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La Academia Venezolana de la Lengua (AVL) distinguió a tres voces, que a su vez representan a tres estados de Venezuela, con su incorporación como miembros correspondientes.

Son voces transitadas por ese espacio telúrico llamado Venezuela, el cual siguen construyendo así sus huellas caminen en otras geografías.

Son ellos, José Pulido, poeta, narrador y periodista, escogido por el estado Aragua y quien vive en Italia, cuyo logro exaltó El Nacional en editorial que invitamos a leer Poeta en Génova

Fanuel Hanán Díaz Acosta, por el estado Miranda, con un largo recorrido de difusión, creación y enseñanza de la literatura infantil entre Venezuela, Colombia y México: Venezuela tendrá su primer Diplomado de Literatura Infantil, también abierto al mundo

Juan Carlos Chirinos,  autor de novelas, cuentos, biografías y ensayos, es voz y escritura que ingresa a la Academia Venezolana de la Lengua en sus 140 años, por el estado Trujillo.

Con el autor trujillano conversamos, mar de por medio, internet entre nosotros.

Gracias, gratitud y agradecimiento son tres palabras con las cuales celebra esta distinción que entiende está asociada, más que obligaciones, a una misión que asume como regalo: el de fomentar el aprendizaje del español y difundirlo, en particular el de Venezuela “porque allí donde haya un venezolano, allí florecen nuestras palabras y nuestras expresiones; nuestra cultura y nuestra tan expansiva idiosincrasia.”

El pacto con el idioma y la escritura


-¿Cómo, desde el quehacer del lenguaje, ha sumado a esta tarea de largo aliento de cuidar el idioma para que siga significando?
-Mi contribución han sido mis libros. A través de novelas, relatos, biografías y ensayos he tratado de aportar mi granito de arena para aumentar la riqueza del español, que cada vez es más robusto, por suerte y por gracia de nosotros mismos y del trabajo incansable de las academias que forman la Asociación de Academias de la Lengua Española que es, en el fondo, la corporación donde de verdad se formulan las recomendaciones y directrices que nos permiten a todos entendernos hoy, y que permitirán, si nada lo detiene, que nos entendamos dentro de doscientos años de la Patagonia a Andorra, de Monterrey a Porlamar, de Malabo al Canal de Panamá, de Valera a Salamanca.

—¿Esta distinción de la Academia establece un nuevo pacto con el idioma y la escritura?
-No sé si esta distinción en particular, que tan solo es un episodio puntual, y feliz; para mí, sí, desde luego. Sobre todo, es una señal de que no voy del todo descaminado en mi trabajo. Espero que me sirva de estímulo para seguir hacia delante. Mi pacto con el idioma y la escritura es el mismo de toda la vida: ejercerlo con el mismo entusiasmo hasta el último día que se me permita, o hasta que me aburra. En mi epitafio quiero que pongan: “Murió políglota”.
 
—¿Debería el castellano renovarse o ha dado muestras de ser un moderno sin fisuras?
-La única ayuda que necesita de nosotros el español —yo lo llamo español porque, tal como lo entiendo, castellano era lo que hablaban el Marqués de Santillana, Alfonso el sabio y el anónimo autor del Cantar de Mio Cid— es que lo usemos y lo estudiemos.

Las lenguas, reflexiona, son seres vivos que evolucionan por su cuenta bajo el arbitrio de leyes lingüísticas muy flexibles y, sobre todo, insoslayables: la ley del menor esfuerzo, la ley de la coherencia y la ley de la cohesión, por ejemplo: no hay manera de saltárselas.

“Las modas y los caprichos pseudoideológicos no hacen mella en el genoma de una lengua como el español; así que quien quiera escribir ridiculeces como “elles”, “amigues” o “nosotrxs y nosotres” está en su derecho, pero atención: se expone a que las leyes de la lengua lo arrollen y ni siquiera se dé por enterado. La cursilería y la necedad no son problema del español”.

—¿Cómo incorporar la Inteligencia Artificial y los nuevos lenguajes de las redes a la construcción colectiva del idioma?
-Esa pregunta me queda un poco lejos porque no soy especialista en informática. Solo puedo decir que, hasta donde la he utilizado, he podido comprobar que la inteligencia artificial tiene más de artificio que de inteligencia. Quiero decir que asustarse porque existen dispositivos con “inteligencia artificial”  es como aterrarse por que una radio emita sonidos lejanos recogidos por una antena. Y me quedo, quizá algo anticuado, con lo que he dicho más arriba: una lengua como el español se rige por leyes muy antiguas y muy útiles, aún no superadas. La ley del menor esfuerzo, por ejemplo, existirá mientras en los seres humanos anide la pereza y reine el sentido práctico.

—  ¿Cuál será el próximo Quijote que acompañará nuestras escrituras y lecturas?
-Para mí, en el siglo XX ya apareció: Cien años de soledad. Puede que cada siglo alumbre un Quijote que acompañe al original, que es eterno y siempre del futuro.

Violeta Villar Liste con archivos de El Nacional y La Web de la Salud
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