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Por: Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
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@psicohisvetfernandez

En este día las mujeres de todos los continentes, respetando nuestras diferencias y distancias: culturales, étnicas, lingüísticas, religiosas, económicas, de orientación sexual, y hasta políticas, nos unimos para reivindicar, todas juntas, más de 100 años de lucha por la igualdad, la justicia, la paz, el desarrollo de los pueblos y los derechos humanos de las mujeres.

Se conmemora cada 8 de marzo la lucha de las mujeres por su participación en la sociedad y su desarrollo integral como personas, en pie de igualdad con los hombres.

Un poco de historia siempre es necesaria para no perder el foco de nuestra lucha. 

En 1910, durante la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en Copenhague. Se aprobaba por unanimidad una moción para instaurar esa fecha, solicitada por Clara Zetkin, quien fue una importante líder de la huelga de las camiseras de Nueva York de 1909, en la que participaron principalmente mujeres inmigrantes.

Desde ese momento histórico es cuando, desde el movimiento de Mujeres, se proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Es así como la primera vez que se conmemora fue en 1911 y multitudes de Mujeres se lanzaron a las calles de diversos países. Para 1972, más de 60 años después, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), declaró al año 1975 “Año Internacional de la Mujer” y en 1977, la misma Asamblea oficializó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. En el año 2011, se celebró el centenario del establecimiento de esta fecha conmemorativa con la premisa de Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer (ONU mujeres).

Todas las mujeres son trabajadoras

Cuando se dice trabajo, se piensa en actividades remuneradas en forma de empleos y se invisibiliza así, otras actividades que son trabajo aunque no sean remuneradas.

Ese trabajo invisible implica las tareas domésticas de sobrevivencia y las tareas del cuidado en los hogares, que incluyen la preparación de alimentos, lavado de utensilios de cocina y alimentación, limpieza, orden y mantenimiento de la vivienda, lavar y planchar ropa, jardinería, cuidado de mascotas, compras para el hogar, instalación, mantenimiento y reparación de bienes personales y de uso doméstico, cuidado de niños, niñas, adolescentes, enfermos, personas ancianas y/o discapacitadas y más. Se maneja como trabajo no remunerado, de exclusiva responsabilidad de las mujeres, solo por el hecho de serlo.

Entonces cuando hablamos del tiempo dedicado al trabajo no remunerado doméstico y de cuidado hacemos referencia al tiempo que las mujeres y los hombres dedican en promedio a estos servicios domésticos para el consumo de los hogares.

Estamos hablando de trabajo humano, ese que dignifica a las personas y las aleja de la escala animal. trabajo como actividad social, que debe ser reconocida por la sociedad, por su valor social.

Esta distribución, de este trabajo no remunerado, refleja, en el mundo entero, una injusta organización social de los cuidados entre hombres y mujeres. Esta desigualdad tiene un impacto directo en los avances en materia de desarrollo personal de las mujeres, de su autonomía económica y de la realización real de sus Derechos humanos.

ONU MUJERES nos aporta datos significativos que muestran que la brecha entre hombres y mujeres está presente en todos los países de nuestra región, las mujeres tienen una sobrecarga de estos trabajos y cada día, dedican el triple de tiempo que los hombres, al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados.

Este trabajo, de las mujeres, cubre las insuficiencias del Estado en los servicios sociales, que son su responsabilidad. El valor real de los trabajos domésticos y de cuidados que no es remunerado es realmente, según análisis económico, entre un 10 y un 39 por ciento del producto interior bruto, por lo tanto estamos aportando a las economías con este trabajo. (1)

Si bien es cierto, el trabajo Doméstico y del Cuidado debe ser distribuido entre las personas del grupo familiar según sus capacidades, en especial debe ser asumido por hombres y mujeres por igual, como personas adultas de la familia no menos cierto es que todas las niñas, niños, adolescentes, las personas con discapacidad y las personas mayores tienen derecho a recibir atención y cuidados específicos y oportunos de parte de la sociedad.

En este sentido, el Estado debe proporcionar estos servicios de atención y de cuidados y tiene la responsabilidad de garantizar su óptima calidad mediante la inversión, creación de políticas públicas, instituciones, presupuestos, leyes y reglamentos así como proveer el personal capacitado y con la formación para realizar estos trabajos. Que deben ser remunerados dignamente.

Entonces no solo se trata de redistribuir las cargas del Trabajo Doméstico y del Cuidado, entre hombres y mujeres, que no es reconocido como tal y no es remunerado, sino de cambiar la organización social y que el Estado asuma la responsabilidad de estos trabajos como trabajos sociales que son. No son trabajos privados, ni son funciones de las mujeres, cuando los hombres los hacen no están ayudando a las mujeres, son trabajos y asuntos de carácter público, porque benefician a toda la sociedad incluyendo la economía y el desarrollo.

Se trata de un Estado que invierta en servicios que garanticen a toda la población, vivienda, agua, electricidad, transporte y otras necesidades básicas, como educación: desde maternal, preescolar y todos los niveles, con instituciones educativas de calidad; salud con atención integral para Mujeres, Niñas, Niños, Adolescentes y Adultas/os Mayores…y que nadie sea una “carga privada” de las mujeres.

Esta es la manera de que el objetivo del 8 de Marzo se puede ver concretado, porque así se puede reducir el trabajo doméstico y los cuidados como tareas exclusivas de las mujeres y garantizar la oportunidad de realización para Mujeres y Hombres en igualdad de condiciones.

No es que ellos se esclavicen con ellas en el Trabajo Doméstico y del Cuidado, es que estos trabajos sean vistos como lo que son, trabajos sociales útiles y necesarios para el desarrollo de las sociedades. Trabajo remunerado y de responsabilidad social por lo tanto compartidos entre hombres, mujeres y el Estado.  

Las mujeres son la mitad de la población mundial y tienen Derechos Humanos, que deben ser garantizados, derecho a la Educación, a la Salud, al Desarrollo, al Trabajo digno y bien remunerado, a la Participación Política con sus organizaciones propias, a una Vida Libre de Violencias y muy importante a sus derechos Sexuales y Reproductivos que le permiten la autonomía sobre sus cuerpos y sus vidas.

Así se garantiza la razón de ser del 8 de Marzo, porque 112 años después, seguimos luchando por la Igualdad de derecho a tener trabajos dignos y decentes, salarios justos, desarrollo personal integral, desarrollo pleno de los pueblos, Justicia y Libertad verdaderas.

(1) Redistribuir el trabajo no remunerado en https://www.unwomen.org/es/news/in-focus/csw61/redistribute-unpaid-work

Por: Hisvet Fernández