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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario

“Otero busca la levedad. Pero la levedad es ardua. Cuesta esfuerzo y estructura. Vemos cómo esa levedad, que se alcanza por la inestabilidad aparente de las formas lanzadas al espacio y al viento, requiere sin embargo bases sólidas y estables”, le dice María Elena Ramos en diálogo a Nelson Rivera

Amigos lectores:

Alejandro Otero. Dibujos para esculturas: la dimensión del vuelo (Fundación Alejandro Otero/Mercedes Pardo y Artesano Group), de María Elena Ramos, fue publicado a finales del 2019. Es, como el título lo sugiere, un estudio del ágil y eficaz dibujante que fue Alejandro Otero. Diseñada por Waleska Belisario, la edición hace justicia al objetivo de exponer más de trescientas imágenes que reproducen los dibujos del artista. Entrevisté a Ramos, tras leer su ensayo, polivalente y lleno de ideas. Casi al final, Ramos nos deja estas palabras: “Otero busca la levedad. Pero la levedad es ardua. Cuesta esfuerzo y estructura. Vemos cómo esa levedad, que se alcanza por la inestabilidad aparente de las formas lanzadas al espacio y al viento, requiere sin embargo bases sólidas y estables. También en esto la polaridad existe, y así notamos cómo las flechas diagonales o verticales, que apuntan a lo más alto, necesitan lo más básico: piso, tierra, horizontalidad. Y que hasta las más abiertas órbitas exigen concentrados puntos de fijación. Y que las aspas se mueven, pero también se mantienen ancladas a una estructura. Y percibimos que el metal cepillado de las hélices refulge lábilmente con la luz del atardecer, pero solo puede lograrlo porque hay un eje que determina su inclinación para exponerlo a las distintas intensidades luminosas –del sol, de la ciudad”. Ocupa las páginas 1 y, 2 y una parte de la 3.

Parte superior de la página 3: dos textos nos hablan de Orinoko: serpiente enrollada, la exposición del maestro Régulo Pérez, actualmente abierta en los espacios de la Sala Magis, en la UCAB. Uno de los textos fue escrito por el curador de la muestra, Humberto Valdivieso. El otro, por el artista. En su Manifiesto mimético, dice Régulo Pérez: “Soy pintor, porque en este pueblo pasaban cosas fantásticas: como una burra incendiada que corría enloquecida, a pleno sol, por las calles, tratando de buscar el río para lanzarse; algo así como el famoso cuadro de Salvador Dalí, el de la jirafa incendiada, pero en este caso, vivita y coleando”.

Linda D’Ambrosio entrevista al estudioso (ha acumulado 19 títulos universitarios), investigador, escritor, crítico de arte, museólogo y docente, José María Salvador (España, 1947), quien vivió en Venezuela a partir de 1971. Autor de una extensa obra sobre artistas venezolanos, también se desempeñó en varias instituciones culturales del país como asesor o funcionario. Desde Madrid, recuerda su actividad en Venezuela. Página 4 y parte de la 5.

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En Casa mágica: una mirada a la obra de Claudia Lavegas, escribe Susana Benko, crítico de arte y miembro del equipo del programa radial Un minuto con las artes: “Claudia ha trabajado fundamentalmente en dos temas: los techos de las churuatas y vistas –o cortes– de árboles. Ello resulta de sus viajes recurrentes al Amazonas. No en vano la representación de estos motivos tiene, en su caso, tanta potencia: hay una necesidad de palpar hondamente nuestras raíces culturales en su contexto originario. Esto implica ver –y tocar– la naturaleza, así como ver el hábitat de las comunidades indígenas que allí se encuentran. En el caso de la serie de churuatas, es interesante considerar cómo la visión de la arquitecta se integra y dialoga con la de la pintora”. Página 5, mitad superior.

En la página 6, Álvaro Pérez Capiello comenta Oniros, exposición de Rafael René Jaén: “Más allá de una búsqueda estética o de la armonía en el uso del color y la forma como medios de expresión, este joven artista nos lleva al encuentro de nuestro ser. Un viaje no exento de peligros, tal vez un itinerario que, más que respuestas, acaba por suscitar preguntas. Ese sea quizás el sino de toda obra que sobreviva al inexorable paso de los años, a ese “viaje de la botella” por mares desconocidos, sin una idea clara acerca del lugar al que le lleve la corriente o, menos aún, de su destinatario. El arte es así, una apuesta que puede durar siglos sobre el tablero o extinguirse como un soplo de viento”.

En la parte inferior, Annie van der Dyst entrevista a Linda D’Ambrosio, “radicada desde hace más de veinte años en España (…) es una suerte de mecenas contemporánea. Posee una licenciatura en Educación, una Maestría en Artes –mención Estética– y ha realizado postgrados en el área de Gerencia Cultural y Gerencia de Proyectos Socioeducativos. De hecho, ella cree que fue la formación como educadora la llevó a la promoción cultural”.

Metáfora de los femenino sacrificado, es el nombre del ensayo que José Sánchez Lecuna dedica a Ifigenia, de Teresa de la Parra: “La novela Ifigenia de Teresa de la Parra representa, para nuestra cultura, una apología del fracaso: a nivel personal, a nivel social y a nivel cultural. Representa una metáfora que contiene el devenir de la realidad profunda del alma de la sociedad venezolana de principios del siglo XX. Siempre hubo, en aquel tiempo, algo que destruía y aniquilaba los logros conquistados, a nivel individual, social, cultural, es decir, arquetípico, por parte de lo femenino. Hay, inherente y sutil, un profundo y atávico miedo al fracaso (“aquitifobia”) por parte del personaje María Eugenia Alonso quien, antes de tomar la decisión de escaparse en la mañana con su amado Gabriel, vacila, tiene miedo, poniendo de manifiesto sus problemas de autoestima, de apego a lo viejo”. Páginas 7 y 8.

Desde 2018, Andrea Rondón realiza un seguimiento de la situación de las librerías en Caracas. Año tras año publica reportajes que dan cuenta de su continuada desaparición, lo que obliga a preguntarse ahora mismo, si estamos en la antesala de la extinción de las librerías, en las próximas semanas y meses. El reportaje que viene en la página 9 corresponde a los dos años de la pandemia -2021 y 2022-, y al primer trimestres del año en curso.

La segunda parte del ensayo de Aníbal RomeroMacbeth, o el relato de un idiota, viene en las páginas 10 y 11. Escribe Romero: “La sorprendente modernidad de Macbeth cubre ámbitos que trascienden a Céline, a Camus, a Beckett y Sartre, pues Macbeth y Lady Macbeth se empeñan en una encarnizada batalla para profanar el entorno que les rodea en lo que este pueda tener de sagrado, sentido como límite imperioso a la pasión destructiva que impele a los protagonistas shakesperianos a actuar. A diferencia de comentaristas que se esfuerzan por convertir Macbeth en una especie de morality tale, es decir, en una metáfora moralizante o una parábola dirigida a suscitar enseñanzas éticas, que nos muestren, en final “feliz”, que existe, según un distinguido crítico, “un orden natural de las cosas que vincula al hombre al bien que está en él”; a diferencia de esta idea, repito, considero que en Macbeth se teje un mensaje distinto, de acuerdo con el cual, y para enfatizarlo con los conocidos versos de la escena 5 del acto V, “La vida es un cuento / relatado por un idiota, llena de ruido y furia / que nada significa”. Quiero recordar que la tercera y última entrega del ensayo será publicada el próximo fin de semana.

Cierra esta entrega con la entrevista que le hice a la periodista Marcy Alejandra Rangel, autora del volumen Al son que nos toquen, reportaje sobre la historia de la danza contemporánea en Venezuela, que arranca en los tiempos de Sonia SanojaJosé Ledezma Hercilia Contreras, y avanza en su recapitulación hasta nuestros días.

En este punto me despido. Consigno mis buenos deseos para todos.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

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