Hemos aprendido mucho sobre el cuadro clínico de la COVID-19, su diagnóstico y manejo. Gracias a la vacunación las muertes y enfermedad grave han disminuido dramáticamente en todo el mundo
Por: Dra. Marta Illueca
La autora es médica pediatra e investigadora científica. Este artículo fue publicado de manera original el 8 de septiembre del 2024 en la sección Opinión del diario La Prensa
Un reto continuo en salud pública es caminarle por delante a las enfermedades infectocontagiosas, siendo todavía la COVID-19 motivo de interés y de monitoreo continuo. Y la vacunación sigue siendo el pilar central de la lucha «a capa y espada» para evitar otra pandemia.
Varias veces he escrito en este mismo espacio sobre la gran capacidad duplicativa del Sars-COV-2, virus causante de la COVID-19, y respecto a su arte para replicarse y crear copias modificadas de sí mismo. También he explicado que, debido al número de mutaciones del virus, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció un sistema de nomenclatura basado en las 24 letras del alfabeto griego.
En los pasados tres años parece que el virus se hubiera plantado en la decimoquinta letra griega, la ómicron. Hasta la fecha, las variantes subsiguientes, han sido de linajes y sublinajes descendientes de la misma.
Queda claro que la mala costumbre del Sars-COV-2 de mutar o «disfrazarse» es para escapar a la inmunidad natural o la adquirida. Por eso se han desarrollado los refuerzos de las vacunas, que son necesarios periódicamente, a la par que sus respectivas contrapartes para la «influenza». Sin duda, el SARS-CoV-2 es un farsante de primera clase.
Ahora ya no se contenta con cambiar su apariencia superficial cual cambiarse de mascara. Se transforma a tal punto, que hace necesario el actualizar las vacunas disponibles, mientras los llamados «refuerzos» o «boosters» parecen pasar de moda.
Por eso quisiera explicar que la diferencia entre un «refuerzo» y una vacuna «actualizada» es sencilla. El refuerzo no es más que una aplicación repetida de una vacuna pre-existente. La vacuna «actualizada» es mucho más que un refuerzo, es literalmente una «actualización» o versión nueva de la vacuna original, diseñada para combatir las nuevas cepas del virus de la COVID-19. Es como comparar las últimas versiones de los sistemas operativos de su celular, con un modelo nuevo y más moderno de su aparato.
Existen dos vacunas debidamente actualizadas y aprobadas hasta el momento, Pfizer y Moderna. Estas han sido aprobadas por la Administración Federal de Drogas (FDA, por sus siglas en ingles) para mayores de 12 años y cuentan con autorización de emergencia para las edades pediátricas desde los 6 meses hasta los 11 años. La tercera vacuna actualizada, Novavax, solo se está administrando bajo una autorización de uso de emergencia.
Hemos aprendido mucho sobre el cuadro clínico de la COVID-19, su diagnóstico y manejo. Gracias a la vacunación las muertes y enfermedad grave han disminuido dramáticamente en todo el mundo. Pero todavía hay brotes periódicos en especial durante los meses en que aumentan las enfermedades respiratorias.
Y quiero hacer énfasis en las peligrosas secuelas de la COVID-19 que pueden afectar hasta los casos leves de la infección. Estas secuelas a largo plazo se categorizan bajo el nombre de «COVID prolongado”. Los afectados por una primera infección pueden desarrollar estos cuadros crónicos que, entre otras cosas, están causando ausentismo laboral en varios países.
El reciente estudio INSPIRE en EE. UU. del Departamento de Emergencias Médicas de la Universidad de Yale analizó data de más de 6,000 pacientes en ocho estados por 18 meses (véase el reporte en PLOS ONE 19:7 julio del 2024). Un 14 % de los que tenían empleo no regreso a su trabajo por tres meses. El riesgo se duplicó entre aquellos con múltiples síntomas a largo plazo. Aunque no tenemos estadísticas panameñas para comparar, en EE. UU. se estima que dos millones de americanos se han diagnosticado con COVID prolongado. Afortunadamente, las vacunas también ayudan a evitar los estragos crónicos de la COVID-19.
En nuestro país, las campañas de vacunación están bien organizadas y ya no hay razón para que ninguna persona vulnerable no se proteja. Los adultos mayores y pacientes con enfermedades crónicas pueden sufrir cuadros graves o mortales de la infección. Y se sabe que el «COVID prolongado» puede afectar hasta a los jóvenes, así como las edades más productivas de la sociedad. Como dice la biblia, “el que tenga oídos para oír, que oiga.”
Por: Dra. Marta Illueca