Una de las principales dudas de la población es cómo se logró, en tiempo récord, producir la vacuna COVID-19.
Ocurre que la comunidad científica ya había trabajado en vacunas contra el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS, por sus siglas en inglés), y el Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS).
El SARS, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), se identificó por primera vez a finales de 2003, a causa de un brote que surgió en China.
El MERS, señala la OMS, es una enfermedad respiratoria vírica causada por un coronavirus (el MERS-CoV) que se identificó por vez primera en Arabia Saudita en 2012.
El Dr. Xavier Sáez-Llorens, pediatra, infectólogo y director de Investigación Clínica del Hospital del Niño Dr. José Renán Esquivel, y quien participó con la ponencia Vacunas COVID-19, una carrera contra el tiempo, en AmCham Week: Retos y Perspectivas 2021, evento organizado por la Cámara Americana de Comercio e Industria de Panamá (AmCham), explica que en estos casos los brotes se pudieron controlar con medidas de salud pública.
“Sin embargo, ya las vacunas contra SARS y MERS se habían probado, incluso en humanos. Ahora, con el COVID-19, se tenía un terreno ganado que facilitó su rápido desarrollo”.
Observa que la historia del desarrollo de las vacunas tiene una tendencia a la reducción de los tiempos.
Una vacuna, en promedio, se desarrollaba en diez años, desde la definición del concepto y hasta la aprobación regulatoria.
En los últimos 20 años hay ejemplos de mejores tiempos: la vacuna de la papera se aprobó en cinco años, y en el caso del Ébola, en cuatro años y medio.
Incluso hizo referencia a la aprobación de emergencia, por parte de la OMS, de una vacuna contra un tipo de polio (ver detallada explicación en este enlace de la revista Nature https://www.nature.com/articles/d41586-020-03045-2), estudios en los cuales también participó Panamá y sería el paso “en la erradicación definitiva de la polio”.
En este contexto, el Dr. Sáez-Llorens resalta que los aportes económicos también han ayudado a acelerar la investigación.
“Las farmacéuticas son cautelosas de avanzar en las fases por temor a perder su inversión, pero ante el impacto de la COVID-19, la OMS, organizaciones científicas y filantrópicas, así como los gobiernos del mundo, han aportado en el avance y desarrollo de las vacunas.
El resultado es que ya hay más de 200 vacunas en desarrollo, 63 en fase clínica y 15 en la fase 3, probadas en seres humanos”.
¿Cuáles son las plataformas tecnológicas en marcha?
Son cuatro las plataformas tecnológicas que sirven de base para el desarrollo de las vacunas: Virus, vectores virales, de ácidos nucleicos y proteínas:
El Dr. Sáez-Llorens detalló que la plataforma del virus inactivado la emplea, entre otras, la china Sinovac; la de vectores virales incorpora el mensaje genético para producir anticuerpos contra la proteína de espícula del coronavirus (Astrazeneca y la rusa Sputnik V) y la de proteínas inyecta partículas similares a las del virus (Novavax).
Para el especialista, la más revolucionaria, y supone un adelanto de diez años en la investigación de las vacunas, es la de ARN mensajero, al emplear un mensaje genético para que la propia maquinaria celular del organismo se encargue de producir las defensas (Pfizer/BioNTech, Moderna, Curevac).
Con respecto a la temperatura de manejo de las vacunas, un factor clave en su logística y distribución, recordó que la vacuna de Pfizer debe estar a menos 70°. La de Moderna, entre 20° y 30°.
La de Astrazeneca, como la rusa (2-8°), se pueden refrigerar, no necesitan congelación, y esta característica hace más sencilla su aplicación.
la de Johnson & Johnson, próxima a entregar resultados, por ahora solo requerirá la aplicación de una dosis.
A efectos de acceso a las vacunas, destacó la importancia del mecanismo COVAX de la OMS (https://www.who.int/es/initiatives/act-accelerator/covax), llamado a garantizar un reparto equitativo y justo de la vacuna, hasta ahora, la única respuesta sólida a la pandemia.
Violeta Villar Liste
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