como sociedad muchas posibilidades.

Hay frases hechas que son una trampa y conviene desmontarlas con optimismo crítico. Una de ellas es que «un libro no cambia nada» (se entiende que su lectura, claro), o que «leer no salva a nadie» (el libro, claro), pero lo cierto es que, quienes hablan así, en el fondo, desean no tener razón, aunque brillantes lectores hayan perpetrado grandes barbaridades y muchos libros provocaran grandes desastres.

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Sumando lo dicho hasta aquí, es cierta una cosa: leer no es inocuo, tiene la capacidad de poner en marcha en la mente del lector mecanismos que de alguna u otra forma impactan en sus emociones, lo que los lleva a tomar decisiones que afectan su conducta, es decir, que el hábito de leer es una herramienta que podría terminar afectando ciertos aspectos de la vida cotidiana y quizás, por eso mismo, se suele hacer muy poco para fomentarlo.

He visto hace unos días que la periodista Flor Mizrachi inauguraba una exposición benéfica titulada “En los ojos” de Flor Mizrachi, en la que fotos de su autoría se venden con una causa: pagar «terapias de personas de escasos recursos en riesgo de suicidio», dice, directa, la publicidad del evento, y sigue «Cada imagen capturada por Flor, cuenta una historia profunda y conmovedora, invitándonos a ver el mundo a través de diferentes miradas» —dicen que «una imagen vale más que mil palabras», otra frase trampa—, y son las palabras «cuenta una historia» las que nos traen hasta aquí.

¿Puede la lectura trabajar las sombras? ¿Podrá un club de lectura ser una fuente de acompañamiento para aquellos que sienten que es mejor dejar este mundo? ¿Podrá nuestra sociedad, desde sus instituciones, abrir espacios terapéuticos de lectura? Hemos denostado tanto la lectura, hemos apadrinado el mal hábito de no leer, que se nos antoja una tarea imposible poder remontar la malamaña. Pero es posible, es necesario.

Leer ha cambiado el mundo desde que fuimos capaces de consignar sobre cualquier superficie símbolos que representen la realidad para preservarla del olvido, abriendo un espacio para un presente continuo en la memoria. Y cuando por fin el viejo Gutenberg, mediado todo el viaje del proceso de escribir y leer, inventó la imprenta, no hemos dejado de escribir y de leer, de hacer literatura, cambiando por completo la configuración de lo que somos.

La salud mental tiene en la lectura un gran aliado, y en Panamá necesitamos más espacios que la fomenten. Me consta que muchos grandes apasionados de la lectura trabajan para llevarla a cárceles, colegios, hospitales, a niños y adultos. Quienes se hayan planteado en algún momento quitarse la vida pueden encontrar en los libros los argumentos que les faltan para no ceder a las sombras; pueden encontrar herramientas para trabajarlas.

La literatura nos recuerda que no estamos solos, ni los que escribimos ni los que leemos. Detrás de cada página hay motivos para la luz, crepuscular, del alba, de pleno mediodía. Cada imagen cuenta una historia de mil palabras que remiten a una imagen que cuenta una historia… y así hasta el infinito. No es ingenuidad, es la convicción de que «una golondrina sí hace verano»: lo dice la esperanza que albergan los libros.


Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña y del Viernes Cultural [email protected]

Pedro Crenes Castro (Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.