fbpx

Por Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
@psicosexualhisvetf 
 [email protected]
@psicohisvetfernandez

Este tema es de esos que no se quieren abordar porque avergüenza y atemoriza. Muchas personas, incluso profesionales de la salud, padres y madres, prefieren evadirlo u obviarlo. Pero los estragos que está causando la pornografía en nuestros niños, niñas y adolescentes actualmente, nos obliga a tratar este tema.

La palabra pornografía procede de las palabras griegas πόρνη (pórnē), es decir, prostituta, lo que sería entonces la “descripción o ilustración de las prostitutas o de la prostitución”.

El término pornografía o porno, se refiere a todo material que represente actos sexuales con el fin de provocar la excitación sexual del receptor, siempre desde la perspectiva de quién la produce como negocio.

Hoy, es parte de lo que conocemos como “industria sexual”.

Con el desarrollo de los medios de comunicación se expresa a través de una multitud de medios tales como la animación, el cine, la escultura, la fotografía, la historieta, la literatura o la pintura, así como otras.

Ha logrado un gran auge en los medios, como las revistas pornográficas e inclusive el audio (relaciones sexo-telefónicas), y últimamente en Internet por sus múltiples plataformas.

El concepto moderno de la pornografía se basa en la comercialización masiva de material “erótico” desde el siglo XIX, pero allí abandona su carácter erótico-artístico y aumenta su distribución a partir de la producción masiva de mercancías.

La pornografía moderna consigue su mayor presencia a partir de los años 70 del siglo pasado hasta la actualidad.

Es un negocio muy lucrativo y está en la base de varios delitos sexuales como la prostitución, la trata, la pedofilia y las violencias sexuales.

Hay datos actuales que hablan de altos porcentajes de niños y adolescentes varones, mucho menos frecuente en niñas y adolescentes mujeres, que utilizan esta vía para “informarse” sobre relaciones sexuales, desde sus equipos personales como celulares, tabletas y computadoras.

Según el informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia de Save the Children y publicado 2021: 1 de cada 2 menores (50%) ha accedido a la pornografía entre los 6 y los 12 años, 36,8% no distingue entre ficción y realidad cuando se trata de porno y 68,2% de los adolescentes ve pornografía con frecuencia y sabemos que las relaciones sexuales pornográficas están cargadas de violencias de todo tipo, que naturalizan.

Los datos de las consultas sexuales reflejan un incremento significativo de hombres jóvenes, muy jóvenes y con disfunciones sexuales, que han sido consumidores de pornografía desde su infancia-adolescencia, lo que se convierte en obstáculo para llevar relaciones sexuales sanas, libres de violencias y sin eyaculaciones rápidas e involuntarias.

La educación de la sexualidad en familia y Escuela sigue estando muy limitada al tema reproductivo y a su dimensión biológica, así como al pecado y las enfermedades.

La educación sexual de niños, niñas y adolescentes debe ser integral y alternativa a la que hemos recibido y seguimos difundiendo.

Es necesario hablar con nuestros hijos e hijas de todas las dimensiones de la sexualidad humana y de la posibilidad que tenemos de autodeterminar nuestras prácticas sexuales.

La sexualidad no es un impulso dirigido por “instintos” sino por decisiones informadas, que podemos asumir en todas las edades.

Hablemos de estos temas con nuestros niños, niñas y adolescentes, busquemos orientación con profesionales de la salud sexual y formemos a nuestra infancia para que sepan diferenciar entre pornografía y erotismo y puedan reconocer las violencias sexuales en todas sus manifestaciones.

Conocer y comprender lo que son las relaciones sexuales entre pares, consensuadas y libres de coacción y violencia; relaciones sexuales entre personas que se muestran mutuamente respeto a su dignidad.

Deben saber que las relaciones sexuales no se realizan contra la voluntad de nadie y no incluyen la violencia, el control y el dominio, asuntos centrales en la pornografía, particularmente violencias contra mujeres y niñas.

La educación sexual oportuna, científica y veraz, permite prevenir la violencia sexual contra nuestros niños, niñas y adolescentes y minimizar su vulnerabilidad ante los tentáculos de la industria sexual.